—¿Eso significa que si yo voy, no me van a dejar entrar?
—Eso significa que los humanos no están permitidos.
—Eso es imposible.
—¿Qué demonios te pasa, Niar?
—Tenemos que ir. Yo… No entiendo lo que está pasando.
El dúrkel entornó la mirada y se topó con el rostro malhumorado de Alejandro que no había dicho nada desde que lo vio entrar.
—No podemos darle la espalda a Stephanie en estos momentos.
—Nadie se la está dando, Niar.
—¿No lo entiendes, Alexa? Algo está mal.
—Sí. ¡Algo contigo está mal! Desapareciste desde hace días, no nos has dicho nada y no has estado aquí para apoyar a Stephanie. ¿Qué te está pasando, Niar?
—Algo va a suceder en el palacio, algo en el que ustedes, nosotros, debamos pelear. Creo que van a intentar asesinar a Stephanie.
—¿Has tenido una visión?
—Algo así.
—¡La inmundicia entera de los nevolones, Niar! ¡¿Por qué no abriste la boca un segundo antes?!
Y entonces sucedió. En el momento en el que Alexa reposó sus manos sobre los hombros de él, una violenta videncia sacudió el cuerpo del dúrkel, le hirió los intestinos y le hizo sangrar los ojos. Las imágenes eran simplemente escalofriantes. Había trozos de ceniza cayendo del cielo sobre el castillo, una capilla ardía en lumbre, había colmillos y sangre por todas partes, un fuego rojo y enfermo se levantaba alrededor de los cimientos, el mar se tornaba de una masa pegajosamente negra y… la boca de Selem estaba cubierta de sangre.
Sorpresivamente la visión se cerraba con la ruptura del collar que Stephanie había cargado en el cuello desde la vez que Märah se lo obsequió.
¿Sería aquello de lo que Zacarías Carpathia le había hablado?
—¿Qué tienes, Niar? Háblame por favor. Niar.
—No puede ser —temblando, apretó la mano de Alexa.
—¿Qué te ha pasado? ¡Mira, tus ojos están sangrando! No te muevas, voy a curarte.
—¡No! No hay tiempo. Stephanie está en peligro. ¡Tenemos que ir al palacio!
—Pero tenemos prohibido entrar —señaló Edwin, más pálido que nunca.
—Alexa, Selem va a matar a Stephanie.
***
Dos centinelas montados en sus hermosos caballos oscuros recibieron al grupo de tres vampiros que habían llegado a la entrada de Mortum.
—No sabía que hubiera caballos en Mortum —le susurró Danisha en el oído mientras avanzaban hacia el puente.
—Yo tampoco. Lo descubrí hace un par de días. Alabaster y Bram me contaron que aún conservan el caballo de Magnus en los establos.
—¿Hécate tenía un caballo?
—Interesante, ¿verdad?
—No lo conocí, pero créeme que me arrastraría a sus pies.
—Danisha, no suenes tan… ramera —la reprendió Steve con un ligero golpecito en las costillas.
—Una ramera que nunca ha pasado y nunca pasaría por tu cama, querido.
—Guarden silencio. Podrían escucharlos y luego…
Pero al cruzar el enorme puente de madera, la magia y la verdadera belleza del palacio cobró vida dejándolos a los tres con la boca abierta. Los arcos de piedra estaban adornados con preciosas y frescas flores rojas y amarillas, había rosas en jarrones blancos y los árboles danzantes tenían hermosas coronas de flores blancas sobre sus copas y ramas.
—Wow, sí que supieron esmerarse.
Pero entonces, un vampiro demasiado bajito pasó corriendo y se prendió de la cintura de Steve.
—Me alegra que hayan llegado —Kharo le sonrió.
—Ah…
—Tú eres grande. Me gustan las cosas grandes.
—Pues ahí no vas a encontrar muchas cosas grandes, querida.
—Danisha —Steph la golpeó.
—Vamos Stephanie, ven conmigo para que las Damas comiencen su trabajo de prepararte —Kharo la tomó de la mano.
—¿Puedo quedarme con ella? —preguntó Danisha.
—Por supuesto, pero antes deben ponerse la túnica ceremonial. Todos los vampiros la usaremos durante la Ceremonia.
Stephanie pensó que la conduciría hacia algún saloncito del castillo, pero en lugar de eso, la llevó directamente a una capilla de paredes con grabados de oro y diamante. El lugar estaba majestuosamente adornado, y aunque al principio le pareció un lugar muy pequeño, más tarde descubriría que las apariencias engañan. La capilla estaba rodeada por dos torres, en una de ellas Stephanie se cambiaría de ropa, y en la otra estaba el Sacerdotico preparándose también para el Nombramiento, pues sería él quien colocaría a Steph la respectiva corona y la esfera de cristal que simbolizaba a la Gran Magia.
—Qué espanto, pensé que me dejarían usar mi vestido de diseñador —se quejó Dani mientras trataba de imaginarse con la túnica roja.
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Editado: 07.05.2024