—Estoy feliz por ti —me dice Ian desde el teléfono.
Luego de hablar con mi padre me fui a mi habitación para hablar con él, más me dijo que las chicas no le dejaron distraerse pues seguían estudiando. Tuve que esperar unas dos horas hasta que él mismo me llamo y pude contarle mi avance con mi padre. Pasamos el tema hace varios minutos, y hasta ahora es que me dice esto.
—Dímelo a mí —suelto con una enorme sonrisa—. De verdad nunca esperé que las cosas se volvieran así con mi papá. Es un tipo complicado, pero pudo explicarme todo y siento que, luego de mucho tiempo, vuelvo a verlo con cariño.
—Perfecto, ya no veré las películas donde participa con el remordimiento de ver a un tipo malo —bromea.
—Oh, y quiere conocerte —le menciono, pues el detalle se me había pasado.
—¡¿Qué?! —su tono cambia a uno más alto—. ¿C-como que quiere conocerme? —pregunta.
—Pues... Me oyó hablarte por teléfono y preguntó si eras mi novio, le conté todo y me dijo eso —resumo—. No justo ahora, pero un día, si estás se acuerdo.
—Supongo que no tengo opción.
—Tienes la opción de decir que no —levanto una ceja por lo obvio que es.
—Estoy bastante seguro de que quieres que lo haga —contraataca—, y no puedo negarme si llega la ocasión, es tu padre, y puede que lo admire un poco por su trabajo —escucho como suspira—. ¿Ves? A esto me refería cuando decía que no estaba listo para ser oficialmente novios. Apenas sé cómo no responder de forma tan odiosa a alguien desconocido, no creo que le caiga muy bien mi personalidad.
—Al contrario, creo que le caerás bastante bien por eso mismo —me muerdo el labio al pensarlo, es cierto.
Mi padre nunca ha sido el hombre más alegre, enérgico y colorido del mundo. Se parece más a Ian de lo que creí: personalidades frías, palabras cortantes y claras, enfoque en sus pasatiempos y trabajos, nivel de irritabilidad alto, gestos amorosos solo con muy allegados... Santo Dios, se llevarían de maravilla.
—De todas maneras, cuando llegue el momento, daré mi mejor esfuerzo de no arruinarlo —bufa cómico.
—Uh, veo que alguien se quiere esmerar en agradarle al padre de la chica que le gusta —canturreo para molestarlo.
—Cállate, tonta, no tiene que ver contigo, quiero conocer a uno de mis directores favoritos —finge desinterés, cosa que ya no funciona.
La charla se va hacia su tediosa tarde junto a mis dos amigas. Estudiaron bastante y el chico las ayudo con algunas cosas que no entendían, más su paciencia duró menos que poco. Aun así, cuando le pregunto si les cae bien, me dice que al menos tengo amigas no tan horrorosas como otras chicas de la escuela —horrorosas por dentro, claro—. No, no las considera amigas, ni cercanas, pero las aguanta porque yo se lo pedí para que no estuviera tan solo todo el tiempo.
—Mas vale que no te enamores de ellas —bromeo.
—Para tu suerte, la señora ''Mamá gallina'' me exaspera con su constante autoritarismo y la ''gritona'' me deja sordo cada vez que se emociona por la mínima cosa, además de que no me gustan rubias —explica.
—Pero... yo soy rubia.
—Ah, cierto, olvidé que me gustas por tu cabello —comenta con sarcasmo—. En todo caso, tu tono de rubio es distinto.
Me hace entender de una forma no tan adorable que le gusto por dentro y no por fuera. ¿Eso debería ofenderme por un lado?
—Entonces... ¿cómo te gustan las chicas físicamente?
—Qué se yo —responde con indiferencia.
—Lo pregunto en serio, idiota —gruño.
El ríe por la bajo y tarda un poco en volver a hablar, supongo que está pensando. No sé si se lo pregunto para ver qué tan acertada soy a su ideal de chica, o si solo es curiosidad. Simplemente deseo saberlo.
—A ver... me gustan las chicas con cabello rubio pálido, largo, ondeado y que por alguna razón nunca está bien peinado y parece un nido de pájaros. Me gustan las chicas con piel clara, nariz pequeña, ojos medianos de color café oscuro y pestañas cortas, que tienen lunares en la sien, en el lado izquierdo de la nariz, dos en el cuello y un montón en la espalda, cejas sin arreglar, labios pequeños que a veces están rotos porque no sabe lo que es un bálsamo, dientes de abajo medio chuecos que te hacen preguntarte por qué no usó frenillos nunca... Me gusta que sean bajitas, que vistan como si nunca salieran de casa, que tengan unas ligeras ojeras a veces, que estornuden como un camionero, que en la mañana tenga el aliento más terrorífico del mundo, que su cuerpo sea tan llamativo como un roca y que aun así no pueda dejar de verla porque todo lo que la hace hermosa es su actitud ante un amargado ogro que ni la quería cerca y ahora no desea ni imaginarse el no tenerla fastidiándolo a cada rato —concluye.
No puedo responder por la sorpresa que me ha dado su forma de hablar de repente. Al principio parecía querer hacer la broma de ''te describo a ti porque solo me gustan las chicas como tú'', a la que yo reaccionaría con una risa y un sonrojo; sin embargo, de la nada ha dicho cosas tan puntuales sobre mí que no puedo creer que las haya notado, sobre todo los lunares. ¿Qué tanto me ha visto? ¿Qué tanto me ha observado sin que yo lo note para poder describirme de una manera que ni mi mejor amiga podría lograr?
Tengo los ojos aguados de la emoción, nadie había dicho cosas tan lindas y a la vez reales de mí, incluyendo el hecho de todos los defectos que sonaron como halagos viniendo de su boca. Lo dijo de forma tan lenta, clara y adorable que no me puedo creer que haya sido algo que le salió de repente. ¿Habrá preparado un discurso tan lindo solo para el momento en que yo preguntara algo así?
—¿Miranda? —me llama.
—Aquí estoy —digo volviendo al mundo real.
—Creo que me excedí un poco —ríe con nervios—, pero ya sabes el tipo de chica que me gusta. ¿Satisfecha?
—Sí, lo estoy —seco mis ojos medio húmedos—. Ya quiero verte mañana.