Aquel hombre dejó de ser el monarca bien educado que presidía una corte vampírica para convertirse en un estratega, un mando duro y de pocas palabras. Scott estaba irreconocible. Vestido con una capa negra, botas de alta resistencia y una espada de acero forjado por los propios Ikarontes, se acercó a la misma mesa de piedra en la que minutos antes el cuerpo de Alexa había sido tendido.
—Los cinco reinos hemos puesto a tu disposición a varios de nuestros más aguerridos combatientes.
—Gracias Yako.
—Scott —Samira se acercó a él—, ¿cuál es el primer punto que atacaremos?
Las cinco mujeres tenían puestos sobre sus largos vestidos distintivos una gruesa armadura de bronce. Porque ellas, a diferencia de los vampiros, podrían salir heridas si sus cuerpos llegasen a ser atravesados por una espada o por alguna flecha.
Todos, absolutamente todos, algunos con el corazón roto, se congregaron alrededor del Mandato. Y a pesar de saber que tal vez Derek y Edwin no podrían regresar a sus casas con vida, nunca se acobardaron. Cogieron con firmeza el letal arco con sus respectivas flechas y se prepararon para darlo todo en una batalla que, esperaban de verdad, fuera la última.
—Este es el plan. Atacaremos el asedio que sus tropas han formado alrededor del castillo. Poliska seguramente está en el balcón real, esperando a que nosotros hagamos el primer movimiento y comprobar cuál es el nivel de su fuerza utilizando a Stephanie como arma. Debemos atravesar toda la porquería que rodea al castillo y así llegar a ella, sacarla al campo para que Niar pueda medir su nivel y después Minerva, Emma y Oska harán su parte.
—¿Disculpa? ¿Medir su poder? —exclamó Doguer— ¿Cómo esperas que un dúrkel pueda medir el poder del Demonio?
Scott las miró.
—Usará la Cornelia.
—La… ¿Escuché bien? —Anono tomó el frente—. ¿La Cornelia? ¿El dúrkel tiene el don de la Cornelia? ¿Desde hace cuánto tiempo que lo tiene?
—Pocos días antes de que ustedes arribaran a mi reino.
—¡¿Es decir que has estado midiendo el poder de las cinco?! —Samira le rugió.
—No. Nunca haría nada como eso. Solo Niar puede ver sus niveles de poder y por respeto a ustedes le ordené que nunca hablara de esto con nadie.
—Debiste habérnoslo dicho, Mandato —Anara también estaba enojada—. Tenías la completa obligación de decirnos que un poder tan grande y peligroso como este estaba presente en uno de tus habitantes.
—No lo hice porque sé, tan bien como ustedes, que el tener conocimiento de la Cornelia podría desatar una terrible guerra entre reinos.
—¿Tan terrible como esta? Te he soportado mucho, Scott —Samira lo señaló—, pero esto de verdad ha excedido mis límites. Nos has mantenido a base de secretos que solo revelas cuando los crees necesarios. No nos hablaste del verdadero motivo de nuestra visita y nos ocultaste el poder de la Cornelia. ¿Qué otra cosa, importante, debemos saber?
Scott suspiró.
—Con ustedes no tengo más secretos.
—¿Con ellas? —Alabaster enarcó una ceja— ¿Eso quiere decir que los tienes con alguien más?
El Mandato buscó la mirada de su hermano, y cuando por fin pudo hallarla, entendió que era momento de entrar al confesionario.
—Conozco a Poliska desde hace mucho tiempo, y a Dimitrio también. Los conocí cuando mi madre nos trajo, a mi hermano y a mí, a esta extraña tierra que para nosotros resultó ser toda una aventura. Es mentira que la tercera Mandata nos rescató de un barco que se había hundido, y es mentira que nos convirtió cuando cumplimos veinticuatro.
—¿Cuántos años tenían cuando los convirtió? —Zairé lo atacó con la pregunta.
—Meses de nacidos. Nos encontró en la Provincia de Bertucio y nos mordió arriesgándose a convertir a dos bebés recién nacidos. Después nos trajo a Mortum en donde pidió a la bruja del castillo que nos cuidara hasta que cumpliéramos la mayoría de edad adecuada, y después de eso nos presentaría en la sociedad vampírica con una triste mentira.
—No sé si mis oídos están preparados para tanta barbaridad —Alabaster se frotó las sienes.
—¿Qué hay de Selem? —volvió a cuestionar Bram.
—El secreto de Selem no era asunto suyo —Dimitrio le ganó la respuesta—. El Mandato desconocía completamente la existencia de una mujer llamada Keila que más tarde se convertiría en líder y fundadora de los Pulcros.
—¿Tú sí lo sabías? —Cross lo señaló.
—Mi castigo en todo caso debería ser alta traición a la corona. Yo sabía de la existencia de Selem, yo sabía que se infiltraría al castillo buscando fundar el consejo, y sabía que… Sabía que Poliska planeaba asesinar a la reina. Tiempo después yo mismo representé un peligro para ese demonio y fue por eso que me inculpó en un asesinato que, como ya lo dije, nunca cometí.
—¿Algo más que debamos saber? —finalizó Kaín.
—Le dijiste a Stephanie que ella ya sabía toda la verdad —Danisha dio un paso hacia adelante—. Después de eso ella te miró… con el corazón roto.
—Dani —Steve habló entre dientes.
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Editado: 07.05.2024