En una pequeñísima habitación estaba un hombre no mayor de cincuenta años, él estaba con su ropa muy sucia, se hallaba sentado sobre el piso, cabizbajo y con su mirada perdida, llevaba así toda la mañana, su mente estaba totalmente en blanco, luego de un largo rato, con gran esfuerzo logró pensar estas palabras: enfermo, enfermo, enfermo, enfermo…
Al cabo de un rato y por unos pocos instantes, recordó con enorme dificultad varios rostros, pero los veía sin saber que eran sus familiares, los cuales cenaban alegremente en el comedor.