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Eran las cinco de la mañana, luego de una noche intranquila en la cual no pudo conciliar el sueño ni siquiera por unos minutos. Liam bebía una taza de café sentado en la mecedora en el pórtico de la casa. Mientras daba pequeños sorbos a su humeante y caliente bebida, observaba como el cielo se iba aclarando poco a poco y el estridente sonido de los grillos se iba acallando con las primeras luces del alba.
Oscuras ideas pululaban por su perturbada mente. Ni siquiera estaba seguro de lo que había sucedido la noche anterior. Quizás se estaba volviendo loco. Quizás la culpa finalmente había degradado tanto su cordura que ya no podía distinguir lo que era real de lo que no lo era.
Intentó aplacar su tristeza recordando el rostro sonriente de su esposa, pero no lo consiguió, solo pudo recordar la imagen de su débil cuerpo postrado en aquella cama de hospital, ataviada con mangueras y dolorosas agujas que penetran en su brazo, con sus ojos llenos de miedo al darse cuenta que su vida se le escapaba mientras daba su último suspiro.
El lejano sonido de un vehículo que se acercaba lo sacó de su meditación. Mientras terminaba de beber su café vio como la camioneta de la Policía se acercaba.
―Buenos días viejo amigo. Por lo que veo has tenido una noche difícil. ―Saluda Tom mientras baja de la camioneta acomodándose el correaje con la pistolera.
―Lo mismo para ti Tom. ¿Qué haces tan temprano? Siéntate. Traeré un poco más de café.
―Te lo agradezco.
―Dime Tom. ¿Ha sucedido algo? ―Preguntó Liam mientras le alcanzaba una taza de café a su amigo y se sienta junto a él.
―Ha sido un día complicado. El muchacho Smith ha desaparecido. Lo he buscado por cada rincón del pueblo, pero no he tenido ninguna noticia de él.
―Quizás solo se ha escapado.
―Lo mismo pensé. Después de todo, su madre es una verdadera loca. Créeme, yo también escaparía. Pero, aun así, me parece extraño que nadie lo haya visto. Y lo más extraño de todo es que ahora la señora Smith también ha desaparecido.
―Quizás solo ande por ahí buscando a su hijo. Por más loca que sea una persona, siempre tendrán una debilidad por sus hijos.
―Es posible. Pero de todos modos debo buscarla.
―Lo entiendo, es tu trabajo.
―En efecto.
―Pero supongo que no has venido hasta aquí a beber café a las cinco de la mañana.
―No. Anoche tuve una horrible idea. Pensaba que quizás debería buscar en el cementerio. Me da escalofríos de solo pensar que dentro de aquella sepultura encontremos al pequeño y a su madre, pero debo contemplar todas las posibilidades. Es por ello que he venido a preguntarte. ¿Has visto u oído algo extraño en el cementerio estos días?
Liam quedó en silencio por un momento. Pensó en decirle lo que había sucedido anoche, pero tuvo miedo de que su amigo pensara que se estaba volviendo loco.
―No. Nada fuera de lo normal.
―Bueno. Supongo que solo nos queda echar un vistazo. ¿Me acompañas?
―Claro. Vamos antes de que Abby se despierte.
Mientras iban caminando, Tom no pudo evitar ver la tristeza en la mirada de su amigo.
―¿Te encuentras bien Liam? Sabes que puedes hablar conmigo de lo que sea.
―Estoy bien. Son solo cosas del pasado que intento dejar atrás pero que insisten en volver.
―Entiendo por todo lo que has pasado. Pero eres una buena persona, no dejes que lo que te ha sucedido te defina.
― ¿Soy una buena persona? No Tom. No lo soy. He hecho cosas terribles, cosas que ni yo mismo puedo perdonarme.
―Puede ser. Jamás olvidamos las cosas que hacemos y eso es algo bueno. Porque sabiendo lo que has hecho mal, no las volverás a hacer en el futuro. Ahora debes dejar de mirar el pasado, tienes que ver tu presente. Ahí tienes a tu hija. Debes pensar en ella. Eres lo único que tiene en la vida.
Liam permaneció callado. En ese momento se dio cuenta de que, si el ya no estuviera, Abby estaría devastada. Había perdido a su madre, ya no podría soportar otra perdida.
Caminaron en silencio la corta distancia que los separaba del cementerio. Una fina capa de neblina todavía persistía entre las tumbas, como si intentara evitar desaparecer con los primeros calores del día. Todo lucía extremadamente tranquilo. El sonido de las aves cantando alegremente le daba un aire de paz a aquel lugar que siempre tenía apariencia tétrica.
―Bueno al parecer nada ha sucedido por aquí. ―Dijo Tom mientras miraba a su alrededor sin observar nada fuera de lo normal. ―Solo nos resta revisar aquel horrible lugar. ―Dijo señalando hacia la última sepultura.
Liam asintió con la cabeza. Caminaron hacia allí. Al llegar las grandes puertas metálicas estaban cerradas.
Tom apoyó su mano sobre la perilla preparándose para entrar. Una gruesa gota de sudor recorría la frente de Liam mientras las palpitaciones en su pecho aumentaban. El comisario abrió la puerta lentamente. Allí estaba de nuevo el espeluznante chirriar de las puertas. La luz del exterior penetró las sombras del interior de aquel lúgubre nicho. No había nada. El lugar estaba tal como lo habían dejado aquel día en que removieron el pequeño cuerpo putrefacto.