La tarde había caído. Cuando Derek y Edwin terminaron de formar una enorme hoguera entre los árboles y la oscuridad del bosque, Scott y Dimitrio avanzaron, sin camisa, hasta el interior del círculo que las cuatro brujas habían formado con sus cuerpos.
—¿Están preparados? —la wicca les dedicó una mirada de confianza.
—Nosotros no tenemos que bailar, ¿verdad? Es que yo no sé bailar.
—Dimitrio, dedícate a hacer lo que te piden, por favor —su compañero le mostró sus colmillos.
—Me han llamado amargado cuando la manzana podrida es otro. Hágaseme el favor de no sentirme ofendido.
Alexa levantó sus manos, y la madera de la hoguera ardió levantando una marea roja y un humo creciente con pequeños destellos anaranjados que crepitaban a su alrededor. La danza comenzó y un vago sonido de flauta y tambor comenzó a reproducirse en sus cabezas creciendo más y más. Los lobos parecían aullar, las sirenas cantar, los vientos rugir y la tierra retumbar al ritmo de su elemento de vida.
El baile de las brujas fue hermoso. Una bella combinación de movimientos delicados y llamativos. Movieron las caderas, los brazos, sus ojos estaban cerrados y su pensamiento en las millones de sensaciones volátiles que les acariciaban sus rostros. Porque una mujer no necesita estar desnuda para ser sensual, porque una mujer no necesita tener los estándares absurdos de la sociedad para sentirse y ser bella, porque la belleza a veces suele ser una idea cruel y arrogante dependiendo de quién impregne sus labios con ella, porque los cuerpos saben lo que desean, y porque los corazones saben a dónde ir.
—Scott, Dimitrio, junten sus espaldas pero sin que se toquen.
—Qué hermosa se ve Alexa bailando así.
—Steve —Danisha lo golpeó en el pecho—. Deja tu lujuria con ella.
—Solo digo la verdad. Nunca la había visto así. Tan… llena de vida.
El fuego rugió más y más, el mar ensordeció el cielo con su imponente rugido y una tormenta apareció en el horizonte, de aquellas que destruyen reinos enteros.
Alexa estaba perdida, envuelta en un calor abrazador y a la misma vez tan reconfortante. En su cabeza resonaban viejas palabras de una mujer que ella adoraba, de una mujer que fue su mentora y que la protegió hasta su muerte.
—¡Aaaaah! —los cuerpos de Scott y Dimitrio fueron el centro de un fuerte dolor. Sus ojos brillaron envueltos por el color de la sangre y sus colmillos aparecieron, brillantes, grandes y peligrosos.
—¡Me duele! ¡¿Qué demonios está pasando!? —Dimitrio intentó tocarse la espalda, pero una fuerza espectral le mantuvo las manos quietas.
El resto de los presentes estaban asombrados. Sus tatuajes brillaban al rojo vivo y las líneas plateadas iban perdiendo su lugar en la piel de los vampiros. Estaban desapareciendo.
El fuego se levantó, más grande, más imponente y más mortal. Los rayos cayeron, los truenos azotaron las montañas, y cuando la danza de las brujas consiguió alcanzar su clímax, el cielo profirió un descomunal trueno que hizo mover la tierra y arrastró consigo una densa capa de neblina roja. El hechizo de prisión se había roto.
Las brujas terminaron de danzar, sujetadas de las manos se arrodillaron ante la hoguera y ésta se apagó.
—¿Funcionó? —Alexa levantó la mirada. Sus mejillas estaban rojas y sus ojos tenían un brillo impresionante.
—Dímelo tú —Scott le devolvió la sonrisa. Su espalda estaba limpia.
Dimitrio se acarició sus muñecas como si todo ese tiempo que había permanecido encerrado en Krezzna, hubiera tenido unos pesados grilletes que le impedían ser feliz.
—Por fin soy libre. No puedo creerlo.
—¿Vendrás conmigo al palacio? —Scott se colocó a su lado.
—Iré, pero no para ayudarte. Igual que tú, yo también tengo dos deudas pendientes con ese Demonio. Una es el encierro injusto, y la segunda es por arrebatarme lo que yo más amaba.
—Entonces hay que partir. Si es verdad que Poliska utilizará a Stephanie para armarse con su poder, la sexta tierra puede estar en problemas.
—No te preocupes por tu hermano, siempre ha levantado tus desastres y creo que pueda con el cargo del palacio.
El Mandato se dio la vuelta. Es verdad que Dimitrio había hecho muchas cosas bien, pero aquella afirmación, sería uno de los errores más garrafales que habría cometido.
—Ignora lo que he dicho.
Por primera vez en todos esos años, Scott por fin habría comprendido a qué fuerza sobrenatural se debía el poder de su eterno rival, de dónde venía tanta sabiduría y el porqué de su talento innato para anticipar los movimientos de sus adversarios.
—Zacarías dijo que Magnus no tenía ningún don sobrenatural como el de él y… el tuyo… Dimitrio, tienes telepatía.
Su recompensa fue una sonrisa de reconocimiento.
—Ya te habías tardado en averiguarlo, Mandato.
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Editado: 07.05.2024