Mira más allá

Capítulo 2

La fiesta, más allá de ser una fiesta, es una divertida reunión de compañeros. Nuestras juntas constan de muchos aperitivos, gaseosas —o algo de alcohol, nunca demasiado—, música bailable, juegos de video, películas, karaoke... Son agradables, pues por un lado ves un grupo que juega ese popular juego de baile, y por el otro solo chicos conversando.

—¡Vamos, Alec! —porrea Britt a su mejor amigo, que está haciendo barras en el marco de la puerta de la cocina. Ya lleva veintidós, y si logra alcanzar las treinta todos los que apostamos en su contra tendremos que grabarnos diciendo lo mucho que admiramos al chico, y subirlo nuestras redes sociales.

Por supuesto, yo aposté en contra, y con mucha seguridad.

El chico cae de espaldas al suelo a solo cuatro números de alcanzar su meta, y entre risas disfrutamos de su cara echa un tomate por el esfuerzo dado.

Divertirme con mis compañeros de clases logró hacerme sentir bien luego de la vergonzosa charla con Ian Lukasiac, cuyas palabras me desanimaron más de lo que creí. En el camino a la fiesta, Jake me preguntó reiteradas veces qué me pasaba, y yo solo le dije que no sucedía nada.

Nunca nadie me había tratado así. Siempre he estado acostumbrada a caerle bien a la gente, pues hago lo posible para ser cordial y amigable. Sé bien que es imposible agradar a todo mundo, pero el que te digan en la cara que eres molesta es bastante desagradable.

Dejo la negatividad de lado, y busco con la mirada a mi amigo, que está destruyendo a los demás en el juego de baile.

—¿Ves de lo que te pierdes siempre? —me recuerda Emily—. Piénsalo dos veces la próxima vez que vayas a rechazar nuestra invitación a una fiesta.

—Lo admito, es divertido —asiento a la pelinegra.

Las tres nos separamos del resto un rato para charlar en el patio, viendo las estrellas. Me alegra haber venido hoy. Es muy probable que Emily se vaya a la ciudad por las vacaciones, así que las veces que vea a Britt serán las únicas donde disfrutaré con amigas. Tristemente, mi deseo de una chica de mi edad en el edificio fue frustrado, y en cambio recibí a un gruñón odioso.

—¿En serio te dijo todo eso? —pregunta Britt sorprendida, luego de que les he contado todo lo que pasó—. Yo lo hubiera golpeado, qué asco de tipo.

—Tú resuelves todo con golpes —Emily pone sus ojos en blanco—. No sabes que hay dentro de su cabeza, tal vez está triste por mudarse, o simplemente no era su día. Hay veces en que soy tan odiosa como él.

—¿Qué? No puedo creer que defiendas a un chico tan antipático —dice ofendida Britt.

—No lo defiendo, solo digo que Miranda no debe molestarse o tomarlo personal, no sabe que pasa en realidad.

—En realidad no estoy molesta con él ya —les interrumpo—. O sea, si fue feo que me hablara así, y me dio mucha vergüenza, pero no puedo hacer nada. Sólo lo dejaré en paz como quiere, supongo que también hablé mucho —me encojo de hombros.

—¿Ves? Ya le pegaste lo boba —me señala Britt.

Las tres reímos y no damos más cabida al tema. Aunque miento si digo que no me deja pensando un largo rato.

—Quién diría que alguien tan guapo como Jake tendría la afición de bailar en una consola —comenta la rubia, que desde siempre ha estado platónicamente enamorada de él.

—Y no es lo menos acorde a su apariencia —suelto una risita.

—¿En serio no tiene novia? —pregunta Emily curiosa.

—No, no tiene, lleva bastantes años soltero —respondo. Eso es algo que hasta a mí me sorprende.

—Me pregunto qué suertuda criatura se ganará su corazón —dramatiza Britt.

—Puedes intentarlo, si tanto te gusta. Solo digo —sugiero.

—Alto ahí, loca. Mi amor es meramente platónico —aclara—. No me imagino en una relación con él, ya es mucho que a veces me hable cuando estoy contigo.

Luego de esa muy femenina charla, volvemos adentro para ver quién ganará el torneo de baile de una vez por todas. Jake, contra todo pronóstico, es derrotado de forma salvaje por Abey, del grupo de porristas de la escuela.

La ''fiesta'' se vuelve más movida cuando ponen música en las bocinas a un volumen bastante alto, y como si el ritmo moviera a todos, nos volvemos un revoltijo de gente bailando. Algunos lo hacen muy bien, otros simplemente gozan de agitarse como gusanos con sal.

De un momento a otro tengo a Jake frente a mí, desparramando movimientos seguramente sacados del juego de baile. En comparación, yo solo doy pasos torpes mientras que él es un profesional. Es guapo, modelo, trabajador, divertido y además bailarín. Qué virtuoso es mi mejor amigo.

—No te vendrían mal unas clases de baile, ¿eh? —insinúa, acercándose a mí para que lo escuche por encima de la música.

—¿O sea que bailo mal? —pongo mi mano en mi pecho.

—No tanto, solo das un poquito de lastima nada más —me guiña el ojo.

Le golpeo el hombro entre risas, y así disfrutamos otro rato hasta que se hacen la una de la mañana y es hora de que nos devolvamos a la residencia.

—Adiós, chicos —me despido de mis compañeros, al menos de los que notan que me estoy yendo. Ellos responden agitando sus manos en el aire.

Emily y Britt me acompañan hasta el auto.

—Cuídate, linda —me dice la rubia—. Hablemos para salir luego.

—Te diría lo mismo, pero seguro no piso el pueblo hasta que acaben las vacaciones, así que... —Emily si encoje de hombros.

Chao, chao. Abrazos. Camino de vuelta.

Tengo bastante sueño, pues no acostumbro a dormir tan tarde. Al llegar, me voy directo a mi piso, casi sin despedirme de Jake, que decide comer algo antes. Entro con mucho silencio para no despertar a mi abuelo, cosa que es difícil a menos que haga ruidos justo en su habitación. Ese hombre es un tronco cuando duerme.

Apenas tengo energía para ponerme el pijama. Cuando lo hago, me tiro a la cama y no me doy cuenta en qué momento caigo dormida.




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