Monarquía de lágrimas

-No te atrevas a dejarme.

POV:ALEXANDRE.

Caminaba a pasos largos mientras sostenía los papeles entre mis dedos, intentando no maltratar el documento. Coloque la carpeta en alguna mesa sin dejar de caminar con rapidez.

Mantuve mi mano cubriendo la zona de mi costado. Por el apuro y una pelea formada en el parlamento, me resbalé y mis costillas impactaron contra el filo de un escalón.

Aún recordaba la breve conversación que tuve con Aurora hace algunos minutos. Tal vez andaba a mi paso o se había desviado, no lo sabía.

—He encontrado sangre en la ropa de la señorita Blackburn —admitió sin gesto alguno—. Los guardias han intentado mitigar la pelea entre los hermanos, pero nadie ha podido abrir las puertas del salón principal.

—¿Sangre? —pregunté, dando un paso atrás mientras fruncí el ceño—. Julia está en su adolescencia, es normal.

—No me estás entendiendo, no encontramos sangre en sus calzones... conseguí manchas de sangre en las mangas de su camisa.

Saque el arma de su funda. Accionándola contra la cerradura que los guardias intentaban forcejear hacía minutos.

La escena fue desconcertante. Julia golpeaba con fuerza la puerta mientras su ropa estaba manchada de pintura y las lágrimas caían por su rostro.

Todos los presentes hicieron silencio, dejando que el llanto de Julia inundara el lugar. La voz de un hombre provino desde el baño, narrando en voz alta una carta que jamás debió ser escuchada por oídos ajenos.

Libros de cálculos permanecían rotos en una esquina, manchados de pintura. ¿Eran de Julia?

—Detesto todo de este lugar. El silencio fúnebre que existe cada que menciono tu nombre —siguió narrando, aunque el grito de Julia le pidió que se detuviera—. Aquellos hombres que debería llamar hermanos me odian, puedo sentir cómo soy una escoria en su vida, una piedra que tuvieron que aceptar en su zapato. ¿Cuándo saldrás de esas paredes que evitan nuestra unión? ¿Si puedo tocarte, ¿aceptarás huir a mi lado?

Las palabras me dejaron sin poder moverme, pero la voz encendió una llama de rabia difícil de apagar.

—Detente, prometo volver a la cantina —grito, arrodillándose enfrente de la puerta—. Te lo estoy suplicando. Por favor. Admitiré que soy nadie en este lugar, solo soy una estúpida bastarda —otro golpe a la puerta—. Hermano.

—No seas ridícula, los bastardos no son mis hermanos. ¿Acaso debería seguir leyendo? —la pequeña risa hizo eco en mis oídos— Madre. Me siento tan sola que podría desaparecer de esta habitación, yo-

Las palabras se detuvieron, la habitación continuaba en silencio mientras Julia aún no se reincorporaba por completo. Las pisadas de una mujer corriendo detrás de mí fueron lo único que pude escuchar al entrar al lugar.

Aurora pasó a mi lado, llegando a Julia. Ella la acurrucó entre sus brazos, tapando sus oídos mientras la alzaba con todas sus fuerzas.

Aún sostenía el arma, pero accionarla en el pecho del hombre que tenía enfrente sería una forma de matar a una parte de mí.

Donovan abrió la puerta, aun con la carta entre los dedos y una mueca de molestia, sus mejillas y labios palidecieron al tenerme enfrente.

El ardor debajo de mi pectoral no me detuvo.

Caminó hacia mí, intentando explicar la situación, pero la empuñadura del arma contra su mejilla hizo que diera un paso atrás. No fue suficiente el golpe con el arma, mi mano no se detuvo al abofetearlo con todas las fuerzas.

Tiré el arma a un lado, agachándome encima de su cuerpo mientras mi mano aún golpeaba su rostro con rabia. Sostuve con fuerza el cuello de su camisa, atrayéndolo a mí.

Quería romperme a llorar, porque el hombre que tenía enfrente no era el Donovan que he protegido durante años, ni el hermano menor que he adorado con toda mi alma. No el muchacho que me levantaba en la mañana porque no le gustaba desayunar solo. Este hombre era una versión más cruda y degenerada de Thomas Blackburn.

Fueron necesarios 7 hombres para sacarme encima de Donovan y otros 7 para que evitaran que me colocara de pie de nuevo. Escuché una voz familiar correr hacia Donovan, pero solo deseaba levantarme y volver a descargar la rabia que nublaba mi juicio.

Este no era mi hermano, no era el Donovan que insistía en seguirme a todos lados y sonreía cuando algo estaba mal.

Me coloqué de pie después de patear a casi todos los guardias que me sostenían. Di un paso en su dirección, pero la mano de Harry contra mi pecho me detuvo.

—¡Lo matarás! —alzó la voz, empujando mi pecho—. ¡Maldita seas, matarás a nuestro hermano!

—¡Este hombre no es mi hermano! —grité, intentando que mi voz no se entrecortara—. ¡Es la peor decepción que mi corazón ha tenido!

—¡Alexandre! —el grito de Thomas hizo que me girara hacia él—. Eres un hijo de perra.

Solo necesité un impulso para acertar el golpe en la cara de Thomas ; estiré mi brazo para tomar su rostro entre mis manos, pero de nuevo Harry se interpuso en mi camino, sosteniéndome entre varios hombres para impedirme llegar a ellos.

Thomas dio un paso atrás, tambaleando por el golpe. Con ojos abiertos se giró de nuevo hacia mí, pero en su rostro no existía rabia, sino el viejo rencor que había de albergar durante décadas.

—Debí matarte en cuanto el rey me lo ofreció —susurró, apoyando su mano contra su mejilla—. Tal vez Emma no estaba tan equivocada cuando dijo que serías el mayor error de nuestras vidas.

Retrocedí con pasos lentos, después solo hubo un duro material contra mi espalda y las voces comenzaban a alejarse. El sonido se escuchaba difuso, lo único que me mantenía en la habitación era el dolor insoportable.

—Lárguense de mi casa —ordeno sin mirarlo.

La tos de Donovan hizo que un nudo se formara en mi garganta. Tragué con fuerza, forzando a que se deshiciera. Jamás he sido violento con mis hermanos, tal vez también estaba decepcionado de mí.

—Hermano —susurró, aun tosiendo con fuerza—. Hermano, mírame.




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