Monstruos Y Sombras, El Rey Elfo

Una Vida Nueva

Llevaba ya un tiempo en el palacio. Acababa de comenzar a aprender algo sobre la vida allí. El idioma era un auténtico aburrimiento, además, difícil.

_No_dijo Sven _, repite conmigo,"Liska atharer, guna thorak"
_"Liska ather, guna tarok". 
_No, Gardar, debes hacer los sonidos más suaves, la "t", por ejemplo, es un sonido muy desagradable para nosotros.
_Tengo una idea, traduceme tú.
_Sí hombre, lo que tú quieras.

Ambos nos reímos. Justo en aquel momento algo sobrevoló la rama sobre la que estábamos sentados. Inconscientemente, ambos nos agachamos y cubrimos nuestras cabezas con las manos.
Oí que alguien se reía. Al levantar la cabeza vimos a Ivar sobre lo que se conoce como un grifo.

_Muy gracioso _dijo Sven.

Ivar se rió de nuevo.

_¿Qué tal va la clase?
_Vamos mejorando, pero hemos acabado por hoy.

Sven y yo bajamos del árbol, sentado sobre la hierba, con la mano extendida encima de los ojos para protegerlos del sol mientras observaba el vuelo de los grifos, encontramos a Balder. Al oírnos llegar se levantó y se detuvo a mi lado.

_Adivina qué te toca ahora.

Yo levanté la mirada y vi como Ivar montaba su grifo. Lo vi descender y nos rodeó a gran velocidad para volver a subir y luego caer en picado. Oí un ruido sordo detrás de nosotros y, al volverme vi a la enorme criatura. Ivar nos miró con un brillo malicioso en sus fríos y enormes ojos grises, una mirada que contrastaba con su sonrisa dulce y alegre que nos dedicaba mientras se retiraba una visera de cuero que le cubría la frente y el puente de la nariz a modo de protección. Dio un salto y cayó al suelo con la elegancia típica de la especie. Lo miré de arriba a abajo, llevaba un traje sencillo y ligero de cuero. Se acercó a nosotros guiando al grifo con su larga y esbelta mano. Mi primera reacción fue correr hacia la criatura para acariciarlo, pero justo antes de posar mi mano sobre él me detuve.

_¿Puedo? _Le pregunté a Ivar. 
_Pues claro, no te dejes engañar por su aspecto agresivo, en realidad son animales muy dóciles.

Acaricie el musculoso cuello del grifo.

_Es increíble. ¿Tiene nombre? 
_Sí, es Sythion, mi kirszak". 
_¿"Kirszak" ?
_pregunté a Balder confuso. 
_Tal vez tú lo conozcas por el nombre de grifo. 
_Sí. 
_Lo siento, no conozco todos vuestros términos _dijo Ivar con una sonrisa.

Miré al animal.

_No estaréis pensando en que me suba a una criatura así. 
_La verdad es que sí _dijo Ivar_, hemos decidido hacerte uno más de nosotros al completo y para lograrlo necesitas tener tu propio "kirszak", o al menos saber montar, como todo elfo del bosque.

Yo miré al grifo.

_No lo veo. 
_Tonterías _dijo Ivar_, acompáñame, yo te enseñaré a montar.

Balder y yo seguimos a Ivar hasta una especie de establo situado en lo alto del palacio, donde en lugar de cuadras había nidos y más grifos. Era un lugar enorme, pero acogedor al mismo tiempo. En lo alto de las paredes había grandes ventanas por las que se filtraban los rayos del sol aportando un color cálido a la estancia. 
Ivar guardó a Sythion y vi cómo se dirigía hacia otra cuadra de la que sacó un grifo de menor tamaño, color canela y blanco, que me miraba con dos grandes y penetrantes ojos color verde hierba. 
Ivar se detuvo a mi lado.

_Esta es Duna_dijo_es perfecta para empezar, pero más adelante deberás buscar a tú "kirszak".

Yo acaricie a Duna. Ivar puso una extraña silla de montar sobre el lomo del grifo.

_Monta_dijo.

Yo le obedecí a pesar del miedo que sentía.

_Dale una palmada suave en el cuello para que vuele, dos para aterrizar. 
_Entendido.

Ivar se apartó. 
Yo hice lo que me dijo, al momento Duna comenzó a mover las alas y, cuando me vine a dar cuenta nos habíamos elevado más de tres metros. 
Era una sensación increíble, sentía un miedo atroz, pero al mismo tiempo, no quería bajar. Miré hacia abajo, Ivar y Balder se cubrían la cara con los brazos para evitar que les entrará polvo en los ojos debido al polvo que levanté.

_¡Eso es, Gardar! _exclamó Ivar con alegría.

Ascendimos hasta una ventana a través de la cual vi cómo se ponía el sol tras el bosque. Sentí el tibio calentor de sus rayos sobre mi piel, o lo imaginé, ya no lo sé, pero el simple hecho de verlo todo iluminado por aquella luz anaranjada hizo que me enamorara de aquel lugar.

_Gardar _ oí de repente _es hora de que nos vayamos, desciende _dijo Ivar.

Yo palmee dos veces el cuello de Duna y, poco  a poco comenzamos a descender hasta que estuve a la altura de Ivar y Balder.

_¡Lo has hecho de maravilla! _me felicitó Ivar_ y, por lo que veo te ha gustado, ya verás, mañana saldremos fuera. 
_Lo estoy deseando _dije entusiasmado.

La vida en aquel lugar era muy diferente a como la había imaginado. Después de abandonar el establo fuimos todos a bañarnos... Por turnos, claro. En el palacio había una estancia en la cual nacía un pequeño manantial de aguas termales. Cuando entré el sol aún iluminaba un poco dándole un tono amarillento. Los elfos se habían encargado de hacerlo lo más acogedor posible. Sentí un gran alivio en mi cuerpo al entrar en el agua. A penas si tenía sensibilidad, pero sentía el leve calentor del agua, aunque es muy posible que lo imaginara. Fuera se oían las voces de los elfos que iban de un lado para otro preparándolo todo para la cena. Yo estaba en la gloria, y, si no hubiera sido porque Balder llamó a la puerta, lo más probable es que me hubiera quedado allí. 
Como de costumbre, la cena fue una velada muy agradable, en la cual la tristeza y los problemas del reino brillaron por su ausencia, todo fueron risas y conversaciones agradables. 
Yo estaba sentado entre Balder e Ivar, hablábamos de anécdotas divertidas y de nuestros planes para el día siguiente. Ivar tenía al pequeño Orion sentado sobre su regazo. Tarwe tenía a Hamlet. Tanto Tarwe como Ivar participaban en la conversación.



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En el texto hay: elfos, demonios, dragones

Editado: 11.10.2020

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