Neeva salió, generalmente y como todos los sábados de ofertas, de "Tony Booms" –su tienda favorita– mientras que caminaba abrazada a la bolsa que retenía su compra masiva de libros y discos viejos.
Sostenía entre su abdomen y su brazo, un pequeño contenedor con su té helado y una bolsa de papel llena de bollos que su tía Joanie le había ordenado comprar.
La felicidad en su rostro sonriente y despreocupado reveló que no se había dado cuenta de que había comenzado a lloviznar hasta que se empapó el cabello entero. Se colocó la capucha, subió el cierre de su campera con la mano que tenía libre mientras que seguía caminando en dirección a su edificio.
Cuando Neeva volvió la mirada al camino, dos sujetos altísimos con un peculiar tatuaje en sus calvas cabezas y detalles metálicos en la cara, pasaron por su lado como dos paredones gigantescos. Pasmada, la muchacha casi soltó la bolsa con su inversión de no ser porque siguió caminando con la mirada puesta sobre ellos y efectivamente se encontró con el cuerpo de otra persona que venía caminado con pasos fuertes y seguros justo delante de ella.
El té que tenía en sus brazos se desparramó entre sus cuerpos y los bollos rodaron escandalosamente por la acera mojada entre la gruesa cortina de agua que no cesaba de caer del cielo.
—¡Ten más cuidado! —se quejó Neeva angustiada, no quería tener que volver a la panadería acompañada por un clima como ese.
El muchacho al frente suyo no contestó, observó delicadamente la expresión histérica que poesía la chica de la bolsa de "Tony Booms". Ni siquiera se disculpó o la ayudó a secar la mancha marrón que había dejado su té en su abrigo nuevo, pero tomó la bolsa con los libros justo a tiempo antes de que todo terminara en el suelo. La examinó un buen rato con sus ojos pardos como si hubiera encontrado algo peculiar en aquella chica que tenía que levantar su cabeza exageradamente para poder verlo completamente.
Sus labios, de a poco, formaron una sonrisa algo torcida que a Neeva le pareció macabra y levantó una ceja como si de repente hubiera notado algo que había estado buscando. Llevaba unas botas un tanto extrañas, un sobretodo que lo protegía de la lluvia y una capucha, pero Neeva pudo examinar cada minúsculo detalle de su rostro a la perfección.
Su nariz ancha parecía haber estado rota varias veces, después surgían unos labios rojos, robustos donde aparecían las cenizas de una mueca que anteriormente había sido una débil sonrisa. Tenía las cejas gruesas y las pestañas llamativas que resaltaban aún más sus ojos oscuros, dientes blancos y piel tostada, todo en ese chico llamaba tercamente la atención.
—Yo te conozco... —Neeva parecía estar segura del comentario que hizo y no supo por qué, pero sus ojos se cristalizaron a tal puño que un destello imperceptible y celeste los atravesó.
No tuvo que imaginar las voces gruesas que tendrían los dos hombres calvos de atrás, vestidos de negro al igual que el muchacho, porque ya las escuchaba llamándolo a gritos por su nombre.
—¡Quinn, no te atrases!
El muchacho miró sobre la cabeza de Neeva a los dos hombres apurados. Luego, suspirando, le tendió la bolsa sin saber qué más hacer por el caos que había causado.
—Con permiso—dijo educadamente.
Aquel chico de cabellos oscuros y rostro excesivamente serio, se abrió paso y dejó a la pobre Neeva aturdida por la presencia de semejantes personajes.
Sin encontrar otro remedio, decidió que era necesario volver a comprar los bollos, pero aun así se dio vuelta para admirar las figuras esbeltas perderse en la lejanía con un aura de seguridad y algo que a Neeva le pareció totalmente desconocido que la llamaba a gritos desaforados.
Algo en su pecho estalló y sintió una tormenta de fuego dentro de ella, un sentimiento aterrador y nuevo, como si se hubiera olvidado de algo muy importante, una llama acariciando su corazón, una voz cálida susurrando en sus oídos, un deseo de correr hacia el muchacho y mirarlo hasta el cansancio.
—Qué extraño —se rascó levemente el dorso de su cuello y sus dedos finitos chocaron contra su collar dorado.
Negó con la cabeza algo resignada y continuó caminando.