En el estadio de futbol Francisco Morazán, el árbitro dio el pitazo indicando el final del primer tiempo, los futbolistas del Real España corrieron rápidamente hacia su camerino, una vez ahí su entrenador, que era más calvo que un águila les dijo: -¡Estúpidos!, Todos son una desgracia para mi vida, me alegro maricas que les hayan silbado y abucheado, las mujeres juegan mil veces mejor que ustedes, están perdiendo la final dos a cero por si no lo saben, en ese momento, dicho entrenador arrojó furiosamente su celular contra la pared, destruyéndolo así en mil pedazos, y con más cólera les gritó: -ahora mismo idiotas salgan a comerse la cancha, muevan esas nalgas y ganen en su estadio, dejen la vida persiguiendo la pelota, suden toda la sangre, yo quiero guerreros y no futbolistas afeminados, marquen con fuerza, corran hasta que ya no tengan pies, ¡salgan a ganar carajo! Entonces los futbolistas aplaudieron y no paraban de gritar: ¡si podemos!
Cuando el segundo tiempo empezó, los jugadores del Real España con mucho ímpetu lograron marcar un gol tempranero, la esperanza era más grande en los miles de aficionados, ellos gritaban sin cesar: ¡si se puede!, minutos después... Real España estaba con ocho futbolistas y perdía siete a uno, pues con mucho ímpetu dieron tremendas barridas a los jugadores rivales, los cuales volaron en el aire, el árbitro expulsó a los agresores, y ante la impotencia de ir perdiendo, se fueron a los golpes contra el equipo rival, las dos aficiones al ver esa conducta, también se fueron a los golpes entre sí, la policía no pudo restablecer el orden, mientras el árbitro principal gemía en el suelo, pues fue agredido con una botella en la cabeza.