Los murmullos dentro de la habitación de maita me despertó repentinamente; el sonido de tambor hizo que prestara más atención y los aullidos de lobo me desconcertó. Temía acercarme a aquella habitación; pero… es mi hogar ahora y debo hacer algo para conservarlo; así sea, pagar las deudas pendientes con las ánimas y los espíritus de los muertos que tanto invocó mi suegra. Entonces, me dirigí a la habitación en compañía de mi esposa Elena, quien no dejaba de temblar.
—Chucho, ¡por favor!, quedémonos en nuestra habitación. Mañana veremos qué pasa en la habitación de maita— aconsejó Elena—, la claridad del día será nuestro principal aliado.
—Esos ruidos me volverán loco, igual, no podre dormir. Amor, salgamos de dudas esta misma noche.
—¿Y que podríamos hacer?
—Sacar todas esas figuras del cuarto y echarlas a la basura.
—¡Bueno, sí; pero… tengo miedo!, esas figuras podrían hacernos daño —señaló Elena.
Llegamos a la puerta de la habitación, en esto mi esposa dio una señal de alto para dirigirse a la cocina. Luego regresó con un platito de cerámica sobre la cual se hallaba encendida una vela.
—Recuerdo que esto fue lo que pedía maita en vida: “Una velita encendida frente a las imágenes para alegrar a los espíritus”. Ya veremos mañana los resultados.
—¡Ya veremos! —reafirme, para luego volver con mi esposa a nuestra habitación.
Al rato un sonido intenso nos alarmo de nuevo. Al volver al frente de la habitación, observamos que la vela yacía en el piso, aun encendida, a punto de quemar la puerta, y el platito de porcelana se hallaba partido en dos. Intente abrir la puerta pero se había trabado la cerradura y, por ser de madera no la podía derribar.
—¡Malvada vieja! —grite mientras golpeaba la puerta. Mi esposa soltó el llanto y regresamos a nuestro dormitorio.
Allí, en nuestro dormitorio, mi esposa y yo, buscamos en nuestros recuerdos cualquier motivo que haya molestado a la vieja bruja, así llamaba a la madre de mi esposa, de quien no era santo de su devoción por siempre estar en contra de sus prácticas religiosas.
Maita era espiritista, devota de centenares de imágenes (desde personajes de leyendas, héroes históricos hasta delincuentes urbanos), a quienes ofrecía culto. Yo me burlaba de tales prácticas y, por tales diferencias, tuve que abandonar a mi esposa y a mis dos hijos ya que era su casa y yo era el arrimao.
Hace menos de un año que la suegra falleció, aquel días, fui llamado con urgencia para estar presente en su lecho de agonía. Mi suegra, maita, había solicitado mi presencia, por lo que me acerque a ella y en voz baja me dijo: —¡Vuelve con mi hija! —luego expiró.
Así que, en cumplimiento de su última voluntad, regresé al lado de mi esposa en esa casa.
Luego de las ceremonias fúnebres, metimos todas sus pertenencias en esa habitación, incluyendo sus cenizas.
—Entonces, no encuentro la razón para que maita se halle en pena alborotando las cosas encerradas dentro de esa habitación— comente a mi esposa—¿Sera, acaso, que aun se encuentra molesta por aquel ritual suspendido por mi causa?
»Recuerda, amor—continué comentándole a mi esposa—de aquella noche de culto; no podía conciliar el sueño por los sonidos de tambor y los aullidos provenientes de esa misma habitación (la de maita) y molesto tomé una correa de cuero para azotar a la persona que hacía de médium, responsable de tales aullidos. Según maita ofendí a todas las imágenes; pero yo, incrédulo a todo aquello, solté la carcajada al ver al médium correr por la sala, saltar sobre las sillas del comedor y abandonar la casa.
—Entonces —dijo mi esposa— mañana buscaremos a ese espiritista para que concluya el ritual con los espíritus; ese ritual que suspendiste aquella noche por tus locuras.
—¡A ver si maita asciende al paraíso! —le dije a mi esposa sin poder evitar una irónica sonrisa.
Así, fue… Trajimos al espiritista y dentro de la habitación de maita creamos un altar con todas las imágenes y figuras de yeso; para recrear el ritual interrumpido por mí.
La noche del ritual, tuve que participar acompañando al espiritista con sus sonidos guturales y palabras desconocidas. Oraciones alusivas a muertos y demonios, se hicieron presente en esa habitación.
¡No me van a creer!; pero… mientras el médium se retorcía y aullaba como un lobo, las imágenes del altar parecían sonreír y una neblina blanca cubrió toda la habitación.
Concluido el ritual pensé que todo había terminado; pero… esa noche mi esposa tuvo un sueño en el cual su mae pidió que regaláramos las imágenes a quien realmente las aprecie. En cuanto a sus cenizas, la suegra pidió que las esparciéramos en una quebrada ubicada en las montañas sagradas, en la cual se dice se halla la reina de su culto. Así lo hicimos dando fin a los extraños sonidos en la habitación de maita.
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Editado: 06.03.2022