Al llegar a casa sentí un alivio inmenso, pero a la vez sentí mucho miedo por mis compañeros. Estando en compañía de David y mi pequeña hija, pude recuperar aquella paz mental que tanto me hacía falta desde que pisé la casa de mis jefes.
Ya no me importaba en realidad si me pagaban o no, solo quería estar con mi familia, disfrutando de aquel calor de hogar lleno de amor que formé junto a David.
Sin embargo, no dejaba de atormentarme el hecho de que mis compañeros siguieran en esa casa. ¡Joder! ¿Por qué demonios no salían de ahí? Al carajo los Santana, la vida de todos corre peligro en ese lugar. Sin saber quién es aquel hombre y qué pasa por su cabeza,
—Cielo —me habló David —¿Estás bien?
Asentí, pero no podía engañar a mi esposo. Él sabía que estaba preocupada y por más que deseara dejar de pensar en ello, aquella corazonada de que un terrible suceso estaba por acontecer me estaba carcomiendo esta existencia y la otra por así decirlo.
Le fui honesta a David, le dije lo que sentía y él, muy serio, pero a su vez preocupado me dijo que lo mejor era alarmar a las autoridades cuanto antes.
—Lo hicimos y no hallaron nada.
—¿Cómo puede ser posible? ¿De verdad buscaron por toda la casa?
—Es un fantasma —intervino la niña en su inocencia haciéndome recordar las palabras de Vanessa.
David se puso de pie y fue hasta la cocina, poco después me trajo una taza de chocolate caliente, pues el frío de la ciudad me estaba matando. Al ver que temblaba, me abrazó. Nunca había deseado tanto ese momento, y es que en realidad tenía miedo de no volver a casa nunca más.
David buscaba mil excusas para entretenerme, encendió la tele y buscó un canal infantil donde transmitían caricaturas la mayor parte del día. Ahí, con nuestra hija a nuestro lado, pasamos un rato agradable en familia.
Por un momento me olvidé de todo y mi único mundo eran mi esposo y mi hija sumando a la criatura que se formaba en mi vientre.
Una hora después, sentí un deseo de dormir, así que luego de sucumbir ante el pesado sopor, me acosté y quedé rendida ante un profundo sueño.
Por desgracia, tuve una horrible pesadilla en la que mis compañeros se enfrentaban a un enorme monstruo de plumaje negro y rojo. Aquel extraño ser con rostro de cabra y cuernos de alce, se reía de ellos mientras los aterraba con su presencia.
Me desperté muy preocupada y le conté a David lo que había soñado.
—Tranquila —dijo mientras acariciaba mi cabello —solo fue eso, un horrible sueño.
Estaba muy intranquila, intenté comunicarme con ellos, pero ninguno contestó el teléfono. Por un momento pensé en enviar a David para saber de ellos y luego pensé que sería peligroso para mi esposo también.
¿Qué tal si pasó algo malo al interior de la casa?
—¿Marlene? —dijo David —¿estás bien?
Por un momento me quedé perdida en mis pensamientos, reaccioné en cuanto David pronunció mi nombre y le comenté mi preocupación. David guardó silencio por unos segundos y me dijo que tal vez estaban dormidos y por eso no respondían mis llamadas.
Por mi paz mental quise pensar que mi esposo tenía razón, así que volví a acostarme y tratar de dormir nuevamente. Después de eso no tuve pesadillas, aunque tampoco dormí muy cómoda.
Aquel sueño cobró sentido después cuando vi las noticias de lo que había pasado al interior de la casa, lo que me desgarró el alma al saber que quizá pudo haberme pasado a mí.
Me costaba creerlo, los Santana aún no daban la cara y aquel terrible secreto que habían ocultado por tantos años salió a la luz con aquella tragedia. Mis compañeros estaban aterrados y, según sus palabras, no habrían aceptado jamás cuidar aquella maldita casa.
David me apoyó mucho, pues estaba traumada y debía controlarme por el bien del bebé. Pero ver aquella imágenes en la televisión mientras el reportero narraba los hechos, me causó toda clase de sentimientos y me sentí muy mal por ello, especialmente por quien se vio más afectado.
Que sean ellos quienes cuenten la historia desde su punto de vista.