Mirada Cruel

Capítulo 86

Skandar me guía por unas escaleras alternas. Ahí hay un elevador solo para el personal, bajaremos y nos separaremos en el primer piso. Él irá directo al salón y yo cerca del salón de los coros. Le pregunto cómo tiene acceso a la parte del personal, me responde que es amigo de uno de los socios del hotel. En realidad, no estoy sorprendida.

En lugar de entrar al auditorio, cambió de rumbo al baño. El espejo me recibe con una vista un poco espantosa, lo digo por mi cabello desordenado. Me toma unos minutos arreglarlo lo mejor que puedo, antes de salir hacia el salón.

Cuando regresó al salón, me doy cuenta de que ya nadie está bailando, incluso la iluminación cambió. La pista está vacía, a excepción de una mesa de cristal en el centro y unos cuantos micrófonos. En la mesa hay unos cuantos papeles dorados y unas plumas del mismo color.

Alguien me abraza por detrás, salto un poco del susto, pero me calmo al ver a Fabiola.

—Nataly cariño — me dice tomando un sorbo de vino, me sonríe hasta dónde puede —, ¿qué tal estuvo el concierto?

—De maravilla — le miento —, cantan muy bien todos.

—Te hubieras quedado aquí, estoy segura de que te hubiera podido presentar a un chico de tu edad — me dice haciendo mala cara —, todavía puedo hacerlo, para que te saque a bailar...

—No es necesario Fabi — interrumpo —, estoy bien, además quedé con mis amigos, para ir a bailar un poco — eso no era falso, Edmon me escribió hace poco y quedamos en vernos después de la firma, en la mesa de vinos.

—Oh, bueno al menos me queda la seguridad de que te vas a divertir — la volteo a ver confusa —, no digo que los villancicos no lo sean — me aclara con rapidez —, pero Nataly, a tu edad preferir ver un show de coros en lugar de bailar...

—Te sorprendería saber lo divertido que son los coros — le digo un poco cínica, en realidad me divierte su comentario, pero me gusta ver como se preocupa por hacerme sentir mal. Deberíamos ir después de la firma...

—No gracias — me dice al segundo, ambas miramos como unos hombres se acercan a la mesa de la pista, Fabiola me toma del codo al instante —, ven, ya es hora, ¿si recuerdas lo que tienes que hacer?

Asiento.

—De memoria Fabi — contesto para que se tranquilice.

—Excelente cariño — está por decirme algo más, pero una chica nos interrumpe.

—Señorita Cacciatore, me necesitaba para algo — se acerca una chica que estoy segura es del servicio.

—Sí, tenemos que hablar del menú de licores — le dice muy seria, me voltea a ver y sonríe —, tampoco es para tanto — la chica le ofrece la carta, pero Fabiola tiene una mano ocupada por su llavero, me vuelve a ver y me lo extiende —, Nataly sostenme esto, por favor.

—Como usted ordene — le digo en burla.

Dejo que hablen en lo que me entretengo con los cincuenta mil llaveros de Fabiola. Me doy cuenta de que todos son de diferentes países, tal como su refrigerador. Bueno, a excepción de un osito y una muñequita. El oso dice Kalia, me imagino que la muñeca dice lo mismo.

O eso creía.

Es de cerámica y se ve maltratada, tengo que acercarme a un foco para poder observar mejor. Cuando la luz la ilumina casi me voy para atrás.

Porque, aunque nunca la he visto, la reconozco.

Es una muñeca de una mujer de pelo castaño, con un traje azul y una maleta. Me acerco aún más para poder leer lo que dicen las letras, aunque tampoco lo necesito.

Porque esa es la muñeca de la caja de música de Lenina. La que le regaló su esposo Dylan Blake.

¡Qué carajo!

Fabiola me pide de regreso el llavero y luego me insta a que camine y nos pongamos en nuestras posiciones iniciales.

En el recorrido me permito pensar en lo que acaba de suceder. ¿A cuenta de qué Fabiola tiene esto? Se supone que debería estar pegado en su caja. Quizás le recuerda a su amiga, quizás Lenina falleció y la recuerda de esa manera.

Entonces porque parece que todo lo que está relacionado con ella se mantiene en secreto. Han intentado desterrar el recuerdo de ella y de Dylan de la manera más escabrosa que he podido presenciar. Borrando cada recuerdo de ella. A excepción de sus diarios, sin eso me atrevía a decir que lo lograron.

Me obligó a mí misma a pensar en lo que me toca hacer ahora, y olvidar todo lo de Fabiola y el llavero. Ya tendré otro momento para indagar en eso y tomar una decisión, tendré que hablar con Janice, frente a frente y sin reservas.

Como es lo obvio, la mesa está dividida. Los del norte el lado derecho, y el sur el izquierdo. No somos las únicas que nos acercamos, están no solo la familia de los Cacciatore, sino los socios de cada patriarca. Estamos unas cuarenta personas en la pista. Mientras que el resto se acerca, alrededor. Me da curiosidad ver que todos están igual de emocionados que yo por lo que se viene.

Busco una cara conocida, por suerte veo a mi hermano acercarse, no muy detrás de él está Violet. Janice prefiere quedarse en el lado del público, en lugar de pasar al frente. Kalia y Alfonso vienen casi al mismo tiempo que mi hermano.

—¿Lista? — me pregunta Alfonso arreglándose las mangas.

—Más que nunca — le aseguro mientras sonrió confiada. Tengo que estarlo, aunque no tengo que dar un gran discurso, solo hacer un juramento y firmar.

—Eso me tranquiliza mucho — me dice Alfonso con una sonrisa.

Desciendo la vista, hacia Kalia, que me enseña su pulgar en señal de buena suerte. Le guiño un ojo en señal de agradecimiento.

—¿Qué pasa? — le pregunto a Joseph que no ha parado de jalar mi mano, me inclino un poco para escucharlo mejor.

—¿Estás segura? — me pregunta entre dientes —, no quiero ser el hermano de la chica que echó a perder la asamblea, hay que cuidar la reputación — alza ambas cejas, burlón.

—¿Acaso no confías en mi pequeñín... tontín? — le pellizcó la nariz y le sonrió de forma forzada.

—Claro, pero es bueno estar seguros — me guiña un ojo confianzudo —, en todo caso, si lo arruinas yo estaré al rescate.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.