—¿A qué me has traído al parque? —le miré con sospecha. A mi querida prima nunca pero nunca le agradó venir al parque, ella es más de ir al centro comercial, el cine, o incluso un cyber: pero jamás al parque. El que me haya traído aquí, me parecía algo...turbio.
—Iré directo al grano primita, ¿Quién es esa tal Carola?
—Karol —corregí—. Eso no es de tu incumbencia Romina. —conozco muy bien a esta chiquilla, si se queda con la duda, insistirá hasta satisfacer su curiosidad.
Tal y como predije, Romina comenzó a suplicar que le hablase sobre el tema. Respire y exhale muy hondo para intentar no perder la paciencia, la cual se estaba agotando demasiado rápido. Tomé asiento en una banca y ella hizo lo mismo.
—¡Ya! —exclamé con fastidio—. Te voy a contar, pero ni una palabra de esto a alguien.
—Soy una tumba. —asegura—. No te preocupes.
—Yo... —inhalé profundamente, sólo espero que tome la noticia bien y que no lo vaya a ir divulgando con todo el mundo: finalmente exhalo pesadamente—. Me gustan las chicas, soy lesbiana...
Pude ver como su boca hacía una gran O, desvié la mirada avergonzada. Nunca pensé que contaría esto, aunque sentía un gran alivio por hacerlo, necesitaba contar esto: de pronto sentí que colocaba su mano derecha sobre mi hombro.
—Vaya... —su mirada se encontraba desconcertada, pensativa. Intentaba decirme algo pero simplemente las palabras no salían.
—Soy un asco —agaché mi cabeza, soy una decepción para mis padres, para mi familia—. No soy perfecta Romina, cometo tantos errores —proseguí—. Pero me gustaría ser más como tu, excelentes notas, excelente comportamiento, perfecta y hermosa.
Limpié las lágrimas que amenazaban con salir, no iba a llorar, no, aquí no: quizás más tarde cuándo este sola en mi cuarto.
—Fernanda... —me abrazó con fuerza, acariciando con cariño y mesura mi cabello—. No todo es lo que parece, yo tampoco soy perfecta, también cometo mis errores...odio toda esta farsa, odio tener que hacer el papel de chica perfecta. —levantó mi rostro, y pude ver su rostro infeliz, su verdadero rostro tras esa máscara. Y yo que creía que ser perfecta resolvería todo mis problemas—. Me gustaría tener ese espíritu libre que tú tienes.
Aquellas palabras me sorprendieron bastante, no esperaba ver ese lado de ella, al fin y al cabo pudimos entendernos. Un silencio incomodo se hizo presente en el ambiente, Romina miró hacía el frente, observando aquel árbol.
—Fernanda, que no te de vergüenza de amar a quien tú amas...lo importante es amar ¿No? lo importante es que aquella persona te hace feliz y tu a ella...
Suspiré. Romina tiene razón, es lo único que importa.
*
—¡Qué agotador! —Romina se sentó exhausta en mi cama, producto de aquella corrida.
Tomé mi laptop y me senté a su lado, inmediatamente abrí mi chat con Karol.
Fernanda:
¡Hola!
:Karol
Hola, te extrañé...
Fernanda:
Yo también, moría por hablar contigo...
:Karol
Qué tal tu día?
Fernanda:
Pues normal, como siempre. ¿El tuyo?
:Karol
Maravilloso, como tú...
Al leer eso, sentí que mi corazón palpitaba con fuerza, sentí mariposas en mi estomago. ¿Que son estas sensaciones? ¿Por qué me siento ansiosa?. Romina de reojo miro nuestra conversación.
—Romina, eres peor que las viejas chismosas del barrio. —fruncí el ceño haciéndome la ofendida—. Pero así te quiero. —sonreí.
—¿Chismosa yo? —cuestiona, enojada—. Solo me preocupo...
Volví mi vista hacia la pantalla.
:Karol
Y ¿Qué haces?
Fernanda:
Estoy con la vieja chismosa de mi prima.
Romina al parecer estaba leyendo, porque apenas envíe el mensaje, inmediatamente me dio un pequeño golpe en mi cabeza.
—Aparte de chismosa eres enojona. —rei.
—¡Fernanda Manson! Te vas a ganar otro. —bromea.
:Karol
Jaja
:Karol
Por cierto, en la foto que has subido...
:Karol
Te ves muy hermosa...
Fernanda:
Eso es mentira
Fernanda:
Soy muy fea...
Fernanda:
Demasiado fea...
:Karol
A ver señorita
:Karol
Fernanda Manson, como vuelvas a decir que
eres fea, te voy a mandar un chanclazo a distancia
:Karol
¿Entendiste?
Fernanda:
Si mi capitana...
:Karol
Asi me gusta
—Está claro que si estuvieran en una relación, ella sería la que manda. —tan solo con escuchar aquello, me ruborice bastante, estaba peor que un tomate.
—¿Q-que cosas dices? —aparte mi rostro, muy avergonzada por aquel comentario. No se porque, pero al imaginarme aquello, senti una sensacion muy agradable.
«Diablos Romina...», pensé.
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Editado: 24.12.2020