Cuando Stephanie se dio la vuelta, millones de sensaciones se arremolinaron en su estómago. Las viejas y nuevas historias se estaban contando tan de prisa que era difícil darle seguimiento a todo lo que había sucedido en aquel palacio. Pero cuando lo vio, a él, todo su mundo dejó de existir y fue como si ella nunca se hubiese ido.
Scott caminaba en medio del pasillo seguido y custodiado por los escalofriantes Pulcros, vampiros de élite capaces de destruir cualquier cosa a su paso (menos un vampiro demoniaco como lo fue Selem, porque claro, eran poderosos solo cuando la criatura condenada no representaba un alto riesgo para sus miserables vidas). El Mandato llevaba un traje oscuro de rey, botas largas, guantes blancos y una larga capa que casi arrastraba en el suelo.
—Scott —sus labios se movieron a favor de su deseo, y antes de que cualquiera de ahí pudiera anticiparlo, ella salió corriendo, levantando sus manos y envolviendo el cuello del vampiro que no dudó ni un solo maldito segundo en corresponder ese abrazo.
Una sonrisa brotó de sus labios y Kerry no pudo evitar evidenciarlo.
—Ha sonreído.
Danisha se abrazó a él.
—Ha sonreído después de tanto tiempo.
—Bienvenida a casa, Stephanie —Scott se moría por no soltarla y por contarle el infierno que se había vuelto su vida desde que ella se fue. Pero cuando la dura mirada de Alabaster recayó en aquel abrazo, el Mandato se vio obligado a liberarla.
—Cuarta Mandata —Alabaster le mostró una terrible sonrisa que le terminó lanzando una clara advertencia de peligro—. El más honorable gusto tenerla de regreso.
—Pensé que Selem los había asesinado —la mirada impasible de Steph recorrió a los cinco Pulcros que seguían de pie.
—¿Tan rápido diste por sentada nuestra muerte?
—Basta, Alabaster. Te dije que a partir de aquí yo me encargaría de todo —la voz de Scott era fuerte y firme; el poder que solo un rey y un guerrero podrían tener.
—No se te olvide nuestro trato, Mandato, de lo contrario recuerda que…
—No recites de nuevo tus palabras en mi presencia. Las he comprendido.
—Me parece perfecto. Y trataré de hacer indiferente esta avaricia de haber traído gernardos al palacio —el vampiro observó a Derek y Edwin. Y cómo no, los encantamientos de Alexa la hicieron pasar desapercibida. Si los Pulcros se enteraban que una wicca había profanado su reino, quedarían horrorizados.
Alabaster terminó sonriendo, y segundos después, Kaín, Zairé, Cross y Bram desaparecieron detrás de él; seguramente irían a una sala a lanzar su veneno contra ellos mismos.
Scott desvió su mirada hacia ella. Ya estaba un poco más calmado.
—Te dije que restablecerlos en el consejo era mala idea.
—Ocho años tarde para reiterarlo, Stephanie.
—Ocho años después tu imprudencia te comienza a pasar factura.
—Ven, necesito hablar con ustedes. Hay cosas importantes que deben saber —pero antes de que el Mandato pudiera avanzar un solo centímetro de donde estaba, se dio la vuelta y observó a la wicca. Estaba impresionado por el poder tan grande que había alcanzado su magia—. Alexa…
—Hola, Scott.
—Esto es…
—Preferiría que mantengamos en secreto mis avances, ¿te parece bien?
—Como gustes.
—¡Cielos, niña! —Kharo le frotó el hombro—. Saravasti y Yako estarían impresionadas si lograran conocerte.
—Gracias.
—¿Qué hay de Stephanie? —Kerry le sonrió—. Los años también le han favorecido desde que se marchó.
—Solo un poco…
—Al menos ha tenido la suerte de mantenerse con vida, después de que cientos de vampiros desearan asesinarla —Alejandro se cruzó de brazos.
—Le dije que cerrara la boca —Alexa se llevó las manos a la cabeza.
Steve, Danisha, Derek y Edwin se voltearon hacia Alejandro horrorizados, pues no había pasado ni un solo segundo desde que habló para que Scott pusiera sus ojos sobre él.
El Mandato se quedó petrificado, con los labios entre abiertos y una mirada de completo horror.
—¿Qué…? —se acercó a él— ¿Cuántos años tienes?
—Scott, yo te lo puedo explicar —Stephanie se puso frente a él.
—¿Lo convertiste? —el Monarca desvió su mirada hacia ella.
—No tenía la intención de regresar a Mortum y… no vi ningún problema que me impidiera convertirlo. La guerra había pasado, Selem estaba muerta, pensé que los Pulcros ya no tendrían intenciones en buscarme, y yo… Lo siento.
—Stephanie… —la mención de su nombre había salido destruida— ¿qué hiciste? Pronto, Kharo, prepara la sala y los grimorios.
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Editado: 07.05.2024