El silbato sonó, deteniendo el juego. Estábamos en la clase de deportes, asignatura que compartía con Sara y Kaila. No era buena en muchas cosas, eso lo sabía y fue lo que ellos siempre se aseguraron de recordar. Pero sí era buena en esto.
Volley.
Sinceramente no sé cómo, pero mi cuerpo estaba preparado para esto y eso demostré al jugar contra Sara. Y ella estaba furiosa porque yo había ganado.
Mi equipo arrasó al suyo.
—¡Muy bien jugado! —Felicitó el profesor, sonando extasiado—Srita Mills, me ha sorprendido con su talento ¿Jugabas antes?
Negué sintiéndome repentinamente tímida al tener tantos ojos sobre mí.
—Pues nuevamente la felicito—Asentí con la mirada gacha—Bien, señoritas. Vayan a las duchas y luego continúen con el horario de clase.
Los murmullos y pasos no se hicieron esperar. Me mantuve de pie, observándolas marchar, quería entrar ultima al baño por obvias razones que solo yo sabía.
Mis piernas.
Los tres cortes en mi muslo derecho.
Mis hematomas.
No quería que los vieran. Solo yo y la intimidad de mi habitación.
Un empujón que casi me volteó al suelo, hizo que me girara encontrándome con los ojos furiosos de Sara y a su sombra, Kayla.
¿Saben que fue lo peor de todo?
Qué el profesor que acababa de felicitarme, lo presenció y, aun así, no hizo nada.
Ojalá lo hubiera hecho.
Caminé a paso lento hasta el baño, sin acercarme demasiado a las demás. Y solo esperé hasta que me aseguré que la última chica había terminado y con rapidez, pero no la demasiada para no herir más de lo que ya estaba el lateral de mi abdomen.
Mi ropa cayó al suelo y suspiré quejosa. De cuclillas logré tomarla y dejarla sobre el banco junto a la puerta. Y luego de ayudarme con la pared para volver a estar de pie, me acerqué a la ducha dejando al agua caer sobre mí.
Enjaboné mi cuerpo y mis ojos se quedaron clavados en las tres líneas que contrastaban con mi piel.
Un nuevo color.
Y esta vez, había sido yo.
Sentí pena por mi cuerpo, porque al girarme, el gran espejó me enseño mi reflejo. Daba pena, en todos los sentidos de la palabra.
Volteé sin querer ver más.
No podía verme así.
Detuve el correr del agua y me encaminé hacia el mismo banco donde había dejado mi ropa y busqué mi toalla.
No estaba.
—¿Dónde está...? —Susurré cubriendo mi delgado cuerpo.
—¿Buscabas esto? —Giré rápidamente hacia esa voz.
Sara.
—Vaya—Rió—¿Esa es mi obra de arte? —Observó el gran hematoma de mi abdomen.
Y Kayla solo observaba mi cuerpo en silencio.
Lo habitual.
—¿P-podrías...?
—Oh, claro—Contestó a mi pregunta sin terminar de formular—Pero deberás ir a buscarlo.
¿Qué?
—No habrás pensado que lo obtendrías así de fácil ¿O sí? —Y sin más, caminó hacia fuera del baño y al ver que no la seguía, arrojó mi ropa a los brazos de Kayla y luego caminó con velocidad hasta tomar mi brazo y arrástrame fuera de los baños—Dije que irías a buscarlo.
—Sara... —Susurré entre sus voces, como un ruego—Detente, por favor.
Solo sonrió más.
—Ve a buscar tu ropa—Mis ojos se abrieron al ver como arrojaba la ropa al sanitario de hombres—Te aseguro que no es nada que no hayas hecho antes. Después de todo eres eso, una puta.
Y se marchó. Tan solo se fue.
Intenté retroceder, pero habían trabado la puerta. Me abracé con más fuerza a causa del frío y mis pies descalzos se arrugaban por la baja temperatura.
No tenía opción
Realmente no sé bien de donde saqué las fuerzas para empezar a caminar hacia los baños de los hombres. Mis manos cubrían lo más que podían de mi cuerpo, pero no era suficiente, seguía desnuda y demacrada.
No sabía que era peor.
Al entrar, me aseguré de no ver a nadie y suspiré al verificar que realmente estaba vació. Casi corrí, pero algo me detuvo en el lugar, dejando a mi corazón latir desesperadamente.
Un silbido.
Volteé y mi boca se secó.
Todos los chicos habían vuelto y me estaban observando entre risas y algunos sorprendidos y sabía que no era solo por mi desnudez. Esta vez sí corrí, pero fui lenta.
Lucian había ingresado y tomado la ropa, elevándola sobre su cabeza.
Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, por la humillación que sentía. Con debilidad, me arrodillé, cubriendo mi pecho con mis rodillas.
Y eso fue todo.
Comencé a llorar. Mientras ellos se divertían a costa mía.
—¿Tessa? —Y la situación empeoró al ver a Devon ingresar al baño—¿Qué carajos...?
Las lágrimas cayeron al suelo al ver como Devon observaba los hematomas con impresión.
No quería que me vieran así.
Él pareció reaccionar y se acercó a uno de los chicos que estaba tomando su toalla y reía a la vez.
—¡Oye! —Este se quejó al Devon quitarle con brusquedad la toalla.
—La necesita más que tú—Dijo filoso—Además, no tienes mucho que tapar—Caminó hasta mí y me cubrió con cuidado—Vamos—Ayudó a que me pusiera de pie y comenzamos a caminar con lentitud.
En silencio me acompañó hasta el baño de las mujeres y me tendió mi ropa. Con mi mano derecha, sequé mis lágrimas y tomé la ropa.
—Gracias.
Me observó en silencio—¿Quién ha sido, Tessa?
—Nadie—Giré para poder entrar.
—Tessa... —Me detuvo.
Coloqué mi mano sobre mi boca para apaciguar los sollozos—Déjame sola Devon, por favor... por favor.
Y desaparecí con la vergüenza acompañándome.
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Editado: 17.07.2024