Aún sentía el olor a azufre en mi ropa y, a pesar de que ya había pasado la ceremonia, aún seguía con los nervios en el cuerpo que se mezclaban con el miedo provocándome pesadillas.
Un fuerte ruido me sobresaltó y me despertó. Miré a mi alrededor con la respiración acelerada. En frente de mí, justo a los pies de la cama, vi algo tirado en el suelo. Sentí que se me paraba el corazón de golpe. Me levanté y me acerqué con cautela a lo que había tirado en el suelo, entonces me di cuenta de que se movía. Al momento lo reconocí.
_¡Balder! ¿Qué haces aquí? _exclame tirándome al suelo y agachándome a su lado.
Él se despertó bruscamente.
_¿Gardar? Pero... _miró a su alrededor _, esto es... ¿Qué hago yo aquí?
_Eso me gustaría saber a mí.
Él se encogió de hombros confuso.
_No recuerdo nada, ni siquiera haberme levantado.
_Bueno, venga, te acompaño.
Tras dejar a Balder de nuevo en la enfermería, regresé a la habitación y me acosté de nuevo. No sé cuánto tiempo habría pasado cuando mi sueño se vio interrumpido otra vez por un ruido, esta vez acompañado de un quejido. Abrí los ojos sobresaltado, Balder volvía a estar tirado en el suelo de la habitación. Me miró confuso.
_¿Qué está pasando?
_Ni idea, pero esto es rarísimo.
Volví a acompañar a Balder a la enfermería y, cuando fui a abrir la puerta, sentí como otra mano se posaba sobre la mía. La retiré de inmediato a la vez que sentía cómo se me erizaba la piel. El elfo oscuro se puso a mi lado.
_¿Qué ocurre?
_¿Quién más hay en la enfermería a parte de ti?
Balder se encogió de hombros.
_Nadie, se han ido recuperando, ahora mismo estoy solo, ¿por?
Yo negué con la cabeza.
_Por nada.
Terminé de abrir la puerta con el corazón en el puño y encendí una vela.
Entramos tratando de hacer el menor ruido posible.
_¿Qué hacéis? _preguntó una voz a mis espaldas de repente.
Balder y yo dimos un salto del susto y dejamos escapar un grito. Al volvernos vimos a Ivar.
_Lo siento, no quería asustaros. ¿Aún estáis despiertos?
_No, sí, bueno, pero por... No sé cómo explicártelo.
Ivar inclinó la cabeza.
_¿Qué te ha pasado en la mano?_preguntó de repente.
_¿Qué me pasa? _pregunté mientras me miraba la mano.
Entonces descubrí que tenía una marca, similar a la herida que puede aparecer cuando alguien te agarra con fuerza. Sentí que se me paraba el corazón.
_¿Son dedos? ¿Te han agarrado? _preguntó Balder.
_Al entrar.
_¿Qué?
_Cuando he abierto la puerta algo me ha agarrado.
Ivar cogió mi mano y la observo. Me miró con preocupación.
_¿Dónde ha sido?
_Justo ahí _dije señalando la puerta.
Vi como el elfo se volvía, su rostro era una máscara de horror.
_¿Qué estás viendo? _Le preguntó Balder.
_Algo que no debería estar aquí.
De repente Ivar abandonó la sala corriendo. Balder y yo lo seguimos por los oscuros y angostos pasillos. El elfo subió las escaleras que daban a la planta superior. Cuando llegamos estaba parado frente al gran espejo, con todo el cabello plateado revuelto y los ojos sin expresión alguna, mirando fijamente el espejo.
_Ivar... _dijo Balder.
Entonces vimos como una mano negra comenzaba a asomar y salía del espejo hacia Ivar. Balder y yo nos quedamos petrificados, pero Ivar cogió una sábana que había tras el espejo y lo cubrió con ella, la mano desapareció de inmediato.
Ivar nos miró.
_Tapad los espejos, todos.
Balder y yo obedecimos. Cubrimos todos los espejos con sábanas y los que no se rompieron. Lo importante era no dejar ni uno solo.
_¿Por qué? _Le pregunté a Ivar cuando tapamos el último espejo.
_Son portales.
_¿Portales? ¿A dónde? _preguntó Balder.
_A otra dimensión, al lugar donde van las almas de los seres que mueren, pero donde habitan también seres que jamás estuvieron vivos.
_¿Buenos o malos?
_Pueden ser ambos.
_¿Y este qué crees que es?
Pude sentir que Ivar se estremecía ligeramente.
_Este puedo asegurarte que bueno no es.
_¿Cómo lo sabes?_ le preguntó Balder.
Ivar no respondió enseguida.
_Lo sé.
El médico me interrumpió.
_¿Cómo lo sabía?
_Digamos que el palacio aquel escondía una desagradable historia, de la cual Ivar era protagonista.
_¿Qué historia?
Decidí proseguir con mi relato.
Tratamos por todo lo alto de ocultar los espejos, pero no había mañana en la que no los encontráramos destapados de nuevo, con las lonas en el suelo. Podía sentir el miedo entre los habitantes del palacio, pero en ninguno tanto como en Ivar, Ansgar y Sigrid.
Una tarde Ivar y Sigrid estaban en la sala principal. Recuerdo que era una tarde de invierno, la chimenea estaba encendida y fuera se podían oír los silbidos del viento al pasar entre las ramas de los altos árboles. Ivar estaba de pie asomado a la ventana, Sigrid estaba sentada en uno de los sillones, ninguno de los dos se percató de mi presencia. De repente Ivar se volvió y miró a Sigrid.
_No podemos seguir así_ dijo_, no podemos permitir que siga rondando por estas paredes como si fueran suyas.
_Estoy de acuerdo, pero ¿qué propones? Ya hemos tratado de echarlo de todos los modos posibles, ya no quedan más.
_Alguno tiene que quedar_. Hubo un breve silencio entre los dos hermanos_. No estuvo bien.
Vi como Sigrid se erguía aún más en su sillón y miraba a Ivar con rabia.