Duncan ideó un plan para tener el control mental de estas personas, su misión, detener a los Nefilim que han surgido de nuevo; el linaje de los ángeles caídos. Karen y Caleb desataron a todos en el Concilio. Cuando todos estuvieron de pie, Carlos dio unos pasos al frente.
El padre de Mónica volvió al Concilio, se escondió debajo del sótano —debo darme prisa antes de que se percaten de mi presencia—. Se encontraba debajo de la sala donde estaban los rehenes; escuchando todo lo que decían los terroristas.
—Somos el Dragón Rojo y nuestra misión es liberar sus mentes de su sueño dogmático.
Duncan encendió un cigarrillo con su encendedor metálico.
—¡Basta ya! —gritó Elsy.
—Te dije que guardarás silencio, ahora te matará —dijo entre dientes Caleb, mostrándose nervioso.
Duncan volteó a ver a Elsy y se dirigió a ella sosteniendo el cigarrillo, fumando en el camino. Exhaló el humo y lo dejó soplar en su cara.
Duncan se acercó para pensar cómo debía ser su muerte.
—¡Déjala, con quien te diriges es conmigo! —Exclamó Carlos Matheis.
El capitán del Dragón Rojo sacó un arma pequeña, apuntó directo al líder pastoral —tú no me sirves, solo eres un estorbo—. Dio un disparo efectivo.
¡Pam!
La bala penetró el cráneo de Matheis, provocándole una muerte instantánea: la sangre salpicó por el piso, partes de su cerebro salieron dispersos por los azulejos. Algunos dientes rondaron alrededor de su cuerpo, un ojo cayó entre las piernas del difunto Carlos, otro ojo rodó hasta el pie de la armadura de Duncan; el cual pisó y reventó. La sangre salpicaba del escritorio donde estaba recargado Matheis, caían como gotas de agua del grifo de un lavamanos. Un pequeño orificio en el mueble de la bala que atravesó la madera podrida.
La hija del pastor soltó en llanto —¡Papá!—. Quien de igual manera recibió un tiro.
¡Pam!
La sangre escurría sobre su vestido, su pupila reflejó los pies de Duncan, moribunda en el piso, daba sus últimos alientos de vida, Duncan rasgó su vestido; dejándola en paños menores —Karla, hazme el favor—. Ella lanzó una flecha directo al corazón de la joven, muriendo al instante.
La madre se levantó, consumida por una impotente rabia trató de golpear al asesino; no obstante, Karla la tomó por el cuello, le quitó toda ropa, dejándola desnuda frente a todos. Arrastró a la viuda y la colgó de cabeza, le clavó una lanza en sus genitales hasta morir desangrada, escurriendo su propia sangre sobre su cuerpo desnudo.
Silencio...
—Ahora escúchenme, si alguien más está en desacuerdo muévase hacia el frente, si está de acuerdo con nosotros quédese donde está.
Todos, sin excepción, se quedaron en su lugar.
Los tenían bajo su control, solo faltaba el último paso para poder manipularlos y Duncan como psicólogo, sabía cómo hacerlo.
Karla miró de reojo a Caleb con su nueva amiga.
—Entre ustedes hay unos chicos con sangre Nefilim. Los Vigilantes, seres angelicales los buscan para ser sus contenedores y ocasionar el fin de la humanidad, por esta razón venimos del futuro, para acabar con ellos —recostó su arma en su hombro—. Buscamos a los descendientes de Semyazza y Yekum, otros viajeros del tiempo vinieron en su ayuda pero debemos detenerlos.
Juan, el padre de Mónica observó a los intrusos con armas, la señal era poca, envió un mensaje al papá de Elsy. Las pisadas de Duncan se escuchaban tronar debajo del sótano, eran como unos chirridos insoportables que emitía la madera vieja, trató de conectarse a la red.
Elsy estaba asustada, todos los demás feligreses estaban aceptando el trato que el Dragón Rojo les ofrecía. Aunque sabía que podía contar con algo de ayuda de su nuevo enamorado Caleb.
El sótano donde estaba don Juan era un lugar oscuro y tétrico: el ambiente era muy frío y callado, había otro problema, no tenía una lámpara, tampoco podía prender la luz de la bodega. Pasaron cinco minutos y la señal volvió a su celular, un mensaje le llegó. Intentó silenciar su teléfono, no sin antes enviar un mensaje con su ubicación al número del detective, pero este al caer, resbaló.
Duncan escuchó el dispositivo móvil, miró de reojo el piso. Elsy sabía que se trataba del padre de Mónica por el sonido del tono.
—¿Pasa algo? —preguntó Caleb arqueando una ceja.
—Necesito ir al baño —pidió Elsy, dio unas patadas en el piso de madera indicando a don Juan que escapara de ahí.
El hombre tan astuto entendió el mensaje. Olvidó su celular, trató de salir del sótano lo más pronto posible. No obstante, Duncan disparó debajo del sótano.
Duncan detuvo a la chica de cabello ondulado —¿A dónde vas? Es muy sospechoso que vayas al baño después de oír el celular—. Observó su estrategia.
Editado: 21.03.2024