Todo apuntaba a que Marlene no se tomó en serio lo que le dije. Quise advertirle de que algo no andaba bien al interior de esa casa. De verdad me preocupaba por ella, especialmente porque estaba embarazada. En fin, ya teníamos varios minutos allí afuera, así que le dije que entráramos y buscáramos nuestras habitaciones.
Como la mansión de los Santana es bastante grande, nos tomó como diez minutos caminar desde la entrada principal hasta las habitaciones de los invitados. Durante el trayecto pude sentir como si alguien nos observara desde el interior de los muros. Supuse que era mi imaginación, pues los demás estaban en la cocina en ese momento.
Pensé en decirle a Marlene, pero al menos en aquel instante no era una buena idea. Mi compañera se sentía un poco nerviosa por lo que le dije minutos atrás, así que seguí caminando en completo silencio al lado de ella hasta llegar a su habitación.
—¿No sientes como si alguien nos observa? —preguntó.
Yo tragué en seco, un nudo en mi garganta me impedía hablar. Eso, sumado al conflicto interno entre confirmar o negar que yo también lo sentía, me estaba consumiendo. Quería decirle que tuve la misma sensación, pero me contuve para no asustarla aún más. Entonces, se me ocurrió decirle que era por el tamaño de la casa o lo largo del pasillo. Me sentí como un completo estúpido al decir esa idiotez.
Finalmente, llegamos a su habitación y le pregunté si todo estaba bien. Ella me dijo que sí, pero en cuestión de segundos me di cuenta de que Marlene se sentía incómoda.
—Si ves que algo no anda bien no dudes en llamarme —le dije y me retiré hasta mi habitación.
A pocos metros de la puerta de aquel cuarto en que me hospedé ese fin de semana, encontré un sobre blanco sin nada escrito en él. Miré a mi alrededor, pero nadie estaba cerca. —¿Quién habrá olvidado este sobre aquí? —susurré mientras me agachaba a recogerlo. Cuando me levanté, vi que Omar y Vanessa se acercaban a mí —Oigan ¿Saben de quién es este sobre? —pregunté.
Omar y Vanessa miraron el sobre algo confundidos. Dijeron que también encontraron uno en sus puertas, en ese momento, Marlente salió de la habitación con otro sobre en sus manos —Encontré esto en el piso ¿Tienen alguna idea?
—Casualmente hablamos de ello. Todos tenemos uno —dijo Vanessa.
Poco a poco los demás iban llegando con sobres sus manos. Fue allí cuando pensé en que quizá fue algo que los Santana dejaron para nosotros. En completo silencio, tuve la osadía de abrir mi sobre. El interior del mismo sólo contenía un pequeño trozo de papel con letras verdes que decía “safe”. —¿Qué carajos es esto?
A lo que Omar respondió — “A salvo” —suspiró —es inglés.
—¿Pero a salvo de qué o quién? —me alteré.
Recuerdo que nuestras miradas se encontraron, todos estábamos muy confundidos. ¿Quién estaba detrás de todo? Al principio creí que se trataba de una broma, pero vaya que era una broma de mal gusto. Así que, pensé en una cosa: Obviamente el bromista seguía dentro de la casa. Solo era cuestión de saber quién era y hacerle entender que no estábamos para este tipo de cosas.
La primera persona de quien sospeché era de ese tal Leonel. No sé por qué, pero algo me decía que él tenía algo que ver junto a ese otro sujeto llamado Junior.
—Quizá sea muy temprano para juzgar, pero esos sujetos Leonel y Junior son algo extraños. ¿No creen? —pregunté.
—¿Insinúas que ellos son los responsables? —Vanessa frunció el ceño y me miró de una forma tan terrible que me hizo sentir mal.
Rápidamente me disculpé y dije que fue muy tonto de mi parte sacar conclusiones a la ligera. Para no escalar hasta llegar a una discusión, pregunté si todos habían leído el contenido de sus respectivos sobres.
—Por lo visto, todos dicen lo mismo. —comentó Analía —iré con los muchachos para preguntarles si saben algo acerca de esto.
Analía se alejó caminando velozmente mientras todos la mirábamos. Como siempre he sido alguien desconfiado, tuve la corazonada de que los bromistas eran esos dos. Sé que me disculpé, pero internamente seguía pensando igual.
De todos modos, si se trataba de una broma o no, debía proteger a Marlene. Yo sentía mucho aprecio por ella y por su esposo, David. Además, no iba a permitir que algo le pasara causando la pérdida de la inocente criatura que estaba formando en su vientre. Eso, sin mencionar a su pequeña hija que la esperaba en casa.