Mon petit amour

Le secret du bonheur

La nieve cubría los suelos mientras la víspera de año nuevo resonaba en los corazones de los jóvenes parisinos

Era el último día del año, y el muchacho de gafas negras se arreglaba para el momento más especial de su vida.

Porque por primera vez en mucho tiempo, Antoine iba a experimentar el sentimiento de ser querido. El sentimiento de cálidez familiar, el sentimiento de pertenecerle a una persona.

Pensó entonces en la madre de Lorraine. ¿A caso le agradaría? ¿O su sonrisa desaparecería al verlo llegar?

Eran cosas tan inciertas, que vagaban por su mente, como lo hacían sus ilusiones y sueños.

Pensó en los misterios del amor y lo tangible de las sonrisas. Pensó en las caricias de su amada, pensó en la perfección de sus ojos y la transparencia de su alma.

También pensó en el escritor más célebre de su nación. El que llevaba el mismo nombre que él. Pensó si su fascinación por las avionetas era la misma que sentía al escribir la historia de cierto chico rubio, enamorado de una rosa.

Pensó en una de las frases de aquella historia:

La verguenza de aquello era que ambos se amaban, pero eran demasiado jóvenes para saber cómo amar.

Sintió que así era con Lorraine. Sintió que ambos eran demasiado jóvenes para poseer algo tan valioso como el corazón y alma del otro...

Pero luego recordaba la delicadeza de su amor, pensaba en la inocencia de sus manos juntas, pensó en sus besos, en el resplandor dulce de sus ojos y se dió cuenta...Que todo era perfecto a su lado.

Porque Lorraine Bellerose era su rosa. Era su pequeña.

Luego, pensó en su madre. Pensó en lo que diría si hubiera conocido a la chica del lazo azul, la dueña de sus pensamientos.

La extrañaba. La extrañaba con cada fibra de su ser. A su mente vinieron todos los recuerdos que había creado con Bellerose, recuerdos en los que ella no había estado.

Una lágrima cayó por su mejilla, pero la limpió de forma rápida.

Pensó en los tres meses, en el tiempo que le quedaba para solucionar todo esto. Pensó en qué le harían esos maleantes si no les daba lo que querían.

Pensó en que pasaría si se enteraban de Lorraine...

-¿Cómo me veo?. -dijo él, mientras Lou se aplicaba máscara de pestañas-

-Como Jhonny Depp en los 80s.

Y una sonrisa apareció en su rostro.

Era la primera vez que Antoine usaba traje y corbata, pero sabía que los consejos de moda de Lou no le servirían mucho.

-Bueno, querido Romeo...

Estaban en la puerta, a punto de salir.

-Disfruta la noche.

Y le dió un beso en la mejilla, dejandola impregnada de un lápiz labial rojo.

Se dirigió a la casa de Lorraine, con una de las sonrisas más grandes que habían dominado su rostro.

-Hola, querida actriz. -dijo él-

-Hola, querido escritor. -respondió ella-

Ella se acercó y besó su mejilla.

Él no pudo evitar sonrojarse.

Ambos entraron tomados de las manos.

Antoine vislumbró el jardín lleno de rosas blancas, notó las cortinas de seda cubriendo la puerta del balcón de Lorraine, y se dedicó a experimentar todas aquellas sensaciones que los rodeaban.

-Antoine, ella es Nathalie, mi madre.

La madre de Lorraine lucía bien. Pero no tan bien como ella.

Tenía cabello oscuro al igual que sus ojos.

-Así que este es el chico del que siempre me hablas, ¿no es así, cariño?

-Sí. -dijo Lorraine, con una sonrisa-

-Feliz año nuevo, señora.

Luego, se dedicaron a degustar la cena típica francesa para esas fechas, mientras hablaban de cómo se conocieron.

-Fascinante. -dijo Nathalie-

Después, llegó el tiempo de los regalos.

-Esto es para tí, princesa. 

Y mientras le daba una caja con un gran lazo rojo, depositó un beso en su mejilla.

Lorraine lo abrió. Era una cadena de plata, con unos números grabados.

-¿Recuerdas este día?. -dijo él, señalando los números grabados alli- Fue el día más feliz de mi vida

Fue el día en que todo cambió para ambos, el día en que se conocieron.

Aquella noche, se sentaron en el jardín, repleto de rosas, repleto de tantos recuerdos.

Cerca de la fuente, los dos adolescentes juraron amarse a pesar del tiempo y condición, a pesar de lo que todos dijeran.

Juraron creer el uno en el otro, juraron sostener sus sueños y esperanzas para crear un amor inquebrantable, un amor como ningún otro.

-Porque eres perfecta para mí.

En ese momento sabían muy bien lo que significaban para el otro. Él era de ella, y ella de él.

En ese momento, nada más importaba.

........

-¡¿Me estas pidiendo que lo considere, después de todo lo que me hizo?! -decía ella, con los ojos llenos de lágrimas-

-¡Sólo te pido que entiendas por lo que está pasando! ¡Su único hijo a parte de tí acaba de mudarse a Inglaterra y él no tiene a donde ir!




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