Al entrar en la cafetería, Natalia vio como estaba distribuido el local.
Había una fila de cuatro mesas pegadas a la ventana de su lado izquierdo y de su lado derecho estaban otras cuatro mesas, pero estas eran más pequeñas y tenían dos sillas cada una. Del mismo lado, al fondo, había un estante lleno de libros.
A unos metros frente a ella estaba una enorme barra de madera con sillas. Al fondo estaba un estante con vasos de vidrio y del lado del estante había una puerta que conducía a la cocina.
—Vaya —gritó una voz desde la cocina—. Miren quien ha llegado —volvió a gritar la voz.
De la puerta, salió un hombre gordo, con el cabello blanco y un delantal que se detuvo detrás de la barra con los brazos en la cintura.
—Pero miren quien ha llegado. La increpadora —exclamó.
Natalia no podía moverse, estaba petrificada.
—¿Qué vienes a hacer aquí niña? ¿vienes a increparme a mí también? ¿a hacerme llorar? — la interrogó con ira.
Natalia comenzaba a ruborizarse, mientras las personas que estaban sentadas en las mesas la observaban.
—¿Entonces? —volvió a preguntar.
Pasaron unos segundos cuando Natalia pudo decir algo.
—Nada —dijo resignada.
—Eso es, nada, no dices nada porque no hay nada que preguntar, así que largo de aquí —exclamó.
Natalia obedeció y salió con pena del local.
Editado: 03.07.2018