FRÁNCFORT DE MENO, ALEMANIA
Ni con todos los calmantes que me dió el médico pude dormir en toda la noche. Juro que no hice más que quejarme y es que el dolor en la rodilla derecha es demasiado molesto, hasta que las chicas con las que comparto departamento no las dejé conciliar el sueño. Siento sus miradas en mí y no las culpo, yo en su lugar no estaría más que puteando a la persona que no nos deja dormir.
- Te aseguro que lo tuyo no es más que un simple dolor Valen.- la voz de Jimena me saca de mis pensamientos. Compartimos la saga central tantos años, aparte de ser mi mejor amiga del que me dio el fútbol-. Esto no fue solo un pinchazo, ¿Algunas de ustedes vieron como se le clavó el pie?
- Miraba la pelota, cuando quise darme cuenta escuchaba el grito de Romina pidiendo parar el juego.- ahora escucho la voz de Ángela, otra de las chicas con las que comparto el departamento y una de las dos colombianas de las que compartimos el lugar- Estaremos contigo para lo que sea, solo espero que sea algo del momento.- suelta un largo suspiro y se sienta a mi lado.
- Será mejor que vayas a la clínica y sacarnos de la duda.- cierro los ojos al escuchar a Romina y muerdo mis labios para no gritar. ¡El dolor es insoportable!
- Una de nosotras te acompañará, no estás en condiciones de manejar...- sigue Jimena.
- No es necesario,- la interrumpo y todas me miran mal- iré en un taxi. No pueden perder el entrenamiento, estamos a mitad de temporada como para abandonar el entrenamiento por un rato.
Y es que no tenemos que perder el ritmo cuando estamos pisándole los talones a las líderes del torneo. ¡Imposible! No puedo hacer eso o seré quien llevará la culpa por ser una mala influencia para ellas.
A regañadientes se despiden de mí con un nos vemos al mediodía y salen del departamento. Hago el intento de terminar el desayuno, pero mi estómago no soporta un bocado más y ni hablar del dolor tan latente que por cada movimiento es peor. ¡No aguanto más!
Agarro mi celular y lo desbloqueo, y me sorprendo con tantas notificaciones. Muchas de ellas provienen de WhatsApp como de mis redes sociales, mensajes dándome ánimos y una pronta recuperación. Una sonrisa aparece en mis labios y no puedo evitar emocionarme, es que a pesar de no conocerlos velan por mi bienestar. Entro a la aplicación de Instagram y me saco una selfie con un pulgar para arriba.
Gracias a todos por sus mensajes de apoyo y volveré mucho más fuerte que antes...
Lo escribo en español y inglés. Estoy en la duda de publicar, pero no puedo dejarlos en banda. Y lo publico. No tarda mucho en vibrar, solo lo ignoro por un rato para entrar a WhatsApp. Gran parte de los mensajes son del grupo que la capitana creó para estar comunicados entre nosotras y el cuerpo técnico. El primero que leo es la kinesióloga recordándome que me espera en el consultorio del club. Los demás son las mismas preguntas: cómo me encuentro y las respuestas respondidas por las chicas que convivo.
Hola a todos!!! No estoy mucho mejor que ayer y tengo testigos...
Estoy por llamar un taxi para llegar al consultorio, esperame que en un rato salgo...
¡Menos mal que volvió a funcionar! Ya me estaría volviendo loca, son un caso perdido. Recuerdo la última vez que tuve que llamar uno y me pasó de todo, desde los minutos de tardanza como el de discutir con el taxista porque se negaba a verme como una futbolista. Seré profesional y todo lo que quiera, pero el machismo sigue vigente para la desgracia de las que vivimos todas.
Para mi buena suerte, hay vehículo disponible y no tardará mucho en llegar. Agarro todo lo que necesito y lo guardo en la mochila, tampoco sé cuanto voy a tardar allá. El coche llega y la mujer, que no pasa los treinta años, no deja de mirarme sorprendida.
- ¡Valentina Ferro!- sonrío al verla muy ruborizada y ella no deja de parpadear. Mi nombre suena raro dicho por un alemán, o en este caso una alemana. Baja del auto y me ayuda a acomodarme en los asientos traseros.
- Bitte, bright mich ins krankenhaus.*- le digo en alemán, ya que me lo hicieron aprender por emergencias como ésta.
- Es tut mir leid, was passiert ist.**- entrecierro los ojos y trato de traducir en mi mente lo que me quiso decir. Cree que sé hablar su idioma.
Al final le termino diciendo en inglés que no entiendo el idioma. Lo bueno es que ella sí me entendió lo que le dije y me dice lo que me había contestado en alemán. Hablamos mientras se incorpora al tráfico matutino y hace su camino a la clínica.
- Creo que estás de suerte, si no me equivoco tengo una camiseta...- me sobresalto al escuchar un grito y veo a la conductora exaltada.
- ¡No lo puedo creer! Juro que este es el mejor día de mi vida...- y no deja de hablar durante el camino.
No hago mas que responder en monosílabos, o moviendo la cabeza tanto negando como asintiendo a sus preguntas. En un semáforo aprovecho a buscar la bendita camiseta para regalárselo... ¡Dios! ¡No deja de hablar! Convivo con mujeres que hablan hasta por los codos, pero esta mujer les pasa el trapo a todas ellas.
Al llegar a destino, me ayuda a bajar del auto. Algo bueno tiene a pesar de que estoy aturdida de lo mucho que habló. Le regalo la camiseta y me abraza toda emocionada, olvidando de que tengo un dolor de rodilla increíble al moverme de un lado a otro y se disculpa al escuchar quejidos de mi parte. Agarra mi mochila y me ayuda a escalar hasta la entrada de la clínica, se lo agradezco mucho porque no podría haberlo hecho sola. Por último y no menos importante, para Nadja y del que al menos me dijo su nombre, nos saca una foto y vuelve a su auto muy contenta.
- Pues creí que no te soltaría más.- escucho una voz de mujer que se mezcla entre el español y alemán. Me giro hasta encontrarme con una mujer de pelo negro, piel blanca como el papel y ojos color miel... Es Ingrid, la kinesióloga del equipo. Lleva tiempo aprendiendo el idioma, motivo por el que se anima a hablar sin importar como le salga- Demasiado impertinente...