Misterio en la mansión Santana

Vanessa

Me molestó cuando José Eduardo insinuó que Leonel y Junior eran los responsables de aquello que nos pasaba en ese momento. A veces me provocaba darle una bofetada por lengua larga, odiaba cuando solía decir cosas sin tener pruebas de ello. Me molestaba también que Marlene y él fueran tan amigos, no por celos; sino porque Marlene era una mujer que evitaba a toda costa los problemas y José Eduardo era un imán para los mismos. Afortunadamente, Marlene jamás se vio involucrada en líos por causa de él, no sé cómo hacía, creo que tenía una flor en el culo.

Para ser franca, yo estaba molesta por toda esta payasada, así que dejé todo de lado y me fui a dormir. Lo peor de todo, es que a cierta hora de la madrugada, a eso de las tres y quince, recibí una llamada. Levanté la bocina del teléfono de mesa, y, del otro lado, no se escuchaba nada. Solo el sonido del aire, por lo que colgué.

Nuevamente el teléfono volvió a sonar, y una vez más respondí diciendo —¿Quieres dejar de joderme la puta vida? ¡Madura! —colgué bruscamente y desconecté el cable del teléfono para evitar recibir más llamadas. Solo quería dormir, no estaba de humor para recibir bromas telefónicas y menos con lo que estaba pasando en esa maldita mansión.

Nunca me había sentido tan arrepentida de pasar un fin de semana en una casa distinta a la mía. La mansión de los Santana tenía una vibra extraña esa noche y no me gustaba en lo absoluto. A pesar de estar rodeada de personas de confianza, aseguré la puerta bajo llave y me quedé en cama hasta dormir. Aunque, por más que lo intenté, no pude conciliar el sueño ya que me sentía observada aún estando sola en el interior de aquella habitación.

Con las luces apagadas, me cubrí por completo con la manta, pero eso no funcionó. Podía sentir que todavía alguien me miraba desde una de las esquinas. No tenía sentido para mí, ya que no había nadie más que yo en aquel cuarto, o eso creía.

Estaba tan aterrada que me levanté y corrí hasta la puerta gritando para alertar a mis compañeros. todos corrieron para ver qué me pasaba y les expliqué que había alguien en mi cuarto. Omar entró a la recámara para revisar, y en definitiva sí había alguien. No sabemos como lo hizo, pero salió por el cielo raso a quién sabe dónde. La mansión era muy grande y tomaría tiempo descubrir quién se escabullía en el interior de sus paredes y en qué rincón en específico del lugar se ocultaba.

¿Cuál era su intención? ¿Quién era esa persona? ¿Los Santana sabían que tenían un invasor en el interior de su mansión? No lo sé. De lo único que estaba segura esa noche, era de que quería abandonar esa maldita mansión de una vez para nunca más regresar.

No dormí, para nada. Después de aquello no pude cerrar mis ojos y pasé el resto de la noche en la habitación de Marlene. Ella no dejaba de preguntarme si le había visto el rostro a aquel sujeto, pero con tanta oscuridad, lograr divisarlo me era imposible. Solo se que era un hombre de estatura media y contextura delgada.

—Hay que alertar a los Santana de esto, sus vidas corren peligro —dijo Marlene demostrando mucha preocupación por los patrones —o mejor, llamemos a la policía.

Cuando quise marcar al número de emergencias, ya la policía había llegado al lugar. Eran más o menos las cuatro y cincuenta cuando dos agentes recorrieron la mansión de los Santana. Nos preguntaban por los dueños, quiénes éramos y qué relación teníamos con aquella familia, y me preguntaban por más detalles sobre lo que vi al interior de la habitación.




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