Cuando vi a Miguel por primera vez me pareció un hombre guapo y elegante, pero cuando comencé a conocerlo me pareció un idiota engreído, pues se la pasaba hablando de puras estupideces con sus amigotes, todos ellos bromeaban de manera infantil, y por si fuera poco Miguel creía estar por encima de los demás, como si fuera un hombre perfecto, hablaba sin escuchar a los otros (como si lo supiera todo), yo he tenido un criterio de que las mujeres nos merecemos hombres maduros, que sepan lo que quieren de la vida, y que no anden con las tonterías antes mencionadas.
A Miguel lo conocí cuando se mudó a mi vecindario, pasó mucho tiempo para que me saludara, siempre lo vi juntándose con los otros hombres, nunca con mujeres, por eso llegué a dudar de su hombría.
Cierta mañana me dirigía al trabajo cuando empezó a llover copiosamente, para sorpresa Miguel me alcanzó y saludó muy cariñosamente, como si fuésemos viejos amigos, me cubrió con su sombrilla y me abrigó con su chamarra, tomamos juntos el auto bus y platicamos un buen rato, en esos instantes descubrí una parte muy buena y cariñosa de su personalidad, que sin explicación la mantenía en secreto, nos hicimos buenos amigos, en las pláticas siguientes busqué solo la parte cariñosa de Miguel, y no su parte tonta e inmadura, me propuse a sacar lo mejor de él, lo ayudé a dejar todas las boberías, fue tanta la cercanía entre ambos que terminamos siendo novios, tan bien me trató que me hizo olvidar a mi violento ex novio, nos casamos, tenemos un sólido matrimonio de diez años, y estoy otra vez embarazada.