Natalie
Lo malo de ser una espía profesional como yo es que encuentras acontecimientos que no estabas buscando. Eso me pasa al día siguiente cuando entro y lo primero que encuentro es a Shawn sosteniendo a Hannah en la mitad del pasillo, ella está refugiada en un pecho que yo quiero tocar, oliendo un aroma que yo quiero oler, abrazando un cuerpo que yo quiero abrazar, sintiendo las respiraciones que yo quiero sentir, escuchando los latidos que… ¡Ya basta!
«Me das pena ajena, Natalie», me digo. «Si sigues así terminarás comiendo sopa a los sesenta para recordar lo que pasó en la cafetería, lo más importante es que será sopa de tus lágrimas de solterona».
Tomo un respiro profundo, no es algo fuera de lo normal. Lo que llama mi atención es que, al parecer, la pobre está llorando. Eso me preocupa porque tal vez tiene algo que ver con Liam, su novio.
No hay chica en esta escuela que sea más linda que Hannah Carson, ella es la representación humana de un pastelillo cubierto con crema rosada. Shawn Price está loco por ella, puedo oler a leguas que se muere por salir de la friendzone.
¿Hannah necesita un hombro para llorar? Ahí está él. ¿Hannah no puede cargar su bolso? Él lo hace con gusto.
Me lo imagino como un perrito moviendo la colita cada vez que ella se le acerca.
—Deja de mirarlos, Natalie Drop, se van a dar cuenta y te tacharán de acosadora, yo lo haría si me miraras con esa cara todos los días —Jas se planta frente a mí, tiene un libro abierto en sus manos, uno de los bordes se encaja en su estómago mientras lo sostiene del lado opuesto.
Mi mejor amiga es una lectora empedernida, se sabe de memoria los diálogos de los libros de Shakespeare, posee dos colecciones distintas de Harry Potter —no me pregunten por qué, no logro comprenderlo— y colecciona diferentes versiones de sus favoritos. En su recámara hay un librero de techo a piso repleto de libros acomodados por colores, de todos los tamaños y grosores, con dibujos y letras diminutas. Si quieres saber de libros, pregúntale a Jasmine Campbell.
—¿Sabes algo? —pregunto. Acomodo el cordón del bolso en mi hombro y recargo todo el peso en una de mis piernas.
—¿Por qué te lo diría? No me gusta cuando te pones triste, Nat —responde. Hago un puchero sacando mi labio inferior, para acompañar el cuadro junto a mis palmas, como si estuviera suplicando—. No, y no me pongas esa cara.
—Por favorcito.
Gira los ojos, exasperada. Cuando conocí a Hannah en primer año ya era novia de William Baker, han estado juntos desde hace años, pero en ocasiones creo que él no la soporta, lo cual me parece irónico, ya que media escuela daría cualquier cosa por salir con ella; la otra mitad son chicos homosexuales.
—Ya sabes que nadie entiende la relación de Liam con Hannah, son muy raros, unos dicen que no la quiere y la utiliza, otros que sí la quiere, solo que es un idiota; yo creo que es un idiota cualquiera que sea la verdad. —Encoje los hombros y da un paso para acercarse—. Al parecer hizo que renunciara al equipo de básquetbol, ella dejó su puesto ayer, el chisme corrió como la pólvora.
—Oh.
—¿Puedo darte un consejo? —Extiende su brazo y agarra mi hombro, me da un apretón. Asiento, dudosa, no es que no quiera escuchar los consejos de Jas, es que tiende a sobreprotegerme como si fuera una mamá gallina—. Olvida a Shawn, Nat, busquemos otro trasero caliente que no esté babeando por una chica que no eres tú.
Quiero decirle que no es tan fácil como cree, o tal vez sí lo es y yo solo estoy aferrada a la nada.
—No lo sé, Jas.
El timbre suena creando caos, ella se escapa lanzándome un beso y corre hacia su clase, todos se arremolinan porque nos dan determinado tiempo para llegar si no queremos falta. Camino dando zancadas, me percato de que Hannah se ha ido, él se queda quieto mirándola partir. En ese instante eleva la vista, coincidimos. Rápidamente dejo de mirarlo y sigo mi camino.
No sé por qué siempre tengo que luchar contra mi almuerzo, primero el caldo y ahora esta estúpida lata de refresco, no puedo abrirla, solo falta que me explote en el rostro. Lanzo un suspiro melancólico, dándome por vencida, la coloco en la mesa junto a mi bandeja.
Jasmine y Greg están formados, estoy en la mesa de la cafetería junto a algunos integrantes del equipo de fútbol.
Observo con añoranza mi lata, y de pronto una mano la coge. Tengo que alzar la cabeza para ver quién ha tomado mi gaseosa. Se me corta la respiración, Shawn me sonríe al tiempo que tuerce la ficha con éxito, vuelve a colocarla en su lugar. Lo observo con asombro, esboza una sonrisa de lado y me regala un guiño.
Joder, ¿cómo se supone que voy a pensar en otro chico cuando este sujeto lucha con el refresco por mí y después me guiña el ojo sensualmente?
Estupefacta, estudio todos sus movimientos, se sienta en la silla más cercana a mí y se gira para mirarme. No sé qué decir, así que me quedo callada.
—Te vi sola y quise venir a saludar, has mostrado muy poco interés en mi guardarropa, la mancha salió después de la décima lavada. —La cara se me quiere caer de la vergüenza, siento las mejillas y las orejas calientes. Me muerdo la lengua a pesar de que quiero disculparme por haber estropeado su ropa—. ¿Te caigo mal?
—¿Qué? —pregunto con sorpresa, incluso me echo hacia atrás debido al impacto. ¿En qué dimensión podría este sujeto caerme mal?
—Pregunto porque me ignoraste en el pasillo más temprano. —Su cabeza se ladea. Dios, y yo que pensé que iba a ignorarme.
—N-no e-es eso, me agradas… Digo, me caes bien.
—¿Segura? —insiste.
—Sí, es solo que me pones un poco nerviosa. —¡Mierda! Apenas lo digo mis párpados se abren tanto que duele.
—¿Nerviosa?
Mis dedos inquietos juguetean con la bandeja, no sé si estoy respirando.
—N-no, que estoy nerviosa por otras cosas y por eso no me di cuenta de lo que sea que has dicho. —Ahora sí, creo que voy a explotar, seguramente parezco un tomate. Él lanza una risita, me mortifico todavía más, quiero abanicarme.