Menos mal, porque al fin se oyen sonidos de los micrófonos. En la tarima hay un grupo de personas, entre ellos las dos parejas Cacciatore. Pero en frente de los micrófonos no están ellos, sino dos hombres mayores. El que está del lado de Alfonso es un hombre regordete, moreno y tiene el cabello gris. Por otro lado, el sureño es más alto de menos peso, y las canas acabaron con el color de su cabello.
—¿Quiénes son ellos? — me inclino hacia Violet, esperando una respuesta directa.
—Los asesores de cada lado — responde.
—¿Asesores de qué?
—Para ser más clara, son la mano derecha de cada don, de cada patriarca — me explica paciente —, me sorprende que no hayas visto a Fabio, el hombre llega a menudo a la casa.
Me quedo pensando en su respuesta, quizás lo vi, pero no fue tan importante como para recordarlo. Todos los que van a la casa de Alfonso parecen sus amigos o empleados, no les presto mucha atención.
—Deben ser muy importantes — comento viendo como la mayoría inclina la cabeza al verlos.
—Lo son, Alfonso y Donato no toman ninguna decisión sin antes pedir un consejo u opinión de ambos asesores — me cuenta, algo sorprendente viniendo de Violet —, son los segundos a bordo cariño. Hay que tener mucho cuidado con ellos — eso último lo dice apretando mi mano.
El sonido del micrófono me regresa a la realidad. Ambos asesores están a los lados, en el centro de ellos está una mujer rubia de vestido dorado. Violet me dice que es una abogada sureña, que siempre da la bienvenida. Si le desagrada, no me lo demuestra.
—Damos las gracias eternas a nuestros patriarcas, Don Alfonso y Don Donato Cacciatore por hacer la asamblea posible un año más — dice en cuanto se hace silencio —, y por unirnos como una sola comunidad desde la conciliación por nuestra matriarca Bianca Cacciatore.
En lugar de aplausos, todo el público dice: muchas gracias gran matriarca.
Joseph y yo compartimos una mirada extrañada.
—A continuación, las palabras de bienvenida por los altos asesores — los señala extendiendo los brazos —, Fabio Grimaldi, asesor del norte y Leonardo Testa, asesor del sur — los aplausos no se hacen esperar. Leonardo es el primero en tomar el micrófono y comenzar con su discurso.
—Buenas noches tengan toda la honorable comunidad del estado — empieza a decir, me recuesto en mi silla un poco aburrida, creo que Janice se debe sentir igual que yo, porque esta más concentraba es su copa de vino que en lo que está sucediendo en la tarima. — Hoy nos encontramos aquí, para conmemorar, los sacrificios que nuestros honorables patriarcas han hecho, y si no es por sonar egocéntrico mi persona también — sus palabras son interrumpidas por más aplausos y risas.
—El sacrificio y honor con el que hemos trabajado para ser de este un lugar mejor... — el hombre sigue hablando, pero mi atención se centra en Janice. La mujer de un momento a otro se ha puesto colorada, y su mandíbula cada vez se tensa más. — Gracias por su apoyo y palabras de aliento, gracias por confiar en nuestro trabajo, haremos lo posible por...
Un crack me vuelve a robar la atención. Un crack que provocaron las manos de Janice al presionar con fuerza la copa de vino. Todos los que estamos en la mesa la volteamos a ver alarmados, pero ella no reacciona de ninguna manera lógica. Se queda contemplando los trozos de vidrio en la mesa.
Nadie le dice nada, quizás por temor o incomodidad. Por suerte, es ella la que rompe el silencio.
—No puedo con esta farsa — susurra mientras sacude sus manos.
—Aguanta un poco más — oigo que le susurra Violet, mientras aprieta su hombro —, esto será rápido.
—No, no puedo yo... — se levanta de improviso —, me tengo que ir.
—¿A dónde? — le pregunta Violet alarmada.
—A tomar aire, relájate — le responde impaciente, las manos no le han dejado de temblar —, ya vengo — dice justo antes de salir del salón.
Dejo que pasen unos minutos antes de inclinarme cautelosa a Violet.
—¿Qué le pasó a Janice? — me atrevo a preguntar.
—Pon atención Nataly — me responde tajante, me señala el escenario como si fuera lo obvio.
—No puedo, acaso no notaste que Janice quebró una maldita copa — reacciono desesperada —, eso no es...
—Pon atención Nataly — repite de nuevo, en voz baja.
Resignada termino de escuchar la bienvenida de ambos asesores. No mucho después, las parejas Cacciatore hacen entrada al escenario. Ambos patriarcas no se extienden, dan las gracias a cada lado, nombran a miembros de su equipo y a sus familias y listo. El brindis.
Todos alzamos unas copas diciendo salud y tomamos vino, en mi caso jugo de uva. Todos sonríen menos yo, después de la salida abrupta de Janice, imposible que me tranquilice. Todavía lanzaba miradas a las puertas, quizás debería ir en busca de ella. Arrastro un poco mi silla, pero antes de que me pueda levantar Violet me habla.
—¿A dónde crees que vas?
—Por Janice — le digo esperando que me entienda.
—Siéntate, ella vendrá no te preocupes — me ordena —, no es momento que te desaparezcas, ni siquiera conoces el lugar.
—Puedo preguntarles a los empleados de su paradero — insisto nerviosa —, ya se demoró — intento ponerme de pie, pero de nuevo me regresa.
—Ella sabe lo que está haciendo, ella no es una niña — hace una pausa con cada oración —, tú no conoces este lugar, tú te podrías perder y tú tienes un vals en pocos minutos.
Oh, maravilloso. Ese maldito baile.
—Entonces que se supone que haga...
—Nada, no harás nada — me interrumpe —, ella no tardará en venir.
Me rindo, lo bueno es que ya empezaron las presentaciones. No todas son de Saint Lincoln, también muchas asociaciones, empresas pasan a mostrar sus talentos. Se supone que todo tiene una simbología italiana o al menos algo significante que represente a los Cacciatore.
Han pasado dos coros a cantar canciones italianas regionales, unos chicos a declamar y aún más bailes. Fabiola nos había dicho que después de las presentaciones venía la cena, luego era la fiesta. Lo que muchos esperaban era lo que sucede después, la firma de conciliación de paz. La renovación del contrato.