Mort

Capitulo Único

Era una noche fría y las personas caminaban por las calles de la ciudad pérdidas en sus móviles o, quizá, en sus problemas. Sin notarse los unos a los otros.

Las horas seguían su curso y poco a poco las calles fueron quedando prácticamente solas. Sólo uno que otro automóvil pasaba esporádico.

—Disculpe —mencionó un joven al chocar con una mujer mientras revisaba su celular.

—No te preocupes —sonrió amable.

—No es seguro, para usted, andar sola a estas horas de la noche.

—Lo tendré en cuenta.

El joven sonrió y continuó su lento andar prestando de nuevo su atención al teléfono.

—Esa distracción te costará —comentó la mujer mirando con una sonrisa retorcida al chico con el que minutos antes había tropezado—. Me parece que he encontrado un lindo estorbo.

Esperó un par de segundos para seguirlo a una distancia prudente. Cuando esté llegó a un cruce vehicular, atravesó la calle sin levantar la mirada del móvil.

Tal vez si su atención hubiera estado en su entorno y no en el aparato de sus manos, las cosas habrían terminado diferente. Tal vez podría haber escuchado o visto al vehículo de un conductor negligente que no respetó el señalamiento del semáforo.

El cuerpo del joven yacía inerte en un charco de sangre sobre el asfalto.

Tal vez habría vivido…

—¿Ya te has divertido lo necesario? ¿O planeas quedarte un poco más? —Preguntó de pronto un niño que, ahora, estaba detrás de ella mirando divertido el cadáver tendido en el asfalto.

Observó al infante con rostro impasible, tratando de analizar mentalmente en qué momento había llegado.

—Aun no quiero volver, déjame estar en este lugar un poco más. Hace tanto que no venía, que ya he olvidado bastantes cosas —miró sobre su cabeza, al cielo nocturno que carecía de la brillante luz de la luna—, además la noche de hoy es perfecta.

—En ese caso —sonrió—, que sea más perfecta —señaló con la vista a una lámpara a un par de metros, tras soltar una risa juguetona, los candiles de la calle se comenzaron a apagar una tras otro, hasta dejar el lugar en completa obscuridad.

—Oye, no te entrometas —le dio una mirada fulminante—. Hoy es un día importante.

—Para ti querida, yo lo odio.

—Es verdad, nunca me lo has contado ¿Qué te sucedió para odiarlo? —cuestionó— A mí me causa gracia ver cómo le hacen fiesta a algo que ya no es más que abono para la tierra.

A pesar de tener un tiempo considerable de conocerlo, aún le resultaba enigmático. Era como un baúl con una gran cantidad de sorpresas aguardando a ser descubiertas.

—Nada importante. Apresúrate o llegarás tarde a la celebración –dijo dando media vuelta, comenzando a caminar con las manos en la nuca.

Ella por el contrario se quedó parada mientras veía cómo el pequeño cuerpo del niño se perdía entre la penumbra. Tan pronto desapareció, la luminosidad del alumbrado público volvió. Dio un gran suspiro y continuó su andar en dirección del joven accidentado que ahora yacía muerto.

—Levántate —exigió deteniéndose a un lado del cadáver— o ¿es que planeas quedarte a mitad de la calle tirado?

—¿Qué me pasó? —preguntó el joven incorporándose.

—Pronto lo descubrirás. Ahora ¿gustas seguirme o quieres quedarte aquí? —cuestionó al límite de su paciencia.

—Supongo… —comenzó a decir dudoso— que te sigo.

Sin mencionar una palabra más, avanzaron. El chico sumido en un mar de confusión por su actual situación miró sobre su hombro. Acción que se arrepentiría de hacer, pero necesitaría para afrontar su presente. La imagen que sus ojos registraron, podría decirse que era de las más perturbadoras, o eso pensaría cualquiera que fuera capaz de ver su propio cuerpo deformado, bañado en sangre y carente de vida tirado a media calle.

—¡¿Estoy muerto?! —gritó horrorizado.

—Así es —afirmó pasiva deteniéndolo en su intento de regresar—, qué mejor día para perder lo más valioso para los mortales, que el día de los muertos —habló con ironía dejando escapar una pequeña sonrisa de sus labios.

—¿Y tú también lo estás? —preguntó volteando a verla, su rostro pálido sólo mostraba miedo e incertidumbre.

—No —soltó el agarre que tenía en el hombro de él.

—Entonces… ¿Cómo es que puedes verme? ¿Cómo es que me puedes tocar? ¿No te da miedo ver personas como yo? —comenzó a soltar pregunta tras pregunta sin dar tiempo para que ella respondiera.

—Sígueme si quieres aclarar tus dudas —hizo un gesto y este sin objeción la obedeció–. Por cierto, te recomiendo que mientras llegamos intentes recordar —habló sobre su hombro sin detener su andar.

—¿Recordar que? —Cuestionó al cabo de un rato de estar siguiéndola en silencio tratando de encontrar las respuestas por sí mismo— ¿A dónde vamos?

—Pronto lo sabrás, sólo intenta recordar quién eres —respondió sin voltear.

Después de avanzar un par de metros más ella se detuvo.

—¿Por qué nos detenemos?

Ella señaló el cementerio que estaba del otro lado de la acera. Un cementerio pequeño que estaba lleno de decoraciones del día de muertos.

—Es gracioso ver este tipo de celebraciones —soltó una pequeña risita—. Vamos a ver sus lindos decorados más de cerca.

—No entiendo nada.

—Y si sigues preguntando entenderás menos, presta más atención a los sucesos de tu entorno —espetó molesta de tantos interrogatorios. Mentalmente se comenzó a regañar por haber decidido venir en lugar de quedarse, pues ahora tenía que lidiar con el alma de aquel preguntón. Por otro lado, el joven trato de hacer caso a las palabras de ella. Si lo decía, quizá era porque sus respuestas estaban frente a sus ojos.

Se detuvieron justo debajo del gran arco que fungía como acceso al panteón. Con la luna en su máximo esplendor le brindaba al lugar un toque mágico. Aquel lugar que siempre estaba desolado, cobraba vivacidad solo en esa fecha.



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En el texto hay: fantasmas, muerte, dia de muertos

Editado: 29.11.2018

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