Monstruo

Parte VII

1

La noche estaba serena. Desde la ventana de su habitación Liam observaba como la luz de la luna iluminaba las distantes cruces del cementerio. El reloj sobre su escritorio marcaba la una de la mañana. Permaneció mirando hacia la nada mientras daba una última pitada a su cigarro, luego tomo la linterna que descansaba en el armario junto a su cama y se dispuso a realizar una recorrida nocturna. No era lo más sabio para hacer, pero era su deber. Cosas extrañas estaban sucediendo, y su deber como cuidador era precisamente eso, cuidar el cementerio. 

Luego de asegurarse que su hija estuviera durmiendo, cerró con cuidado la puerta de la habitación procurando no despertarla.  Después, se aseguró que todas las puertas y ventanas de la casa estuvieran cerradas. Tomó una pequeña hacha, que descansaba recostada sobre leños cortados al costado de la casa y dando un gran suspiro de resignación se dirigió hacia aquel funesto lugar de reposo de los muertos.

Caminó con cuidado iluminando el sendero. Aterradores sonidos de ramas quebrándose entre la oscuridad de la maleza a los costados sonaban a medida que avanzaba.

―Solo son animales. Tranquilízate. ―Se repetía a sí mismo. No tardó en arrepentirse de su decisión.

Cuando estuvo a punto de dar la vuelta y volver hacia la seguridad de su hogar, un sonido llamó su atención. Era el inconfundible sonido de las puertas de aquella siniestra sepultura abriéndose. Liam apagó su linterna y avanzó en silencio utilizando únicamente la luz de la luna para ver su camino. Pensaba que al fin descubriría quien se encontraba detrás de las profanaciones. Ocultándose detrás de las tumbas se dirigió agazapado hacia el sector más lejano del cementerio. Cuando estuvo cerca se arrojó al suelo y permaneció observando. Las enormes puertas estaban abiertas.  Algo las había abierto. 

Luego de unos minutos Liam comenzó a impacientarse. Ningún sonido volvió a oírse. ―Quizás haya sido solo el viento que abrió las condenadas puertas. ―Pensó. ―Mejor vete de aquí. 

Cuando se disponía a levantarse del húmedo césped en el que se había arrojado, el pavoroso sonido de algo enorme golpeando contra la puerta de metal lo inmovilizó por completo. Miró con atención, su respiración comenzó a agitarse más y más. Había algo dentro de aquella sepultura, algo que comenzó a producir aterradores bramidos, gruñidos y algo más, algo que le helaría la sangre. Un aullido, pero no un aullido como cualquiera que hubiese escuchado en su vida, un aullido feroz y lastimero a la vez, casi parecía el lamento de un alma en pena.

― ¿Qué es eso? ―Se preguntó preso del pánico.

― ¿Eso? Eso es tu inevitable castigo. ―Contestó un susurro.

Liam volteó buscando a la persona que le había contestado. Se horrorizó al ver nuevamente a aquella joven que lo torturaba en sus pesadillas.

― ¿Qué quieres de mí? ―Preguntó a la joven parada junto a él con la mirada perdida hacia aquella tétrica sepultura, con una macabra sonrisa dibujada en su pálido rostro carente de vida.

― No hay nada que quiera de ti Liam Baker, porque no eres nada. Ha llegado el momento de que pagues por todos tus males. Sufrirás en carne propia todo el dolor que has causado. Ha llegado el que te hará pagar a ti y a todos los malvados que causan sufrimiento en los demás.

―Siento mucho lo que te he hecho. Todos estos años no he podido quitar esta culpa que me carcome por dentro. Mi vida es solo una constante tortura y estoy listo para pagar por mis actos. Si debo morir estoy listo para hacerlo.

Liam se levantó del suelo. Dentro del nicho los rugidos y lamentos continuaban, como si la criatura que estuviera allí dentro se estuviese retorciendo víctima de un dolor atroz.

Liam caminó lentamente hacia aquellas puertas que ocultaban aquel terrorífico ser.

―Estoy listo. Es hora de que enfrente mi culpa.

Liam continuaba avanzando mientras las lágrimas recorrían su rostro y un nudo apretaba su garganta.

La joven caminaba junto a él mirándolo fijamente.

Liam se detuvo. Frente a él estaban las puertas abiertas de par en par. Se arrodilló frente a ellas con la mirada fija hacia el suelo. ―Perdóname Abby. Sé que estarás mejor sin mí. ―Se lamentó.

Sus manos temblaban de manera incontrolable, las apoyó en el suelo intentando que se mantuvieran quietas. Su corazón palpitaba con más y más fuerza. El deseo irrefrenable de escapar chocaba en su interior con la necesidad de quedarse allí y poner fin de una vez por todas a su sufrimiento.

El sonido de las pisadas de algo enorme saliendo del interior de aquella tétrica construcción lo estremecieron. El miedo que sintió en ese momento no le permitió siquiera levantar levemente la vista para contemplar a su siniestro verdugo. En lugar de ello permaneció en silencio, incapaz de cualquier reacción. Cerró sus ojos con fuerza esperando que todo terminara en un sinfín de dolorosas mordidas. Las pisadas se detuvieron frente a él. Aquello que estaba allí no era algo humano. Sintió su poderosa respiración justo sobre su cabeza. Un terrible aroma fétido llenaba el ambiente con cada respiración de aquel ser. La criatura continuaba allí, solo respirando. Unas gotas de pegajosa saliva cayeron sobre la cara de Liam, pero, aun así, con aquella aberración frente a él, no fue capaz de mirarla. Pero no era miedo a la criatura misteriosa lo que sentía, si no miedo a que, al ver el horrendo rostro de su depredador, en un último momento de cobardía intentara escapar. Le daba miedo seguir viviendo, miedo de seguir cargando con su pesada culpa. Por ello continuó con su cabeza agachada, con su cuello expuesto esperando la mordida fatal. Solo eso haría falta, una mordida en la arteria correcta y todo acabaría.




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