Miradas Azucaradas

diez

Natalie

Tarareo la canción que Shawn cantó ayer, no ha salido de mi mente, creo que hasta soñé con la tonada.

Cierro los ojos para que el champú no entre en mis ojos. Finjo que el gel, el jabón y los azulejos son personas que han venido a mi show. Me ahorro las presentaciones porque seguramente están ansiosos, aquí es el único lugar donde no me aventarán tomates.

—I want that red velvet, I want that sugar sweet, don’t let nobody touch it, unless that somebody is me… —canto en voz alta al tiempo que mis dedos masajean mi cuero cabelludo—. Sugar, yes please, won’t you come and put it down on me…

Alguien aporrea la puerta, brinco del susto y detengo mi concierto. Querido jabón, tendrás que esperar por mi hermosa voz.

—¡¿Podrías callarte?! ¡¡Tus aullidos harán que me explote la cabeza!! —Cecile grita del otro lado, me saca una risotada.

Le contesto canturreando el resto del coro, voy a enjuagarme la espuma cuando alguien le jala a algún baño y, sin que pueda evitarlo, sucede.

—¡¡Mierda!! —grito al sentir el agua helada estampándose en mi desnudez. Se estrella en mi cuerpo, ¡hija de su mamá con bolas de ping pong!—. Mierda, mierda.

El jabón entra en mis ojos y me pica, ¡maldito! No me aventó tomates, encontró un modo más efectivo para vengarse.

—Ay —me quejo. Saco la mitad de mi cuerpo del chorro para que solo se enfríe la parte de arriba. Tallo mis ojos en el agua hasta que el ardor es casi imperceptible—. ¡Vas a pagar por esto, versión cuatro de Avril Lavigne!

Escucho las risas de mis hermanos en alguna parte, ¡casi me dejan ciega!

No me demoro más de la cuenta, la inspiración se me ha ido, ahora parezco un pingüino tembloroso que acaba de salir de Alaska. ¿Necesito que alguien me caliente? No caigas en el pecado otra vez, Natalie, no pienses en sus muslos a tu alrededor, mejor sí, quizá así recupere el calor corporal.

Elijo mi vestuario una vez afuera de la ducha: un pantalón de mezclilla, unas sandalias y una blusa rosa. Cepillo mi cabello, que me roza los hombros, y más nada.

Salgo de la habitación mirando a todas partes, buscando a los enemigos. Al parecer no hay señal de ellos, me la van a pagar, eso sí. Bajo las escaleras y me interno en la cocina, mis ojos se entrecierran al mirarlos sentados en la mesa apretujando los labios, reteniendo la risa.

Mamá me ofrece un plato con huevos revueltos y un panecillo, se me olvida lo mal que inicié mi día… Solo por ahora, porque en cuanto pueda me vengaré, les enseñaré que puedo ser una chica mala.

—No sé qué está pensando tu cabecita, Natalie, pero ni se te ocurra hacer uno de tus planes como el de aquella vez, porque te castigaré —dice mamá, hago como si no estuviera maquinando mi plan perverso. Mi última venganza no resultó como pretendía, el par de enanos pusieron aceite en mi jugo de manzana, entonces yo puse hormigas en sus cereales. No funcionó porque fue mamá la que se sirvió el cereal, no me dejó salir a ninguna parte durante meses—. Además, sabes que cantas horrible, cariño.

—¡Mamá! —exclamo, indignada. Ha arruinado mi esperanza de ser la próxima Miley Cyrus, quería columpiarme en una bola gigante. Escucho de fondo las carcajadas de los renacuajos y me quedo enfurruñada en la silla, saboreando mi desayuno.

 

 

Desciendo del coche de mi madre después de darle un beso en la mejilla, busco a Jas con la mirada y la encuentro sacudiendo su mano en una jardinera, así que corro para contarle sobre la cita antes de que llegue Greg y se la coma.

—¡¡Cuéntame!! —grita, eufórica, incluso algunos chicos voltean.

Amo a Jasmine, soy la mugre de su uña, soy la cremita de su oreo, soy las chispitas de su galleta, es mi mejor amiga y sé que puedo contar con ella si lo necesito; así como ella sabe que estaré cuando lo necesite.

Nos conocimos porque llevábamos biología juntas, descubrí que era admiradora de Maroon 5 al ver su cuaderno lleno de dibujos de su discografía. Lo mejor fue que no quería desnudar a Adam Levine —Adam es mío, nadie más que yo puede desnudarlo—, entonces supe que seríamos grandes amigas. El resto fue fácil porque nuestras personalidades son muy parecidas.

—¡Dijo que quiere conocerme! —exclamo en un susurro, no quiero que alguien escuche acerca de mi cita. Soy una persona supersticiosa, quizá se echará todo a perder. Va a gritar, pero me lanzo y tapo su boca con mi palma—. Fue hermoso, me hice un raspón y limpió mi rodilla. Mientras bailábamos en medio de un parque me cantó al oído, me dejó sentarme delante de él en su motocicleta. Estuvimos hablando de cosas. Dios, fue perfecto, Shawn es perfecto.

Siento su sonrisa debajo de mi mano, la suelto y doy un paso atrás, sé que ya no se pondrá a gritar cada cosa que diga.

—¿Ya estás planeando la boda? Recuerda buscar nombres de pediatras para cuando tengan bebés. —Está bromeando, sin embargo, no puedo reír. Se da cuenta de mi silencio momentáneo, su gesto divertido cae y frunce el ceño—. ¿Qué pasa?

—Que quiera conocerme no significa que vaya a sentir algo por mí, él sigue queriendo a Hannah. Tengo miedo de que entre en mi vida y luego decida marcharse, no soporto las despedidas.

Jas entiende muy bien de lo que estoy hablando. Cuando papá se fue de casa pasé semanas enteras llorando, ella cepillaba mi cabello todas las tardes y compraba palomitas de maíz para animarme. Todavía no acepto que papá tomara la decisión de irse, de dejarnos, no he hablado con él desde que pasó, a pesar de que cada semana recibo un correo electrónico. Estoy enojada, también lo extraño y no quiero extrañar más cosas.

Sé que si Shawn decide que no puede sentir nada por mí será algo muy doloroso porque estoy perdida por él, aunque no lo sepa. No pienso decirle que me lo pasaba espiándolo a escondidas, pensará que soy una lunática.

—Oh, Nat, no creo que puedas resistir si el chico viene a ti, solo déjate llevar. No lo sé, no quiero que sufras, si te hace algo malo le cortaré las pelotas y te compraré mucho helado y papas fritas. Eso haría una buena BFF. —Sonrío.



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En el texto hay: comedia, amor, amistad

Editado: 16.04.2020

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