_El pasado_ comencé. Hice una pausa para mirar al doctor_. Realmente, conocía bien la historia y los dibujos eran claros, no era necesario descifrar demasiado, lo siguiente que voy a contar es lo que logramos descifrar.
"Durante la Primera Edad, los Sigmalitas eran los dueños del mundo. Eran elfos altos como montañas, y delgados como jóvenes árboles, tan bellos como la luz de las estrellas. Sus rasgos eran finos, su cabello de color plata, su piel blanca como la nieve, y sus ojos de un color azul luminoso. Tenían largas extremidades que les permitían saltar entre los árboles tan veloces como estelas de luz, sin embargo, eran criaturas oscuras, malvadas como el peor de los demonios, descendientes de Kadji, el Demonio Negro, y como él, se alimentaban de carne humana.
Reinaban en la noche y atacaban los demás reinos en busca de alimento, eran expertos cazadores.
A mediados de esa misma edad, una raza procedente del noroeste, los denominados Sindas, hicieron un pacto con la raza dominante, no atacarían más su reino a cambio de una unión. Aceptaron_. Deslicé mi mano por la pared hasta el siguiente dibujo_. Los Sigmalitas ya predijeron que ocurriría aquella unión, y tampoco les interesaba impedirla, pues sabían que no tardaría en estallar una guerra.
Una bola de fuego atravesó el cielo estrellado aquella noche, un dragón escupefuego del oeste, con escamas rojas como el fuego del que estaba hecho. Abrió el paso a una raza de elfos oscuros que habitaba más al sur. Los Ghendas, de piel oscura como una noche sin estrellas, cabello blanco y ojos rojos o violetas, tan agresivos como el dragón que los acompañaba, aquel al que los Sigmalitas llamaban Kadji, aquel que los destruiría a todos del mismo modo en que los creó_. Me detuve un momento y contemplé la figura del dragón, con las alas extendidas y escupiendo su fuego a las altas figuras. "Kadji" pensé, "su propio creador, fue también su destructor"_. La victoria fue para los Ghendas, pero no todo estaba perdido.
Tres lograron escapar, un niño pequeño, junto con su padre... Y su abuelo. Sería él quien tendría que enfrentarse de nuevo a Kadji, y derrotarlo".
Miré a Ivar, estaba contemplando ensimismado su parte de la pared.
_Soy yo_ dijo_. El presente.
"Llegó al sur, a un reino situado en el río, Rigrast, de allí llegó al bosque y se instauró un nuevo reino. Permanecieron en las sombras hasta que el mayor fue asesinado por ellos mismos. Ahora sólo quedaba uno, un elfo oscuro que se disfrazaba de elfo de luz. Se casó con una humana, señora de los dragones, quien sería asesinada con el regreso de Kadji_. Ivar se detuvo un momento y pasó su mano sobre el dibujo de Tarwe_. Ahora sus pasos lo llevan de vuelta a su origen".
_¿Qué? _pregunté.
_A su origen, la biblioteca es Sigmalita, Gardar_ dijo Balder.
_Esta parte es difícil de descifrar, aparecemos todos, la llegada de cada uno, lo que pasó con nosotros, el momento en el que encontramos la biblioteca... Incluso hay un dibujo que nos muestra a nosotros tres aquí, frente a las pinturas.
_Es el presente, narra nuestra vida_ dijo Balder.
_Creo que es hora de pasar al futuro_ sugerí.
Balder asintió.
_El futuro_ dijo. Sentí un escalofrío recorriéndome la espalda al escuchar aquella palabra. Lo que dijera Balder sería lo que nos ocurriría a cada uno de nosotros_. No os preocupéis, no está tan claro como los otros. Aquí sólo se expresa que un Sigmalita, un Ghenda y un humano entrarán en la biblioteca, debemos encontrar una puerta, entrar en la habitación y encontraremos unas gemas, similares a la piedra que encontramos. Hay que buscar un espejo, colocarlas en su posición correcta y se abrirá un portal que debemos atravesar para llegar a la otra dimensión. Seremos sometidos a pruebas, tras las cuales, si las superamos, Kadji será derrotado_. Continuó leyendo_. Según esto, tras su derrota, uno de nosotros morirá, otro continuará con su vida normal, y el último vivirá eternamente, custodiando las gemas mágicas.
Nos quedamos en silencio un momento. Nadie dijo nada, pero yo tenía muy claros los destinos, o al menos, uno de ellos sí, yo sería quien moriría. Levanté la cabeza y los miré.
_¿Vamos? No perdamos, más tiempo.
Los otros me miraron y asintieron. Ivar iluminó una vez más los dibujos de la cueva. Aparecieron varios momentos, mi llegada, el descubrimiento de la biblioteca, la piedra celeste, Anharel, la muerte de Tarwe... Ivar bajó la vista al contemplar aquella imagen y, al hacerlo, descubrió otro dibujo en el cual estaban los dos juntos, sentados bajo un árbol, en la orilla de un río, parecían hablar. Los ojos de Ivar se clavaron en él y sus dedos acariciaron la pintura.
_Hay una cosa que no entiendo_ dije. Ellos me miraron_. ¿Por qué lo llaman Kadji si su nombre original era Métrax?
_Porque son escrituras Sigmalitas, para ellos era Kadji_ respondió Ivar_. Fue mi abuelo quien las pintó, antes de morir.
_¿Y cómo sabía todo esto?_ preguntó Balder.
_Porque podía verlo_ dijo Ivar continuando con el camino.
Llegamos a la biblioteca, abrimos la entrada y nos metimos dentro. Miré hacia el fondo de la habitación, a la puerta de madera que había visto en mis sueños, en esos en los que siempre era destruido por un demonio.
_Es aquella_ dije.
Balder se acercó y giró el picaporte.
_Lo suponía, está cerrada.
_Tenemos que encontrar una llave_ dijo Ivar mientras miraba entre las estanterías vacía.
De repente se oyó un fuerte golpe y el sonido de la madera al astillarse. Ambos miramos hacia la puerta, Balder acababa de solucionar el problema.