Secreto en riesgo.
Madison.
Cuando el sol ya había salido, no tenía muchas ganas de levantarme, pero me obligue a hacerlo, entre a la cocina con un notable malhumor. Papá me sirvió el desayuno, y despues de recibirlo me senté en una de las esquinas de la mesa, en donde mis hermanos ya disfrutan de la comida.
—¿Qué tienes, hija? —me preguntó papá al notar mis bajos ánimos.
—No es nada—le mentí como si él fuera a creerme.
—Esta así por el lobo nuevo, ¿no? —curioso mi hermano menor, Jordan, de diez años.
—¿Hay un lobo nuevo? — preguntó Alice, también mi hermana menor, de trece años.
Ambos heredaron más los rasgos de mi madre, como el cabello oscuro, la tez un poco pálida y los ojos claros.
—Así es—respondió papá—. Hijo, ¿Cómo te enteraste? —lo interrogó.
—Escuche a mamá quejarse de él—confeso antes de darle una mordida a su pan tostado.
—¿Quejarse? —pregunta Alice curiosa.
—Ella no está muy conforme con su llegada—le explique.
—Por supuesto que no—afirmó mamá entrando a la cocina—. Ni siquiera se ha presentado ante nosotros, sus alfas.
—No tienes por qué enojarte, cariño—papá trata de razonar con su esposa—. Tienes que entenderlo, es solo un cachorro que creía estar solo hasta hace unos días. Le tomará tiempo, pero nos aceptará como su manada. Despues de todo, es lo que cualquier lobo busca; ser parte de una manada.
No pude evitar pensar en la reacción de Adrián cuando le mostré que era como él. Lleno de confusión, pero aliviado de no ser el único.
—Solo necesita tiempo, y una bienvenida adecuada—agregó—. Por eso, invítalo a cenar. Así podrá conocernos y nosotros a él.
—¡Sí!, quiero conocerlo—dijo Jordan con entusiasmo.
—¿Ya has hablado con él?, ¿Cómo es? —me preguntó Alice llena de curiosidad.
—Es alguien... complicado.
—Por eso lo invitarás a la cena familiar—me recordó papá—. Y todos lo trataremos bien, lo haremos sentir en casa, ¿de acuerdo?
—De acuerdo—murmuramos sus hijos.
Aunque no estaba segura de sí él aceptaría la invitación, no podía negarme. Papá observo a mamá, quien no había respondido. Todos la vimos y ella finalmente se rindió.
—De acuerdo, pero asegúrate de que no cause problemas, sabes que es importante mantener nuestro secreto oculto—me advirtió mamá. Asentí, aunque tampoco sabía como lograrlo.
Al entrar al salón de Geografía, el profesor Daniel nos presentó a una nueva alumna de intercambio. Era una chica de cabello negro con algunas mechas verdes, piel un poco pálida y ojos igual de oscuros que su cabellera. Tenía bajo la ceja izquierda un pircing, casi invisible.
La chica se presentó como Lianna Harper, y se sentó junto a Samantha Kelly, una de las chicas más inteligentes del salón. Noté la poco amigable mirada de Adrián sobre la chica, a quien volví a ver, sin saber qué es lo que Adrián tenía en mente.
Al terminar Literatura, pensé en buscarlo y hablar de lo que papá me había dicho, además de preguntarle por su extraña reacción con la chica nueva. Pero mis planes se vieron usurpados cuando Grace me detuvo.
—Maddie, acompáñanos a almorzar.
—Yo no...
—No te preocupes, te caerán bien—me interrumpió antes de arrastrarme hacia la mesa en donde las otras chicas ya nos esperaban.
—Maddie, que bueno que te nos unas—Isabella fue la primera que me dio la bienvenida. Era una chica de cabello rubio con las puntas rosadas. Muy conocida por ser una de las chicas más hermosas de la secundaria, además de ser buena en los deportes.
—Gracias, y perdón por no haber venido antes—me disculpé apenada. Los últimos días había estado muy ocupada vigilando que Adrián no perdiera el control, y dejará de poner el secreto en riesgo.
—No te preocupes, soy Isabella, por cierto—se presentó, aunque ya sabía su nombre—. Y ella es Ella, una loca de nacimiento—me murmuro.
—¡Te he escuchado! —le reclamo la chica—. No le creas, esta celosa de mi grandiosa personalidad.
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Editado: 14.09.2019