Balder y yo estábamos en la habitación, cada uno sentado en su cama y en silencio.
Mi mirada estaba fija en el suelo, pero mi mente seguía en el funeral de Ivar. No necesitaba cerrar los ojos para visualizar el momento en el que su cuerpo, envuelto en pesadas cadenas de hierro, era depositado en el interior de la profunda fosa. Aún veía sus cabellos plateados extendidos sobre la tierra color marrón oscuro, con tonalidades rojizas. El contraste con su piel, más pálida que de costumbre, que le daba un aspecto fantasmagórico. Veía cómo la tierra que le echaban encima comenzaba a cubrir poco a poco su cuerpo...
Menee la cabeza tratando de alejar ese recuerdo. Mi gesto atrajo la mirada de Balder. Oí que se levantaba y luego vi que se sentaba a mi lado.
_¿Y ahora qué? _me oí preguntar, aunque llevaba todo el día tratando de no formular aquella pregunta, el haber estado dándole vueltas en la cabeza, hizo que no pudiera impedir que aquellas palabras salieran de mis labios.
Balder no respondió enseguida.
_La vida continúa _ dijo encogiéndose de hombros. Pude notar por su voz que estaba a punto de llorar.
"Estamos en las mismas entonces" pensé.
Entrelace los dedos de mis manos.
_Sí no me hubiera dormido, tal vez no habría muerto, tal vez... _ mi voz se interrumpió.
Balder puso su mano sobre mi hombro.
_No le des más vueltas a eso, no tuviste la culpa de nada, sabíamos que pasaría y, ¿sabes? En el fondo, creo que Ivar deseaba que ocurriera. Sus únicas aspiraciones eran asegurar el futuro de sus hijos y hacer feliz a Tarwe. Ya no le quedaba nada aquí.
Me esforcé por aceptar las palabras de Balder, pero me costaba, el dolor les dificultaba el camino a mi conciencia.
De repente, sacando ánimos de donde ya no quedaban, alcé la cabeza y sonreí.
_Ahora ya están juntos otra vez.
Balder también me sonrió.
Miré al doctor.
_Las cosas no volvieron a ser como antes. Una vez muerto Ivar, a Ansgar ya no le quedaba nada allí. No llegó al mes antes de que decidiera partir hacia otras tierras. El reino se quedó sin rey, y poco a poco sin súbditos. Lo que nos mantenía unidos se esfumó. Drizzt y Frey encontraron su lugar más allá de las montañas del norte, a Enar se lo llevaron los años, y a los pocos siglos lo siguieron sus sobrinos. Sigrid, viuda y con Rina ya mayor, decidió partir, como Faraday y Mylor, de quienes no he vuelto a saber. Shadow volvió al norte... Y así hasta que Balder y yo nos quedamos solos en el reino, él sin un lugar al que ir, y yo sin intención de abandonar aquel que fue mi hogar durante ya más de ocho siglos.
Regresé a aquellos días en los que Balder y yo compartíamos el gran palacio.
El invierno había llegado con fuerza aquel año, iba a ser difícil encontrar algo que cazar con aquellas temperaturas. Aquellos pensamientos rondaban mi mente mientras encendía unas velas para los compañeros allí enterrados. Tarwe e Ivar llevaban ya cerca de siete siglos "bajo tierra" , Freky, Ralft y Enar no llegaban aún a los tres siglos.
Dejé que la débil luz de las velas iluminara la oscura estancia. Permanecí un momento observando las lápidas, pensativo, tratando de recordar los rasgos de cada uno de ellos. El tiempo no pasaba en balde, los tres enanos eran más recientes, aún tenía sus gestos en la memoria, podía visualizar sus imágenes, pero los elfos... Hasta la sonrisa de Trawe no era más que un recuerdo borroso, "¿Por qué tanta hostilidad hacia Balder entonces?" me pregunté.
Y era cierto que parecía que la animadversión hacia él había vuelto después de tantos años. Aunque tratara de ocultarla, siempre acababa hablándole con más frialdad de la deseada. "¿Por qué?" me preguntaba," tal vez por exceso de tiempo libre".
Me levanté y abandoné la estancia. Me dirigí hacia la puerta de la entrada y miré hacia el exterior, a lo lejos veía enormes nubes color gris oscuro arremolinándose. Al bajar la mirada, a unos pocos pasos por delante de mí, distinguí la blanca cabellera de Balder, también mirando hacia las nubes.
Avancé hasta situarme a su lado.
_Esta tarde habrá tormenta_ le dije.
El elfo oscuro me miró.
_Esta tarde y puede que mañana también.
Los años habían hecho mella en él. A pesar de que los elfos no envejecían, sí se les notaba el paso de los años, en la mirada, en la forma de actuar... No sé cómo podría explicarlo de un modo que se me entienda, era algo extraño.
Me sonrió con aire cansado.
_Vamos dentro_ dijo volviéndose hacia la entrada.
Lo observé mientras caminaba hacia ella, "¿Qué había sido de su jovialidad?" me pregunté.
Lo seguí. Caminamos juntos por los desiertos pasillos, en silencio.
Mientras los atravesaba, podía visualizar a nuestros antiguos compañeros cuando caminaban por ellos, ahora todas las puertas estaban cerradas. Me detuve en una de ellas, la que más tiempo llevaba cerrada, la habitación que un día fue de Tarwe e Ivar.
Me puse frente a frente con la puerta y la escudriñé con la mirada. Cuando me vine a dar cuenta, mi mano estaba sobre el picaporte. Al darse cuenta de que no lo seguía, Balder se detuvo y se volvió para mirarme.
_Si la abro otra vez, ¿volveré a sentir que aún siguen vivos?_ le pregunté.
Oí sus pasos aproximándose.
_¿Y de qué servirá esa mentira? Solo abrirá recuerdos dolorosos.
Retiré la mano.
_Cierto.
La tormenta llegó por la tarde. Podíamos oír el viento soplando con fuerza en el exterior desde el salón. Balder y yo comíamos en silencio, de repente levantó la mirada hasta mí.
_¿Qué nos distanció?_ me preguntó.
Lo miré sorprendido.
_¿De qué hablas?
_Gardar, contestame sin rodeos, por favor. ¿Crees que no noto que me tratas con mucha más distancia que antes? Llevas haciéndolo desde la muerte de Tarwe, pareció que la cosa mejoraba después de la de Ivar, pero ahora vuelves a hacer lo mismo. ¿Por qué?