Monstruos Y Sombras, El Rey Elfo

Pues Empezamos Bien

A la mañana siguiente fui en busca de Liviana para comentarle la propuesta de Tarwe. Al principio no pareció sentarle muy bien.

_Liviana, ¿te parece bien?

El la me miró.

_¿Qué es lo que quieres tú, Gardar? ¿Tú quieres ir?

Me quedé sin saber qué decir. En verdad sí, claro que que quería ir. Liviana me sonrió y luego miró hacia el paisaje.

_Que así sea entonces _dijo. 
_Liviana, yo... 
_No tienes que darme explicaciones, es tu vida, comprendo que es una gran propuesta y que tal vez te abra puertas, creo que si estuviera en tu lugar,  yo también aceptaría. Pero te voy a echar mucho de menos.

Yo la abracé.

_Yo también te voy a echar de menos. Vendré a visitarte siempre que pueda.

Cerca del mediodía, Tarwe, Ivar y yo partimos hacia una aldea cercana, donde compramos dos caballos y comimos. No tardamos en reanudar la marcha. El norte era tan frío... El color del cielo se tornó distinto en cuanto cruzamos Helzer y en los pocos valles que atravesamos, las nubes cubrían las montañas del fondo tornando su negro a gris. La humedad podía respirar se en el aire, mezclando su olor con el del musgo que crecía en las rocas, además, la niebla dificultaba nuestra visión. Hasta la hierba era de un color verde oscuro. Llegamos a los Páramos de Ishgarth. Nos detuvimos al borde de un gran precipicio. Ivar retiró un poco el cuello del traje que le cubría media cara, puso su mano sobre mi hombro y señaló al frente.

_El Bosque de las Sombras _dijo.

Me asomé un poco por el precipicio y una ráfaga de viento helado me hizo entrecerrar los ojos, pero lo vi. Un extenso bosque poblado de árboles de hoja caduca, de hojas doradas y color cobre, al fondo del cual, entre la niebla, se alzaba una gran montaña. Lo miraba embelesado, para una persona que sólo había conocido la roca desnuda y la arena del desierto, tal cantidad de vegetación, de vida... Me parecía lo más hermoso del mundo.

_Después de Tarwe, claro está _Le dije al médico con una sonrisa.

Luego prosegui con la narración.

El caso es que aún no había visto el que sería mi futuro hogar, porque tenía claro que era ahí donde quería pasar mis últimos días, pero ya me había enamorado de él.

_Gardar_dijo Ivar sacándome de mis pensamientos. 
_¿Sí? 
_Será mejor que reanudemos la marcha, de lo contrario oscurecerá.

Yo asentí.

_Vamos_dije.

Verdaderamente no me preocupaba la noche, había viajado muchas veces de noche, lo único que quería era llegar para poder admirar el bosque de cerca. 
Desgraciadamente, cuando estábamos atravesando lo, no pude admirarlo, Tarwe e Ivar iban muy rápido, como si quisieran dejarlo atrás lo antes posible. Su paso sólo se relajó cuando lo hubimos cruzado y llegamos a una pequeña pradera con una colina coronada por un viejo roble. Miré hacia atrás, el sol se ponía tras el extenso bosque.

_Es una pena, tenía muchas ganas de verlo_dije.

Ivar me miró y me sonrió.

_No te preocupes, ya podrás explorarlo mañana. La noche es peligrosa, y ese bosque no es un buen lugar para perderte.

_No creo que ninguno lo sea_dijo Tarwe. 
_Cierto, pero este lo es menos _dijo Ivar mientras la miraba con una muestra de amor infinito en su mirada.

Yo bajé la cabeza y sonreí por lo bajo mientras sentía el paso de Takira, el nombre que había elegido para mi yegua, disfrutaba tanto con esta pareja de elfos, simplemente observando sus gestos, siendo testigo del amor que sentía el uno por el otro.

_Gardar_ oí decir a Tarwe.

Yo levanté la cabeza de inmediato y los miré, ambos tenían sus ojos clavados en mí.

_Vamos hombre, no vayas tan atrás, ven con nosotros _dijo Ivar con haciéndome un gesto con el brazo.

Hice que Takira acelerará el paso hasta que estuve junto a ellos.

_Ya estamos cerca_dijo Ivar con una emoción en la voz que lo hacía parecer incluso más ilusionado que yo.
_¿Estás nervioso? _preguntó Tarwe. 
_Mucho.

Ellos se rieron.

_No tienes nada que temer, verás cómo te caen bien, son muy simpáticos y congeniaras enseguida_ dijo Ivar. 
_Eso espero.

Llegamos a la montaña. Vi que había una especie de puente que llevaba a unas puertas . Dejamos los caballos en el establo y abrimos las puertas. Cuando entramos no podía dejar de mirar aquel impresionante lugar, estaba dentro de la montaña. Oí que Ivar y Tarwe se acercaban y se detenían a mi lado.

_¿Qué te parece? _ me preguntó Ivar. 
_Esto es increíble _dije sin poder parar de mirar.

De repente oí voces en lo alto de las escaleras que conducían a la entrada. Miré hacia el lugar del que provenían. Vi a varias personas correr hacia nosotros, entre ellos dos niños pequeños. Inconscientemente retrocedí un par  de pasos, pero Tarwe e Ivar volvieron a ponerme a su altura. Vi cómo aminoraban su paso hasta estar a tan sólo unos metros.

_¿Quién es? _preguntó uno de los niños mientras me miraba con curiosidad.

Comencé a ponerme nervioso y no atinaba a hablar.

_Me llamo Gardar_fue lo único que salió de mi boca. 
_Ah, pues hola_dijo uno de ellos.

Ivar nos miraba. Por fin intervino.

_Vamos, no nos quedemos aquí, vamos a la sala de estar_dijo mientras me invitaba a entrar.

Se dividieron en dos filas, dejándonos paso a Ivar, a Tarwe y a mí. He de admitir que algunos me daban miedo, en especial los cuatro elfos oscuros allí presentes. Uno de ellos me siguió con la mirada hasta que entramos en la sala. Recuerdo cómo temblaba, jamás había sentido tanto miedo como en aquel momento en el cual Ivar y yo permanecíamos de pie en medio de aquella sala.



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En el texto hay: elfos, demonios, dragones

Editado: 11.10.2020

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