Tardó unos instantes en reaccionar y le respondo de la misma manera. Sus labios aumentan la velocidad, como si estuviera hambriento de ellos. Suelta un jadeo cuando abro la boca por completo. Ambos nos aferramos con fuerza, yo de su cabello y pecho y el de mi cintura.
De un momento a otro me tiene pegada a la pared, no sé si es la intensidad del momento, pero tengo que separar para que me deje de besar. Antes de hablar tomó aire y me recuesto en la pared.
—Lo que estamos haciendo es una estupidez — digo mientras regulo mi respiración —, alguien nos podría ver.
—¿Y? — se encoge de hombros.
—¿Cómo que y? — lo imito exagerada, suelta una carcajada —. ¿No has pensado en lo que pasaría si alguien nos ve?
—No — responde sin importancia.
—¡Pues yo sí y sería un desastre!
—Si te soy sincero, no estaba pensando en eso hace unos segundos — recuesta las manos en la pared dejándolas en cada lado de mi cabeza.
—En verdad no te preocupa — le digo tratando que su cercanía no me afecte —, será mejor que me vaya — intentó salir de la prisión que acaba de hacer quitando su mano, pero el chico no se mueve —, permiso por favor — le señalo el brazo.
—Quítala — me dice divertido.
Suspiro.
Intentó quitar su mano otra vez, pero la mantiene con fuerza. La vuelvo a empujar, pero Skandar sigue sin ceder, cuando lo vuelvo a ver noto que está aguantando la risa.
—¡Muévete ya! — le vuelvo a pedir. Y cuando me doy cuenta de que no se va a mover, le doy un golpe en el hombro sin medir la fuerza, la regreso cuando veo su expresión de sorpresa.
—Auch — exclama sobándose —, has estado haciendo ejercicio ¿No es así?
—¿Por qué la pregunta? — le digo bajando mi mirada.
¿Qué tanto ve?
—Porque te noto fuerte.
—¿Fuerte? — pongo ambas manos en mis caderas —. Me estás llamando debilucha.
—No lo pensé de esa manera, pero si tú lo dices — hace una mueca frunciendo los labios —. A lo que me refiero es que te he notado más intensa — dice tras pensar un rato.
—Ve al grano — mascullo viendo a los lados —. ¿A qué te refieres?
—Bien, seré explícito — me dije cerrando la distancia —, no has pasado de acariciarme de apretarme...
—¡Apretar! — exclamó enrojecida.
—Sí, me dejaste unas marcas rojas en la espalda el sábado — menciona entrecerrando los ojos.
—¡No es cierto! — aclaro a pesar de no estar segura.
—¿Quieres que te enseñe? — me pregunta inclinando su cabeza un poco.
—Deja de hacer ese tipo de comentarios — le digo pegándome por completo a la pared.
—¿Cuáles? — frunce el ceño.
—Sabes de qué te estoy hablando — respondo justo cuando el ruido de una de las cerraduras de las puertas del exterior se mueve.
Antes de poder reaccionar siento como Skandar me jala a un graderío a un lado de las puertas que desciende a una bodega. Bajamos frente a la puerta de la bodega y entraos. Él no cierra la puerta por completo, ambos nos asomamos a la pequeña línea que nos deja ver al exterior.
Por suerte no son personas importantes. Reconozco a Sunny, la secretaría, junto con el profesor Pitts. Ambos entran carcajeándose, la chica le está dando indicaciones a otros cuatro hombres que entran con unas cajas gigantes con llantas abajo.
—Una tiene que ir en recepción, otra en el auditorio y las restantes en los pasillos — señala las cajas, ambos nos tenemos que hacer a un lado para poder ver mejor. Los hombres sin mediar palabra se llevan las cajas a donde Sunny les dijo.
—Y qué dices — le dice el profesor en cuanto se asegura que no hay nadie —, vamos el viernes al Lavo.
—Aún no lo he pensado — le responde la chica acomodándose el cabello.
—Vamos Sun, nos vamos a divertir — le dice acercándose a ella.
—¿Qué se supone que vamos a hacer?
—Pues tomarnos unos tragos, bailar y ya tú me dices después — el hombre la toma de la parte baja de la espalda, muy cerca de su trasero.
—¿Por qué quieres ir conmigo? — le dice resistiéndose.
—Porque te quiero conocer — dice bajando un poco más las manos.
Pongo los ojos en blanco. Ese hombre ha arrasado con más de la mitad del personal femenino de Saint Lincoln. Solo le falta Janice, pero estoy seguro de que el tipo jamás se atrevería a ponerle una mano encima.
Porque, bueno, es Janice.
—Al parecer me has querido conocer desde la semana pasada — le dice la chica suavizando su tono.
—Claro, me cautivaste desde ese día.
—Ah, ¿te cautivé yo o mi disfraz?
—Ambas, fuiste una conejita playboy muy sensual — le volvió a susurrar y casi al mismo tiempo escuchó una risita burlona detrás de mí.
Antes de que se den cuenta, le meto un codazo a Skandar para que se calle. Ambos nos quedamos quietos intentando no hacer el más mínimo ruido, por suerte ni Pitts ni Sunny parecen escucharnos.
—Apuesto a que eso se lo dices a todas — respondió Sunny sin lucir enfadada.
—Claro que no, contigo es diferente — casi bufo de lo estúpido que sonó eso, pero al parecer la secretaria se lo creyó.
—Te confirmo el jueves, aún queda mucho que hacer para el sábado — Sunny acerca su cara a la de Pitts.
—Te estaré esperando — le dice y sin dejarla responder la besa o más bien le mete la lengua hasta la garganta.
Así siguen hasta que empiezan los gemidos, el hombre tiene el descaro de pellizcarle una nalga, y a Sunny no parece molestarle.
—¿Qué tenían esas cajas? — le pregunto a Skandar en un susurro, tratando de evadir la apasionada escena que tenemos a pocos metros, menos mal tiene su cabeza al lado de mi cara y me puede escuchar.
—No solo a mí me gusta la navidad, a todo el estado le fascina las fiestas de fin de año — empieza a decirme en voz baja —, algo que se ve reflejado en los adornos de navidad en Saint Lincoln.
—Oh, supongo que le dará un poco de color a este lugar — menciono tratando de distraerme de los ruidos, pero para mi mala suerte no paran —. ¿Y este par de exhibicionistas cuando piensan irse? — le pregunto cerrando los ojos por un segundo.