—¡Rápido, busquen el juego!
Entonces decidieron separarse.
Stephanie trató de olfatear el aroma de Danisha. Pensaba que con Alexa lejos de ella, sería mucho más fácil hacerlo, pero, la chica se olvidó de una cosa demasiado importante. Estaba rodeada de humanos; niños que corrían a su alrededor y padres jóvenes. En su garganta afloró el aroma de la sangre y en sus oídos el palpitar de sus corazones.
—Oh, demonios, huele, huele a… ¡No! ¡Concéntrate, Stephanie!
Ella la buscó en distintos apartados de la feria, pero lamentablemente no tuvo tanto éxito. Los payasos caminaban de un lado a otro, hacían sonar sus cornetas y luchaban para que el viento no les arrancase de las manos la enorme montaña de globos. No era un secreto que a Stephanie no le agradasen los payasos, y no fue porque alguno de ellos se comportara mal con ella. Todo lo contrario, las gracias hay que dárselas a las innumerables películas de terror que habían dejado una marca imborrable en ella.
—¡Maldición! —se quejó golpeando un poste de luz. Este se tambaleó amenazando con caer. Stephanie se sintió aterrada, lo cogió con ganas y evitó que se cayera. No quería ni pensar en todos los problemas en los que esa cosa los metería si llegaba a lastimar a una persona; pero entonces, su atolondrada cabeza pareció tener una brillante idea.
Se percató de que nadie la estuviese viendo y comenzó a trepar como araña sobre él.
Alexa no tardó tanto tiempo en descubrirla.
—¡Stephanie, baja de ahí!
La gente allá abajo, sobre todo los niños, creyeron que se trataba de un acto promocional del carnaval para llamar la atención de los visitantes, así que cuando la muchacha llegó hasta el punto más alto del poste, un viento salobre le amedrentó los ojos. Allá, a lo lejos, unas enormes letras adornadas con bombillas de colores resaltaron en marquesina la palabra KAMIKAZE. Efectivamente ya lo había dicho Alexa. Aquella atracción mecánica estaba constituida por una gigantesca torre estacionaria, dos góndolas y dos enormes brazos giratorios. Por el tamaño y velocidad, su golpe bien debía ser fulminante.
—¡Alexa! ¡Ya la encontré!
Stephanie se olvidó por completo de los espectadores que le aplaudían, dio un mortal salto y aterrizó entre los cuerpos de Niar y Steve, que tampoco dudaron ni un solo segundo en aplaudirle.
Los cuatro echaron a correr, empujando y abriéndose paso por la multitud que parecía crecer más y más. El desfile estaba arribando al terreno; un gentío masivo de personas entró al parque, riendo y celebrando con cornetas que explotaban soltando guirnaldas de colores.
—No sé qué cosa me da más miedo; tú o ella —Alexa se quitó la gabardina que le estorbaba para correr.
Justo detrás de la reja de contención y debajo del poste mecánico que sujetaba a los dos martillos, se alcanzaba a vislumbrar un cuerpo, una figura oscura de cabellos largos que revoloteaban con el viento. Aquello, era el cuerpo de Danisha que se colocaba, con los brazos abiertos, frente al juego. El aliento abandonó el pecho de Stephanie cuando una de las góndolas comenzó a descender.
Alexa no lo soportó más, se detuvo en seco, se cubrió los ojos con las manos y entonces el viento se volvió loco; arrancó las guirnaldas de la feria, destrozó las carpas de las atracciones e hizo titilar las luces del imponente Kamikaze.
—¡Alexa! —el viento era tan descomunalmente fuerte que arrojó el cuerpo de Niar sobre un puesto de palomitas.
—¡DANISHA, MUÉVETE! —el grito de Stephanie reverberó en todo el carnaval y se partió con el viento cuando la joven consiguió brincar y caer sobre el cuerpo de su amiga.
La atracción se movió, cimbró el suelo y entonces sus luces se apagaron.
—¡Abre los ojos, Danisha! —un rugido escapó de su pecho.
—¡¡¡SUÉLTAME!!!
—¡Danisha, tienes que moverte! ¡La gente va a descubrirnos y nos empalmarán sobre dos estacas de madera!
Dani se dejó caer, clavó las garras sobre el piso y gritó mientras Stephanie y Steve la arrastraban lejos de la escena. Ya para ese entonces, el carnaval de Norland era todo un caos.
—¡Me hubieras dejado morir! —Danisha consiguió ponerse de pie, se dio la vuelta y con golpe demencial hizo que Stephanie se revolcara en la tierra por el impacto. Nunca antes nadie la había visto tan furiosa.
—Jamás haría eso. ¡Recuérdalo! ¡Mejores amigas para siempre!
—¡Estúpida! ¡Voy a despedazarte!
Pero esta vez Stephanie se defendió. Primero logró esquivarla y después le golpeó el estómago tan fuerte que el cuerpo de Dani terminó estrellándose contra un árbol.
—Si no eres capaz de recordar eso, entonces yo misma haré que lo recuerdes.
—¡Basta! ¡No peleen, por favor! —la pobre de Alexa no paraba de llorar, y sin que se diera cuenta, su poder de wicca lloraba junto con ella. Los árboles comenzaron a moverse y el cielo se nubló. El viento estaba más fuerte que nunca.
—Alexa, venga, deja de llorar —Niar la sostuvo entre sus brazos. El augurio de la tempestad comenzaba a darle miedo.
—¡Diles que paren! ¡Hagan algo!
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Editado: 07.05.2024