Sus ojos cerrados lo hacían ver tan tranquilo, como si nada le preocupara, como si su conciencia estuviera en paz. Mientras que en mi mente no dejaba de maquinar esas ideas, las que me recalcaban una y otra vez que algo estaba mal. No conmigo, sino con él.
Horas antes, sin previo aviso llegó, sólo me dio un beso creyendo que estaba dormida y se acostó a mi lado, cosa que me sorprendió, ya que, por sus actitudes, creí que no quería tocarme.
Cayó inconsciente en un segundo, estaba aún sin quitarse la ropa de trabajo, ni siquiera el calzado, por lo que cuando verifique su profundo sueño, me levanté, le quité los zapatos y su saco, para arroparlo sólo con las sábanas, como si fuera un niño.
Aún en la oscuridad de la noche, con los rayos de la luna invadiendo débilmente la habitación, a través de las ventanas abiertas debido al calor, me permití contemplarlo. Su rostro sereno, sin una señal de tener mal sueño, con su respiración pesada y tranquila. Así como estaba, se parecía al hombre del que me enamoré. El problema, es que solo lo era cuando dormía...
Los siguientes días fueron aún más extraños. Su bipolaridad me asustaba. Además de seguir recibiendo llamadas de números desconocidos y no querer atender frente a mí, se sumó el hecho de que salía rápidamente cómo si se tratara de una emergencia, pero cuando se lo preguntaba, siempre respondía:
“Nada de lo que debas preocuparte”
Así, cortante, sin más explicaciones. Por supuesto que no iba a decir nada, lo que menos deseaba era discutir, hasta ese día.
(...)
A un costado del armario, con las puertas cerradas y la ropa cubriéndome, mientras las lágrimas caían por mi rostro, intentaba no hacer demasiado ruido.
Los sollozos querían salir con fuerza por mi garganta, pero los mantenía dentro, para que él no me escuchara. No quería que supiera cuánto me afectó, menos que me viera débil.
Sabía que estaba sentado del otro lado, el era consciente de que sus palabras me hirieron demasiado.
En la hora de la cena, pasó lo típico, siempre a ese horario entraban las llamadas desconocidas, sólo que esta vez atendí yo.
Una voz femenina fue la que respondió. En ese momento, sentí como mi corazón se estrujó.
Su cara se transformó cuando me vio con su celular en mi oído. Sin decir nada me lo arrebató violentamente. Sólo pude observar incrédula, le pregunté lo más calmadamente posible quien era esa persona, pero no respondió.
Intenté quitarle el celular, mientras furiosa le gritaba cosas. Me tiró al suelo, me llamó loca por desconfiar de él ¿Cómo no hacerlo, si no respondía a mis preguntas y actuaba extraño desde hace meses?
La discusión, el que me llamara loca y que supuestamente me engañara, no, eso no fue lo que provocó mi angustioso llanto en estos momentos.
“Si pudieras tener un bebé, no estarías tan paranoica”
Eso, eso es lo que me pegó directo en el corazón. Su frialdad al soltar cada palabra, su mirada dura.
Aunque luego me repetía una y otra vez, a través de esa fina madera un “Lo siento” “No fue mi intención decir eso” “Por favor perdóname” “Te amo” ya algo se había roto dentro de mí y si algún día se llegaba a reparar, sabía que nada volvería a ser lo mismo...
Los amo.
Gracias por seguir allí ❤️
(Ig:adeleen_escritora)
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Editado: 19.07.2022