Mira hizo sola el viaje hacía FareWell, sola con sus reproches y su mala cara. Cuando subió al primer tren, que la llevaría hasta la estación que indicaba el folleto, sus padres le regalaron una fría despedida esperando lo Justo para asegurarse de que no volvía a bajar del tren. Mira quiso ser fuerte, y digna, y no mirar hacia atrás cuando comenzara a notar el movimiento de la locomotora, pero no pudo y, al final, lo hizo. Ellos ya no estaban allí. Un sentimiento de abandono comenzó a inundarla por dentro, pero supo contenerlo. No eran tiempos para flaquear.
El viaje duraría apenas unos veinte minutos por lo que no merecía la pena sacar ningún libro para leer así que decidió disfrutar del viaje, aunque no así de las vistas. A penas se veía algún árbol, interminables postes de luz y el cielo azul. Menos mal que brillaba el sol. Mira había imaginado que, en su despedida, la naturaleza en señal de solidaridad hacia ella desplegaba todo un arsenal de viento, lluvia, truenos y unos magníficos relámpagos que tronaran en el momento en que la chica abandonaba el hogar para no volver jamás. Hubiera sido la señal perfecta para demostrar que sentía su presencia y que la echaría de menos. Pero casi agradeció viajar sin tanta lluvia ni aspavientos. Hubiera sido trágico mojar todo su equipaje.
La estación Central de trenes la hizo sentir tremendamente pequeña y algo acongojada. Era enorme, con infinidad de andenes y demasiada gente. Odiaba las capitales grandes porque siempre había demasiada gente. A ella, que disfrutaba de la más absoluta soledad, las personas le robaban el aire y la viciaban de dióxido de carbono. Se dirigió hacia una de esas pantallas que te informan de cada salida para buscar el tren que aparecía en su folleto, pero no lo encontró. Frustrada buscó a alguien de seguridad que pudiera informarla, todo el mundo sabe de la escasa simpatía del personal de seguridad, así que le mostró su mejor sonrisa, con cautela, y el número de tren.
No había podido ser más correcta en sus modales. Aun así, el hombre la miró arqueando una ceja con cara de pocos amigos. Se olvidó totalmente de sonreír.
Genial, tendría que esperar la cola solo porque alguien no sabía hacer bien su trabajo. Claramente habían olvidado marcar la salida de su tren en la pantalla. A partir de ahora también odiaba las estaciones de tren. A los cinco minutos de aguardar su turno ya estaba desesperada. La paciencia no era una de sus virtudes y temía perder el tren. No podía llamar a sus padres para decirles que se había quedado tirada porque pensarían que era una de sus tretas para salirse con la suya. Imaginaba a su madre con cara de suficiencia mientras repetía en voz alta que ella ya sabía que algo así pasaría. Jamás… Decidió continuar su camino envista de que la cola de personas que tenía delante no se movía en absoluto. Mira tendría que dar la razón a su padre cuando repetía sin cesar los problemas del servicio público. Se adentró algo más en la estación y cruzó un corredor que llevaba hacía la zona más antigua, desde allí habían salido todos los trenes antes de construir la zona más moderna. La afluencia era algo más escasa y no había ninguna de esas pantallas para poder consultarlas.
Decidió rendirse a la evidencia. Nadie la ayudaría, perdería el tren e inflaría el ego de su madre, sin remedio, razón poco merecida una vez más. La vida se empeñaba en ponerle trabas y más trabas. ¿Qué podía hacer ella, una indefensa niña, contra una vida repleta de armas que usar en su contra? Sacó un teléfono móvil algo desfasado. No lo usaba desde hacía… ni se acordaba. Pero sus padres se habían empeñado en que lo llevara encima por si surgía alguna emergencia. ¿Sería esto una emergencia? Probablemente ya sabían que fracasaría a la mínima de cambio. ¿Tan predecible era? A punto estaba de marcar el número de su madre, que esperaba paciente en la pantalla del teléfono, cuando una chica repleta de equipaje captó su atención. La chica llevaba una falda a cuadros burdeos que le recordó a los colores de la Academia FireWell. Mira se levantó a toda prisa y la siguió de cerca hasta el sótano de la estación. A priori, el lugar parecía totalmente abandonado y le dieron ganas de darse la vuelta, pero entonces escuchó el sonido de un tren que anunciaba que estaba a punto de partir. Era una locomotora algo más antigua que las demás, como del siglo pasado, todo burdeos con detalles dorados que le dotaban de un aire mágico que entusiasmó a Mira. En el lateral podía leerse Academia FireWell, lo que hizo saber a la chica que estaba en el lugar correcto. Allí no había nadie más que la extraña chica a la que Mira había perseguido por la estación. Dejó sus pertenecías en el suelo, tal como había visto hacer a la desconocida, y subió a bordo para acomodarse. Se sentía nerviosa y un poco entusiasmada por primera vez de que había empezado toda esta aventura. Reparó un poco en el aspecto de la muchacha. Era muy rubia, algo despeinada, y pálida como si no hubiera visto un rayo de luz en su vida al contrario que Mira que era morena por naturaleza. La chica, sin ni si quiera darse la vuelta para Mirar a Mira dijo:
Mira se sonrojó de inmediato. Suerte que la chica ni si quiera la miraba para ver lo colorada que estaba. Se sentía avergonzada. ¿Cómo se había dado cuenta ella de que la miraba? ¡Si ni si quiera estaba mirando!