La mañana se llegó con un amargo sentimiento de culpabilidad. Afortunadamente el cielo estaba encapotado y algunas gotitas de llovizna empezaban a caer. Stephanie decidió que si ella no podía llorar, al menos el cielo le ayudaría.
La cafetería del instituto se llenó de alumnos, Steph cogió una charola y le colocó una manzana, un jugo de fruta y un emparedado de queso, pues sabía que aunque ella no se lo comiera, Niar le agradecería el gesto.
—Hola —intentó sonreír cuando vio que en la mesa también se encontraba Alejandro.
Nadie dijo nada durante todo el desayuno, y aunque no eran estúpidos para ignorar que algo malo estaba sucediendo, tampoco serían crueles para burlarse de ella y decirle «Te lo dijimos».
—Buenos días —una voz tierna, dulce y muy, pero muy conocida, llegó a la mesa, se colocó al lado de Alejandro, y sonriéndole con tremendo despotismo, le acarició la parte baja de su sudadera. Era Kimberly Raven—. Me dijiste que pasara por ti cuando mi clase terminara, y ya terminó.
—Entonces ya podemos irnos. Los veo más tarde —Alejandro recogió la charola, permitió que la muchacha se apoyara de su brazo y entonces se fue.
El silencio que sucedió después de dicho acontecimiento fue completamente sepulcral, tanto que Stephanie dejó la charola de comida en manos de Niar y salió corriendo.
Danisha no estaba dispuesta a esperar que su mejor amiga regresara por su propia cuenta a la mesa. Cogió su mochila y se fue tras ella, tomándose el tiempo justo para que Stephanie saliera de los cubículos de los sanitarios.
—Ya dime, ¿qué pasó?
—Quiere que lo convierta en vampiro.
—¿Qué? ¿Se volvió loco?
—Discutimos anoche y… todo empeoró. Comenzó a besarme, a tocarme…
—Stephanie —Danisha la detiene y lo hace viéndola a los ojos—. ¿Te obligó a…?
—No Danisha. Todo ocasionó que yo lo lanzara contra el vidrio de su ventana y este se quebrara.
—¿Te estás escuchando todo lo que estás diciendo? Discutiste con él anoche y hoy ¿lo primero que se le ocurre es irse con Kimberly? ¿Qué le pasa? Steph, tienes que salir de ahí. ¿Qué clase de persona hace eso en una relación?
—Dani…
—No Stephanie. Es que no puedo concebir lo que me estás diciendo. Ya demasiado loco tiene que estar para que quiera que lo conviertas en vampiro como para que ahora haga eso con la intención de darte celos. Steph —Dani la sujetó de los hombros—, no te está dando celos.
—Me está lastimando.
—No quiero imponerte con quien sales o con quien no, pero Steph, una relación que empieza así, no termina nada bien.
—¿Sabes qué es lo peor de todo? Que no importa lo que pase, no importa en qué situación me encuentre o lo terrible que me sienta —Steph aprieta los ojos como si aquello le impidiera pensar en él—, siempre veo el recuerdo de Scott tan… presente como si nunca se hubiese ido.
—¿Lo extrañas?
—No es eso. Siento que algo no ha terminado, y a veces ese sentimiento es más poderoso que yo —se aferró a la perla de su collar—. Me gustaría preguntarle a la Mandata directamente qué sucedió con él.
—¿No ya te lo había dicho? Te dijo que Scott era un kaenodo y que por eso los Pulcros lo quemaron.
—Ese es el punto. Yo tengo el presentimiento de que Märah me ha mentido, y no solo en eso, también en otras cosas.
—¿Por ejemplo?
—En la historia de Legarreth. Yo creo que Legarreth no existe.
—¿Como por qué haría eso?
—Piensa Dani. ¿Recuerdas a la vampira que encontramos en la carretera?
—Ni me lo recuerdes.
—Cuando tú le preguntaste si era Selem quien quería asesinarme, te dijo que no. Que en realidad era una magia mucho más poderosa.
—¿Y qué razones hay para que la Mandata te quiera asesinar?
—Escucha esto. Hasta el momento solo han existido cuatro Mandatos en Mortum. Zacarías, Magnus, “Legarreth” y Márah. Cuando Magnus ascendió al puesto del Mandato, Zacarías tuvo que morir; cuando Legarreth tomó el puesto, Magnus murió; y quiero suponer que cuando Märah se volvió la Mandata…
—Legarreth murió. En caso de que existiera.
—Si yo tomo el puesto alto en los Mandos…
—Eso significaría que Märah sería la cuarta Mandata en morir.
—No le conviene. Pero tampoco entiendo el por qué me buscó y habló sobre el palacio si está buscando la forma de matarme.
—¿Quizá para cubrir su crimen?
—No lo sé. Ahora tendré que cuidarme de mi propia sombra.
—Oye, y regresando al tema de Alejandro. ¿Qué piensas hacer?
—No lo sé, Dani.
—Pues sea lo que sea, espero que no te siga lastimando.
***
Estaba cansada de todos esos infernales pensamientos que afloraban envueltos en un torbellino de indecisión. Stephanie había vuelto a su departamento cuando las clases terminaron, y era esa la hora en la que no tenía noticias ni reportes de Alejandro. Las palabras de su mejor amiga la estaban consumiendo viva, pues una parte de ella deseaba salir y correr a la cabaña de Vermont para hablar con él. Pero la otra, muy diferente y la más razonable, deseaba esperar a que fuese el propio Alejandro quien la buscara.
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Editado: 07.05.2024