-Ayy...- Loba apoya la mano en su vientre, tratando de soportar el dolor. Jadea para recuperar el aliento, pero las contracciones son cada vez más fuertes.
Discutió con su esposo aquella mañana, quería ir al pueblo para dar a luz bajo asistencia; él se negó, había nacido en esa casa en las montañas y ahí debía nacer su hijo. Más tarde, salió a buscar comida y no regresó desde entonces.
-Por favor...- ruega. Ellos tienen su hogar en una pequeña cabaña en las montañas italianas. Han vivido ahí desde que se casaron, su esposo vivía ahí desde que nació. Son tierras solitarias y tranquilas, en las que uno depende de la caza y la pesca. La mayoría de los vecinos están demasiado alejados como para que escuchen los lamentos de Loba. Son tierras fértiles, perfectas para trabajarlas, pero la vida es difícil. Y ese invierno, luego de muchos años, la nieve llegó de sorpresa y los cubrió por completo; aunque hubieran querido, a la pareja le hubiera sido imposible bajar a los pueblos que quedan a días de caminar.
Loba debe apoyarse en la pared de madera. El frío de la madera calma un poco sus dolores, no demasiado. Su única compañía es un gato blanco que los visitó días atrás y se ha quedado con ellos, aunque nunca quiso entrar a la cabaña. La llama desde afuera.
Desesperada, se apresura hasta la puerta y al abrir es recibida por el aire helado del invierno y la nieve que comenzó a caer. Vuelve a gritar pidiendo ayuda, pero la casa más cercana a la suya está demasiado lejos. Si su marido no llega pronto, estará perdida.
-¡Ayuda!- grita, y la única respuesta es el aullido de un lobo solitario y el maullido del gato blanco, de ojos desiguales, que se acerca a ella- Estamos en problemas...- se deja caer de rodillas, sintiendo un poco de alivio cuando la nieve toca su vientre.
Un graznido llama su atención. Sobre el techo de la casa, espera un cuervo. El ave negra, tiene un ojo azul y otro ámbar. Eso llama la atención de la mujer, pero sólo hasta que una contracción la dobla sobre si misma.
-Ah...- grita ahogada.
Otro graznido, y a ese le acompaña uno más. Uno a uno, los cuervos van llegando desde algún lado. Parecen llamarla . El gato blanco igual, se acerca a ella, pero Loba lo aleja con la mano, algo no esta bien.
Uno de los cuervos se atreve a bajar, salta en la nieve y trata de picotear el vestido de la mujer, pero con las pocas fuerzas que le quedan, lo aleja. Otro llega y la comienzan a rodeas. Todos la observan con sus ojos desiguales.
-¿Qué demonios son ustedes? ¡Ayuda!- grita desesperada.
Y la única respuesta es un aullido de lobo.
-Por favor... por favor... por favor...
Escucha la nieve crujir bajo unos pasos ¡Alguien viene! Levanta la mirada, tratando de encontrar a su salvador, pero la figura que llega entre los árboles desnudos es la de una bestia blanca que se camufla en el paisaje nevado y lo único que se distingue con claridad entre la blancura es un par de ojos desiguales: uno azul y el otro ámbar ¡Un lobo! La bestia camina hasta la mujer, que ha quedado paralizada del miedo.
-Fuera. Fuera- le pide una y otra vez con la esperanza de que desista. Loba retrocede y cierra la puerta de la casa, trabándola. Eso no lo detiene, la bestia salta por la ventana y se planta frente a ella. La mujer huye hacia el otro extremo del cuarto, pero el lobo no tiene prisa y la sigue a paso tranquilo ¿A dónde puede huir en sus condiciones?
Cuando la mujer da todo por perdido, la puerta se abre de par en par, con violencia. El esposo entra, trayendo consigo un arco, que alista en un segundo y dispara a la bestia, cuando ésta se vuelve a mirarlo, dándole entre los ojos.
Inmediatamente, los cuervos salen huyendo. El gato igual, aunque con calma, mirando con un poco de recelo al esposo. Perdieron su oportunidad.
-Loba- se apresura hasta su esposa- ¿Estás bien?
-Sí- con los ojos llenos de lágrimas lo abofetea-. Te dije que fuéramos a la ciudad ¡Te lo dije!
-Lo siento. Iremos ahora mismo.
-No- responde ahogada-. Ya está por nacer.
El esposo lleva a Loba hasta la cama que comparte la pareja, y trae un poco de agua y paños para remojarla, mientras la acompaña en el proceso. El parto no es difícil, pero lleva varias horas. Loba puede sentir al niño empujar en su interior, luchando por nacer y las contracciones que le endurecen el cuerpo y le causan dolores cada vez más agudos. Cuando cree que ya no puede sentir más dolor, éste arremete contra su vientre el doble que antes. En las últimas contracciones, ya no tiene fuerzas, su marido debe subir sobre ella y apretar el vientre hacia abajo para ayudarla. Un poco más... sólo un poco más. Y entonces escuchan al niño, que llora a gárgaras, cuando el frío del invierno lo toma por sorpresa.
¡Bienvenido!
Su padre se apresura a tomarlo con unas mantas abrigadas, luego de limpiarlo y lo acurruca en sus brazos para contenerlo. La madre esta exhausta, pero lo peor ya ha quedado atrás.
-Es un niño hermoso- dice a la madre- ¿Cómo lo llamaremos?
-Licurgo- responde ella-, como su padre.