El sábado me levanté temprano y fui a pelarme que andaba alzado y había que dar una buena impresión.
En la casa estaban mi hermana y Mandy preparando el almuerzo como todos los fines de semana.
-Oye que lindo, menos mal que ese hombre te cogió la vuelta porque la vez pasada casi te deja calvo.
Me dijo mi hermana que si por ella fuera yo tuviese el pelo por la cintura.
-A mí no me sirvas Karla que no voy a almorzar.
-Eh ¿Y eso? Mira que Mandy está haciendo su especialidad.
-Sí mi hermano, comida francesa.
Me aclaró Mandy.
-¿Y eso pipo? De cuando acá tú sabes lo que comen los franceses.
-Picadillé con arrocé y frijolé.
Me reí con ganas, siempre Mandy me sacaba unas risas sinceras.
-Bueno me lo guardas para después, no me voy a perder ese manjar.
Me despedí y salí para el parque. Pasé por la cafetería de la esquina para comprarle un dulce a Evelyn. Había genovesa, masa real, tartaleta de guayaba, de coco y señorita.
Ella tenía cara de gustarle la tartaleta de guayaba.
Llegué al parque y no había ni un alma. Me senté en el único banco que estaba en la sombra y a la media hora ya no sabía cómo acomodarme. Me subí en el respaldo del banco para cambiar de posición y en eso la ví doblando la esquina.
Siempre caminaba con esa certeza de que sabía exactamente para dónde iba. Sergito tenía razón, no miraba ni para los lados. Más de uno se le quedó con la vista fija a su paso y eso me hirvió la sangre. Nuevamente entendí a Carolina, hubiera querido meterla en un cartucho y que nadie la mirara; pero eso era un sacrilegio. Ella nació para ser vista, observada y yo no era quien para privarla de eso aunque me molestara.
Cuando levantó la mirada y me vio, me bajé del banco y fui a su encuentro.
Controlé los impulsos de sonarle un beso ahí mismo y opté por saludarla.
-¿Cómo te fue en las clases?
-Ah súper bien.
-Mira te traje un dulce, a esta hora seguro tienes hambre.
-Gracias.
Me dijo y la contemplé comerse la tartaleta en cámara lenta. Aquello era una tortura, no paraba de mirarle la boca dando vueltas de un lado para otro. Me di cuenta que tenía el huequito de encima del labio superior bien pronunciado, eso no era algo muy común, como nada en ella. Tenía deseos de convertirme en tartaleta y meterme en su boca.
De repente me miró y la noté un poco incómoda, no era para menos si yo no le había quitado la vista de encima; así que le pregunté para romper un poco el hielo:
-¿Tú vives lejos de aquí?
-Bastante cerca la verdad. Casi somos vecinos.
No sé cómo no la había visto antes.
Hablamos un buen rato, le conté que estaba terminando el Servicio y que después me iba para la UCI, le hablé de mi familia, me contó de la suya y de sus planes.
La conversación con ella fluía como si la conociera de toda la vida, era divertida y no tenía muchos filtros al hablar. Con mucha educación llamaba a las cosas por su nombre, al pan pan y al vino, vino.
Evelyn era auténtica y se notaba que sabía lo que quería en la vida. Eso me asustaba un poco, no sabía muy bien cómo iba a reaccionar cuando se diera cuenta que yo era como un cometa al viento.
Sin darnos cuenta se nos fue la tarde de aquel sábado. La ví mirar el reloj y abrir los ojos como si se acabara de percatar que llevaba más de 3 horas allí sentada.
-Dioss. ¡Me van a matar!
Dijo alterada.
-¿Te puedo llevar a tu casa?
Le pregunté tratando de estirar aquel momento todo lo que se pudiera. Llevaba semanas soñando con aquel instante así que no quería despegarme de ella todavía.
- A ver no creo que sea lo mejor. Mi mamá ya llegó del trabajo y me va a preguntar quién eres tú.
Me tiró un cubo de agua fría arriba. No sabía si estaba poniendo a su mamá como una excusa para salir de mí o si era sincera. Me arriesgué:
-Eso no tiene problema. Le dices que soy Marcos, el que va a ser el padre de sus nietos.
La miré a los ojos. Comprendí que llevaba toda la vida preparándome para ella. Cada mujer que había conocido, cada cosa que había hecho eran la antesala de aquel momento. Todo quedó atrás, el cazador pasó a ser la presa, estaba irremediablemente atrapado en su mirada y no tenía intención de soltarme.
La tomé por la cintura y sin pensar en nada más la besé. Ya había escuchado de otras personas que yo era un insensible, que no tenía sentimientos, que era frío como el hielo.
Me lo habían dicho tantas veces que ya era parte de mí y no me afectaba. Yo era así.
¡Cuánta equivocación! De todas y de mí.
Ese beso me removió los cimientos de todo mi mundo, lo que creía o pensaba dejó de tener importancia. Por un segundo ya no era Marcos el peligro del barrio, y volví a ser aquel chiquillo en la playa, delante de una Malena y sin saber qué hacer.
El roce de sus labios contra los míos fue suave y delicado, pero al mismo tiempo eléctrico y apasionado. Me inundó una oleada de sensaciones nuevas y desconocidas, un torbellino de emociones que me dejó sin aliento. Era como si ese beso hubiera encendido una chispa dentro de mí, despertando un fuego que nunca antes había sentido.
Una señal de alerta se encendió.
Nadie había tenido ese efecto hipnótico en mí.
Me separé de sus labios con la certeza de que quería estar pegados a ellos toda la vida.
-Y entonces, te llevo?
Le pregunté.
-Vamos, pero te advierto, mi mamá es súper seria y no te la va a poner fácil.
- Me imagino, por eso eres así. Hija de gata caza ratón.
Le agarré la mano y echamos a andar.
Llegamos a su casa y una mujer estaba dando vueltas por el portal. Debía ser su mamá.
-Espérame aquí por favor.
Me dijo y sin previo aviso me tiró la puerta en la cara.
Me quedé parado en la acera y para mi asombro estaba nervioso. Quería dar una buena impresión a la mamá de Evelyn, sabía que era importante para que lo que fuera que pasara entre ella y yo, fluyera sin problemas. Me tenía que meter a aquella señora en el bolsillo costara lo que costara.
-Buenas tardes.
Abrió la puerta y me saludó sacándome de mis planes imaginarios.
- Buenas señora. Yo soy Marcos.
-Lucy. La mamá de Evelyn. Pasa ven.
Nos sentamos en el portal en un jueguito de sillones de los de hierro blanco, yo estaba echado hacia delante listo para la pelea.
La futura suegra era joven pero se le veía la seriedad en el rostro. Ya podía ver a quién salía Evelyn.
Me sentí como si estuviera en 100 y Aldabó después de cometer un delito grave. Quién eres, qué edad tienes, dónde vives, con quién vives, a qué te dedicas y dime si estudias porque mi hija no puede estar con nadie que no esté estudiando. Me preguntó hasta si era alérgico a algo.
Satisfecha con las respuestas, Lucy, así se llamaba, se levantó y entró a la casa.
Uff, menos mal porque ya estaba sudando frío.
-Te dije que ella era así.
Me dijo Evelyn que a mí la verdad se me había olvidado hasta que estaba frente a mí.
-Tranquila. Aquí no hay miedo, que todo sea por una buena causa.
Mentí lo mejor que pude. Miré el reloj, ya eran cerca de las 7 de la noche y yo había hecho planes con Pipo.
-Me voy a tener que ir. Quedé con mi abuelo en ayudarlo a arreglar el carro. Pero mañana quisiera verte.
Le dije esperando escuchar un sí como un niño delante de un caramelo.
-Mañana estoy libre. Nos podemos ver.
Yesss.
-¿Te puedo pasar a buscar a las 10 y damos una vuelta?
-Perfecto.
Me acompañó hasta la puerta y se despidió con un beso en la cara.
Iba a tener que esperar hasta mañana para volver a sentir sus labios sobre los míos, pero no me importaba, valía la pena cada segundo de aquella espera.
En la casa la pura estaba en el portal que había llegado del trabajo.
-Eh ¿Tú por dónde andabas?
Me preguntó dándome un beso.
-Na por ahí, dando una vuelta.
-Mira a ver Marcos que la calle está malísima.
-Mamá es temprano todavía, además aquí todo el mundo me conoce ¿Qué me va a pasar?
-Sí sí, el rey de la Habana.
-Coño vieja no me pelees.
La abracé con la certeza de que esa era su debilidad. Se acabó la descarga.
-Oye ¿ y pipo dónde está?
-En el garaje y ya andaba preguntando por ti.
Cuando llegué al patio lo vi enredado en su cacharro. Ese viejo no se cansaba.
-Coño, al fin aparece Romeo.
Me dijo irónicamente.
-Viejo disculpa, se me fue la hora. Dime, ¿En qué te ayudo ahí?
Me miró con deseos de decirme 40 cosas.
-Deja Marco, ya terminé aquí. Aunque bueno, si va a ayudarme, recoge el reguerito este que hice. Me voy a bañar.
Me dejó enredado con aquella cacharera del carajo pero ese día nada me iba a quitar el buen humor que yo traía.
El domingo pasé a buscar a Evelyn a las 10 de la mañana como habíamos acordado.
Andaba vestida sencilla, con una blusa amarilla y un pescador, pero para mí podía ir a desfilar a la Maison perfectamente.
Perdí la cuenta de cuánto caminamos, cuadras y cuadras como dos turistas nacidos y criados en aquella ciudad. Le di rienda suelta a mi felicidad y en cada esquina la paraba y le daba un beso. La gente nos miraba pero nada de eso me importaba.
Yo andaba en las nubes con ella del brazo. Cuando llegó la hora de regresar, íbamos arrastrando los pies para hacer más largo el camino.
Una cuadra antes de llegar, paramos cerca de la esquina de su casa. Había un pasillo y ya la oscuridad nos empezaba a ayudar. Yo tenía unos deseos locos de hacerle miles de cosas, la subí en un murito que había en el pasillo y la besé.
No fue igual a los besos que nos dimos durante el paseo, cuando la gente a nuestro alrededor nos obligó a ponerle un pare los instintos.
Yo me fundí en su boca, le pasé las manos por la cara y la sostuve contra mí.
Mis labios ansiosos buscaron los suyos en la penumbra del pasillo, donde solo el susurro de nuestras respiraciones entrelazadas rompía el silencio. Sus manos se aferraron a mi cintura con una fuerza irresistible, mientras mis dedos se perdían en el suave desorden de su cabello
El calor de su aliento se fundió con el mío en un torbellino de pasión desenfrenada, mientras nuestros corazones latían al unísono, como si el tiempo mismo se detuviera para presenciar el ardor de nuestro encuentro. Fue un beso impregnado de deseo, un instante eterno donde el universo entero pareció converger en la unión de nuestros labios, marcando el inicio de un amor que parecía desafiar todas las barreras.
Cada suspiro se convertía en un eco de la pasión desatada, y cada roce de piel en una sinfonía de sensaciones, creando una melodía clandestina que solo nosotros podíamos escuchar.
Mi cuerpo reaccionó al instante y no pude aguantar mi curiosidad:
-¿Has estado con alguien antes?
Le pregunté casi en un susurro.
-No, todavía no.
Su respuesta fue un bálsamo. De solo imaginar a alguien….
Mejor no pensar en eso. La bajé del muro y ya mi mente estaba haciendo miles de planes para ese momento, si ella me daba la oportunidad claro. Era mejor detenerme porque si no me iba a costar mucho trabajo parar.
La agarré de la mano y empezamos a caminar.
-Espérate Marcos. ¿Qué pasó? ¿Por qué paraste?
Me acerqué a ella y vi que un mechón de pelo desobediente se había escapado del resto. Lo puse detrás de su oreja.
Así bien cerca y para que solo ella escuchara le susurré:
-Me voy a encargar de que tú primera vez sea inolvidable. No va a ser en un pasillo.
-Pero a ver, por supuesto que no iba estar contigo en ese pasillo..ni que estuviera loca yo. Solo nos estábamos besando. Podíamos haber seguido, no tenías que frenar así tan brusco.
-No entiendes nada.
Le dije y continuamos caminando.
-Pero haber, explícame.
Ella me retaba y si soltaba la bestia no iba a ser capaz de guardarla de nuevo. La levanté en peso sin previo aviso y la sentí más ligera que una pluma.
-Si empiezo a besarte así, yo no voy a poder parar. Esto no me había pasado antes así tan rápido. Te me has metido en las venas. Tu boca es perfecta corazón, tiene el tamaño y la temperatura perfecta. Podría besarte la noche entera.
Le dije y supe con total certeza que estaba loco por ella.