Miré desde mi posición lo que ocurría. Ivar miraba su reflejo en el espejo, aunque no se le parecía en nada. No era el reflejo de un elfo lo que había al otro lado del cristal, sino aquella criatura de largas extremidades, piel y cabello blancos y ojos azules, la criatura que apareció en el espejo del pasillo en lugar del reflejo de Ivar. Ahora ya sabía lo que era, pero aún así, no pude evitar un estremecimiento al ver lo que era realmente mi amigo.
Miré a mi alrededor, Ivar estaba en una zona elevada, así que tenía que encontrar un lugar por el que acceder a aquella zona. Junto al espejo vi aparecer la figura de un hada que miraba con frialdad al elfo.
_Todo ha sido por tu culpa_ empezó a decir el hada_. Provienes de la oscuridad y eso es lo único que traes contigo, oscuridad y desgracias. Con tu llegada, el árbol que mantenía vivo el bosque se ha secado, lo has matado. Engañaste a tu mujer e hiciste que se fuera...
_¡Eso es mentira!_ la interrumpió Ivar_. ¡Jamás le dije que se marchara! Jamás la dejé.
_La mataste también, murió por tu culpa, salvando tu inútil vida, la vida del hombre que la engañó y la dejó morir. Por no hablar de que has perdido tu palacio, resumiendo, has matado al bosque, a tu mujer y vives en las ruinas. Eres un ser horrendo, el mayor monstruo que ha podido existir_. Comenzó a caminar alrededor del elfo sin apartar la mirada de él_. Debiste morir con tu raza. ¿Por qué no lo haces ahora? ¿Por qué no nos haces ese favor a todos los seres que te rodeamos?
Ivar miró la daga que tenía entre las manos. Volvió a mirar su reflejo.
_Ese no soy yo_ dijo casi con un hilo de voz.
El hada resopló aburrida.
_El espejo siempre muestra la verdad. Eres un monstruo, como yo una sombra. Acéptalo de una vez y haz lo que debes. Esa es la verdad, tu esencia. Eres un ser que sólo sabe destruir lo que le rodea.
Ivar miró con incredulidad y abatimiento al hada, tal vez fueran ciertas sus palabras, después de todo, ¿acaso no era cierto todo lo que le había dicho el hada?
Volvió a mirar la daga.
_Pues si esta es la verdad, lo mejor es que nadie la conozca en su plenitud. Ya he hecho demasiado, no es justo que siga habiendo tanta destrucción por mi culpa_ dijo poniéndose la daga en el cuello.
Ahí fue cuando reaccioné. Me armé de valor para pisar la superficie brumosa y salir a la dimensión que se extendía ante mí. Tenía que impedir que Ivar cometiera el mayor error de su vida, justo lo que quería conseguir aquella entidad disfrazada de hada.
Empecé a correr hacia su posición, aunque no sabía cómo llegar hasta él. Volví a contemplar la escena. La mirada del hada era fría e impenetrable. Sus ojos miraban al atormentado elfo sin compasión, ordenándole a grirtos que lo hiciera. Ante la desesperación y la impotencia de saber que no llegaría a tiempo de impedir que lo hiciera, me vi obligado a llamar la atención del elfo como fuera para disuadirlo de aquella idea.
_Ivar no, no lo hagas, por favor_ grité desde abajo.
Él me miró.
_Gardar.
_Ivar suelta esa daga, así no lo vas a solucionar. Nosotros te ayudaremos.
Vi cómo bajaba la daga.
_Eso es mentira_ dijo el hada_. No dice más que mentiras, no le importas Ivar, no está aquí por ti, sólo está por Tarwe, porque estaba enamorado de ella. Ninguno de tus compañeros te aprecia realmente por tu forma de ser, te aguantan porque amaban a tu mujer, simplemente esperaban a tu muerte para tener una oportunidad.
_Eso no es cierto_ le recriminé al hada, luego miré al elfo_, y lo sabes Ivar, sabes que te está mintiendo, está tratando de matarte antes de que tú lo mates a él.
_A estado a punto de cambiaros a todos por la mujer a la que amó_ le dijo el hada.
Ivar me miraba, pero no había reproche en su mirada, ni siquiera me juzgaba por ello.
_Es cierto_ confesé_, he estado a punto de cambiar todo esto por la vida que siempre deseé, por una vida normal en el que fue mi hogar, pero estoy aquí, apoyándote, estoy a tu lado_ de repente se abrió el último portal y Balder entró en escena_, estamos a tu lado_ me corregí. No estás solo en esto.
_¿Lo prometes?
_Te doy mi palabra, ahora suelta la daga, por favor.
Ivar me dedicó una sonrisa mientras empezaba a bajar la daga. Todo quedó en calma por un momento hasta que, con un veloz movimiento de su brazo, Ivar cortó el cuello del hada con la daga que aún sostenía en la mano.
La criatura, sorprendida ante la reacción del elfo, sólo atinó a taparse la herida con la mano, supongo que en un intento de detener la hemorragia. Me fijé en que Ivar miraba hacia el espejo, a su reflejo. Mientras el hada a medio desangrar comenzaba a transformarse en no más que una sombra oscura, el cuerpo de Ivar cambiaba de aspecto hasta transformarse en la criatura reflejada en el cristal.
La gigantesca criatura avanzó hacia el hada a medio transformar, con los largos y afilados colmillos asomando, amenazantes. Me fijé en que había despegado la lanza que atravesó a Tarwe de su espalda y ahora la portaba en la mano. Con un salvaje rugido se abalanzó sobre la criatura y clavó la punta de la lanza con fuerza, atravesándola, para luego alzarla en volantadas mientras se retorcía en lo alto del mástil de la lanza, tratando aún de frenar la hemorragia mientras gritaba de dolor.
Con un brusco movimiento, Ivar lanzó a la entidad contra el suelo, haciendo que saliera disparada de la lanza y, como consecuencia, provocando un desgarre en la zona de las costillas.
Contemplé petrificado desde mi posición cómo Ivar se alzaba sobre ella, de nuevo con la lanza en alto, pero no llegó a clavarla, esta vez el otro fue más rápido y se apartó antes de que lo atravesara la punta de la lanza, la cual chocó con fuerza contra el suelo. Ivar se volvió con un gesto brusco hacia la maltrecha criatura que trataba de huir supongo que a otra dimensión. Ya tenía el portal abierto, pero no llegó a cruzarlo antes de que el elfo se abalanzara de nuevo sobre él, con sus potentes uñas afiladas por delante y los colmillos siguiéndolas de cerca. Ambos rodaron por el suelo, con la suerte de que Ivar quedó sobre ella. Al instante, ante mi asombro, contemplé cómo empezaba a morderle, arrancando trozos de carne del cuerpo del hada a medio transformar mientras Métrax, la falsa hada, trataba de quitárselo de encima. Podía oír sus gritos de dolor y el ruido de la carne al ser desgarrada.