Existen algunas reglas en mi casa. Cada día, a la hora del baño, se recoge en una cubeta el agua fría hasta que sale la caliente. Es agua limpia que se usa para lavar las manos o el inodoro. Se lava la ropa una vez por semana y se recolecta el agua residual para trapear, lavar el patio o la banqueta.
En el 2022, conocí la escasez del líquido vital. La zona metropolitana de Nuevo León fue golpeada brutalmente con la falta de agua. Nos la fueron recortando por horas, por días y luego en su totalidad. No estábamos preparados. Cuando me formé en la larga fila de un parque con mis cubetas y las llené de líquido amarillo, me di cuenta que era algo para tomar en serio. Por días, mis hijos y yo la acarreamos hasta la casa. En esos meses la temperatura alcanzaba los 41 grados y debíamos bañarnos con una cantidad que no era suficiente para un bebé. Los vendedores de tinacos duplicaron el precio, los plomeros hicieron su agosto, los escasos botes de agua purificada se vendían a precio de oro. Cerraron las albercas; el horario escolar se recortó; los lavaderos de auto eran mal vistos. Hubo bloqueo de avenidas, robos, insultos y hasta golpes. Los árboles de los parques se veían secos y la tierra resquebrajada. En las faldas de los cerros, los osos bajaban con mayor frecuencia. En las filas vi llegar gente en autos del año aunque se dice que no fue igual para todos. No deseo pasar por lo mismo así que pongo mi granito de arena.
Hoy y siempre ¡Hay que cuidar el agua!
Adriloch