Hace no mucho tiempo un chico demacrado de dieciséis años había matado a miles de personajes… todo eso lo hizo adentro de su videojuego favorito por supuesto, y para esa matanza virtual usaba a un guapo y fuerte guerrero.
Julián, se llamaba el adolescente video jugador, él ahorró mucho sacrificando el dinero de su merienda escolar para comprar el caro juego de consola, el cual tenía una temática bastante simple de entender: asesinar adentro de un castillo lleno de calabozos y pasadizos secretos usando todo tipo de armas: hachas, ametralladoras, misiles, incluso con las manos se podía estrangular a los raros personajes tales como: duendes, dragones, demonios, licántropos, zombis de cuatro brazos, etc. Dicho videojuego fue desarrollado por una compañía rusa clandestina que misteriosamente desapareció, Sin embargo a Julián le divertía mucho jugarlo, se la pasó centenares de horas jugándolo, por eso no hacía tareas, ni jugaba con los otros niños en la calle, mucho menos ayudaba con los quehaceres del hogar a sus indiferentes padres, pensaba en seguir jugando con la nariz casi pegada al monitor, pues le hacía falta numerosas masacres para accesar al nivel ochenta y ocho, nivel que era el último y casi imposible de completar, se decía que era un nivel prohibido y sumamente misterioso.
En una noche como a las once en punto, los señores padres de Julián dormían en paz, de pronto ellos oyeron unos fuertes gritos chillantes, rápidamente se levantaron para ir al otro cuarto, por desgracia hallaron a su único hijo en el suelo con sus ojitos desorbitados, con su cuerpo convulsionando y echando espumarajos por la boca, aterradoramente en la pantalla un hombre vampiro de ojos grisáceos, repetía sin cesar con voz monstruosa y los labios destilando sangre este mensaje: eso viste por haber llegado hasta acá.