Moonman

Capítulo 1

Solté un grito y cuando vi que ya se encontraba frente a mí, moví mi bate para darle un golpe el cual esquivo sin ningún problema. Trate de darle otro golpe, pero de nuevo falle, no tenía pensado detenerme, pero ya me estaba cansado y eso es muy malo.

  • Rayos… ¿Quieres dejar eso? – Aproveche su leve distracción para golpearlo, así que le di un golpe directo en el estómago y tratado de ser lo más rápida, subí las escaleras para entrar a mi casa. – ¡Espera!... ¡Tú me conoces…! Vamos Camila… no puedes olvidarte de tu único amigo. – Llegue hasta la puerta pero me detuve antes de entrar a la casa.

 

  • ¿Mi único amigo? No sé qué de hablas. – Abrí lentamente la puerta hasta que lo escuche de nuevo.

 

  • Soy MoonMan… mejor conocido como la Luna, he venido para compartirte de mi tiempo y estar contigo hasta el final. – Solté una pequeña risa por su comentario.

 

  • Amigo… dudo que me conozcas, así que te pediré que te vayas o volveré a usar mi bate contra ti y esta vez en tu linda cara. – Estaba molesta y si esta vez necesitaba quedarme sin aliento para darle una paliza, lo haría, soy muy pacifista pero nadie puede venir a decirme que me conoce, nadie.

 

  • ¿Puedes darme una mejor oportunidad? He dejado solas a las estrellas por venir contigo, ahora las olas no se harán… estoy dando mi tiempo para ti, creo que merezco más cortesía de tu parte. – Me di media vuelta para verlo a la cara, ahora si estaba muy molesta.

 

  • Mira… no me interesa saber quién eres, de dónde vienes o que planes tengas, pierdes tu tiempo tratando con una persona como yo. – Me miro algo sorprendido pero fue el quien de nuevo se acercó, levante mi bate a la altura de su cara. El cielo estaba lleno de estrellas, y si no fuera por eso y la linterna de mi mano, no podría ver sus ojos azules como el océano, su cabello negro muy… oscuro y su piel blanca algo pálida.

 

  • Deberías creerme, estoy aquí porque ahora mi tiempo es el tuyo, estaré hasta que sea la hora de partir, ya no tendrás que verme cada noche llorando… ahora te prestare mi hombro, te daré consuelo en un abrazo y ahí estará cada vez que te sientas sola o fuera de lugar. – Quería golpearlo, pero… solo solté algunas lágrimas. Hace tiempo preferí alejarme de las personas, hasta de las más queridas que tenía, pero era necesario, no merecía la pena de nadie, y menos si es por algo tan… tonto.

 

  • ¿Cómo sé que dices la verdad? – Pregunte con interés y duda.

 

  • Cuando tenías 8 años le pediste a tus padres que te compraran coches de juguetes, pero no recibiste eso, ni el regalo que le pediste a Papá Noé… –

 

  • Nadie sabe eso… es demasiado personal y algo tonto, era una niña. –

 

  • Hace tres meses te dieron el sí, tu solo saliste del consultorio y cuando llegaste a casa pediste la casa del árbol, desde entonces vives aquí, miras las estrellas siempre a la misma hora… a las 2 con 15 minutos para comenzar a llorar, crees que todos están dormidos, pero tu falta de sueño no existe, duermes todo el tiempo que puedes en las tardes, pones una alarma para hacer la tarea y alguna pequeña limpieza en la casa, le cuentas a la luna tus penas, lloras hasta quedarte dormida y tengo que venir a cobijarte. – Entro a la casa y cierro la puerta antes de que él entre, coloco el seguro y veo que todas las ventanas estén cerradas para que no pueda entrar.

Camino hasta mi cama, golpeo mi almohada repetidas veces y siento como mis ojos arden por tratar de impedir la salida de mis lágrimas. Siento como unas manos toman mis hombros y me trasmiten fuerza.

  • No es tu culpa… lamentablemente eso le sucede a muchas personas y cada una de ellas se pregunta el por qué. – Seguí golpeado la almohada hasta que sentí como mi molestia fue disminuyendo.

 

  • Yo no sé qué hice para merecer esto… pero no estoy lista para esta… mierda, tengo sueños como cualquier persona… y ahora, solo tengo que… rendirme. – Me aleje de él y camine hasta la pequeña cocina para preparar algo de cenar. – Espero que te guste la pasta. –

 

  • Desde que te conozco espero comerla, ¿Necesitas ayuda? – Negué rápidamente con la cabeza. – Sé que ahora me crees y diré gracias por eso… sé que no llegue en el mejor momento y pido disculpas por mi tardanza y mi manera de llegar, es la primera vez que hago esto. – Encendí el fuego de la estufa para después colocar un sartén hondo con agua. – Hay otras cosas que debes saber para ya no tomarte por sorpresa y no te preocupes por mi cuando estemos juntos. – Asentí dando media vuelta cuando vi como el agua comenzaba a hervir.

 

  • ¿Soy la primera persona que vas a tratar? – El asintió. – ¿Por qué? ¿Qué me hace especial? –




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