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12
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La semana había pasado rápidamente, era viernes por la tarde. Cargó sus cosas y acomodó sus anteojos que resbalan sobre el tabique de su nariz. Montó en su camioneta y se dirigió al supermercado para hacer las compras de cada fin de semana.
Había llegado a un punto donde ya no hacía lista de las compras después de todo su madre era tan estricta respecto a marcas y cosas en específico que ya sabía que comprar y que cantidad de cada caso.
Muchos pensarían que con tales exigencias su madre debería ir a comprar dichas cosas pero entre sus achaques y fobias a la gente, a la muerte y enfermedades cada día era más difícil que su madre saliera.
Encendió la radio y comenzó a tararear la canción que se escuchaba en estos días y que estaba muy de moda "y tu mirada, me corta la respiración... Me acelera el corazón, pierdo el control"
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No fue mucho recorrido cuando llegó. Se estacionó como debía hacerlo y bajo de su viejo cacharro sin darse cuenta que del otro lado de la acera estaban algunos de sus alumnos entrando a una pizzería.
Ian la miró despectivamente. Derek soltó una carcajada — ¡Oye hermano, relajate es viernes!
Tomaron una mesa y pidieron pizza. Ian no dejaba de mirar la camioneta con receló.
— ¿Cómo vas a desaparecer a miss Cecil?
Ian miró a una de las chicas que los acompañaban, Teresa. —No lo sé, todavía estoy planeando algo.
—Es joven ¿por qué no la seduces?
Bromeó Tiffany, su chica en turno. Una morena preciosa pero con actitud altanera y que se creía superiorior a todos.
—No sería mala idea—dijo Teresa mientras jugaba con una servilleta — ¿Han visto como se viste, como calza?
La chica sonrió con malicia —Se nota que era una ñoña a nuestra edad, supongo que nunca ha tenido novio...
— ¡Por Dios Teresa, eso es cliché!
Tiffany abrazó a Ian que se limita a observarlas y escuchar atento la conversación. —Dudo que sea una monja pero no niego que sería divertido ver a Ian enamorarla... Seguro que le daría buenas notas.
— ¡Se imaginan, Ian Malone... Se tiro a miss Cecil!
Dijo Derek entre carcajadas. —Sólo hablan estupideces.
—No te enojes Ian, después de todo es obvio que ella no te haría caso—atacó Teresa con malicia.
— ¿Qué insinuas?
—Es obvio que le gustan como el entrenador ¿Acaso no ves lo amigables que son?
—Si me lo propusiera ella se enamoraría de mí —respondió arrogante y seguro de sí mismo.
—Entonces comienza ahora Malone
—retó Teresa ante la mirada incrédula de Tiffany y Derek.
Ian se puso de pie y salió del lugar. Ante la mirada de sus amigos caminó hacía el otro lado de la calle y entró al supermercado.
Claramente no sabía que hacía pero Teresa lo había retado, no podía simplemente huir como un cobarde. Aparte pensándolo un poco mejor no era tan mala idea, enamorar a miss Cecil y obtener buenas notas, después ir a la universidad como si nada hubiera pasado.
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13
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Cecil miró las toallas de papel que estaban en el estante, por más que buscaba no estaban aquellas que su madre decía eran las mejores. Alzó la mirada y las pudo notar en lo más alto de la repisa.
Como era de suponer no alcanzaba. Se estiró y estiró hasta que unas manos tomaron las dichosas toallas se las dieron en la mano.
Cecil incrédula miró al chico, que no era tan chico y le agradeció.
—Debe ser complicado ser más bajo que el promedio ¿No?
—-No es algo que me acompleje señor Malone.
—Dígame Ian, el señor Malone es mi padre después de todo no tengo apariencia de viejo.
Cecil sonrió —Es cortesía y educación Ian, después de todo soy tu maestra.
Ian rasco su nuca y miró hacía el techo —Detalles Ce... Miss, sólo detalles después de todo usted tampoco es una anciana como para decirle señora ¿No?
Cecil metió las toallas de papel en el carrito y comenzó a andar —Puede ser, pero son reglas. Gracias por la ayuda.
Se apartó de ahí dejando a Ian un tanto frustrado, no se daría por vencido así que la siguió—Tengo una duda sobre la tarea.
—Debió preguntarlo en clase, Ian.
—Lo sé pero no quería parecer estúpido.
—No hay preguntas estúpidas, ¿Qué no has entendido?
Ian ni siquiera recordaba que había de tarea.
Ella sonrió y entro al pasillo de los lácteos —Ni siquiera sabe cuál es la tarea.
Ian miró a otro lado, por alguna razón se sentía avergonzado y como un tonto. Ella sacó de su bolso una libreta pequeña de gatitos y una pluma color rosa, comenzó a escribir en ella.
Al finalizar arrancó la hoja y se la dio en las manos—Que tenga buen fin de semana.