Mr. Shipper

Capítulo 18

Suk

Al estar a solas con Jung ninguno de los dos dice algo, simplemente cada uno se mantiene en su cama hasta la noche. 

El chico se ha levantado un par de veces para ordenar sus cosas, sin embargo yo por mi parte solamente lo hago para comer o ir al baño. 

No tengo ganas de absolutamente nada. 

Siento como si todo mi interior estuviera triste, y me encuentro distintante con mi interno, porque por más que intente conectar con el chico de al lado no lo logro. 

El toque de queda de este lugar comienza las 11 pm, por lo cual al faltar tres horas hasta allí Jung ha salido varias veces. 

Suelto un suspiro cuando el chico se pone con teléfono a lo que creo que es chatear.

Las luces de la habitación se encuentran apagadas, a excepción de la lámpara, por lo cual creo que él no puede notar lo rojos que se encuentran mis ojos. 

Llorar el silencio se ha vuelto una especialidad. 

—Voy a salir —Aviso, Jung me observa. 

—¿Estás bien? —Cuestiona, cuando me levanto de la cama. 

Asiento con la cabeza y me encamino hacia mi armario, para sacar una chaqueta. 

Me la coloco y salgo del lugar, llevándome una de las llaves. 

Suelto un suspiro sintiendo mi labio temblar, aunque trato de no prestarle atención.

Bajo las escaleras del lugar y me coloco la capucha antes de salir, ya que no quiero que nadie me reconozca, ni hablar con absolutamente nadie. 

Me coloco los auriculares ya afuera y reproduzco canciones para pasar el rato mientras camino.

Siento como si mi cuerpo estuviera siendo controlado y se mueve con absoluta libertad por los lugares del campus. 

Freno cerca de la cancha, en una banca afuera de esta. 

Una lágrima cae mientras me siento, y luego otra, y así sucesivamente por varios minutos. 

Si bien Min seguirá siendo mi mejor amigo, siento que perdí a alguien, nuevamente. 

Ese dolor me está calcomiendo por dentro. 

¿Por qué amar es fácil y soltar es tan difícil?

Más lágrimas caen por mis mejillas mientras mi labio tiembla y contengo un sollozo apretando mi labio. 

Escucho pasos y agacho la mirada, aún con la capucha puesta, para que nadie pueda saber que se trata de mí. 

Creo que la persona va a seguir, aunque no lo hace y se sienta a mi lado en el banco. 

Suelto un suspiro cerrando los ojos y frenando el llanto. 

—Sabes que puedes hablar conmigo, ¿cierto? —Inquiere Jung, a mi lado. 

Me quito las lágrimas que aún recorren mis mejillas con la palma de mi mano y niego. 

—Ayer intenté eso y terminamos discutiendo —Le recuerdo, Jung permanece en silencio un momento. 

—Sí, tienes razón, pero ayer no me especificabas tus sentimientos y no querías escucharme, sabía que todo te estaba haciendo daño y no podía ayudarte porque no me lo permitías —Recuerda, asiento con la cabeza y me giro para mirarlo. 

—Gracias, supongo —Digo, él asiente y me queda mirando mi rostro, posiblemente notando que el mismo se encuentra empapado. 

Me mantengo en silencio por unos segundos antes de cuestionarme un millón de veces si debo preguntarle al chico a mi lado a cerca del tema. 

—¿Por qué el amor duele tanto? —Inquiero, Jung suspira. 

—El dolor que sientes ahora pasará con el tiempo —Respondo, niego con la cabeza sintiéndome completamente triste. 

El silencio se plantea entre ambos, poniendo un millón de barras entre nosotros, hasta que decido tirarlas a todas de un solo golpe. 

—¿Te puedo contar una historia? —Inquiero, mirándolo, Jung alza el ceño pero luego asiente.

—Sí, claro —Responde, asiento agachando la mirada y dejándolo de mirar. 

Suelto un suspiro tratando de calmarme antes de hablar. 

—Imagina a un niño, algo callado y antisocial, dicho niño amaba las flores del jardín vecino, siempre estaba observándolas en silencio, y disfrutaba de ello —Recuerdo, Jung se mantiene en silencio por lo cual prosigo—. En aquella casa vivía una familia integrada por tres, una madre, un padre, y otro niño. 

»Siempre lo veía sonreír y jugar, como si no tuviera problemas con ensuciarse la ropa o algo parecido. Jugaba como si todos los días de su vida fueran el último. 

Jung suelta un suspiro por lo cual prosigo. 

»El primer niño una vez estaba afuera de su casa, observando las flores del jardín vecino, hasta que el otro se dio cuenta. 

»El primero creía que sería regañado, sin embargo no fue así, el segundo le regaló una flor roja, una rosa, y se fue sin más adentro de su hogar. 

»El niño se sentía feliz, le mostró la flor que le regalaron a sus padres y estos la pusieron en un florero, aunque eso no fue todo. 

Observo a Jung y noto que este se encuentra escuchándome en silencio, por lo cual suelto una pequeña sonrisa antes de continuar. 

—Cada mañana, al momento de levantarse, encontraba una nueva flor en la entrada de su casa, creía que si los padres del otro niño se enterarían lo regañarían, así que fue hasta su casa y lo vio en el jardín. 

»Aunque el primero le haya explicado al segundo que no podía hacerlo, el otro no parecía estar preocupado en lo más mínimo, a decir verdad parecía realmente feliz.

»A la siguiente mañana le dejó una nueva flor, el primer niño fue a devolverla, pero al golpear la puerta de la casa se dio cuenta que no había nadie. 

»Creyó que llegarían más tarde, pero eso no sucedió. Nunca pudo volver a ver al segundo niño, ni agradecerle por las flores adecuadamente, ni tampoco saber su nombre. 

Suspiro terminando de relatar la historia y siento una lágrima caer por mi mejilla, aunque me la quito al instante.

Giro para mirar a Jung, notando que este se encuentra distante y con los ojos cristalizados. 

—Eres más sensible de lo que creí —Admito, Jung me observa y sonrío levemente. 

—El primer niño... eras tú, ¿cierto? —Inquiere, asiento con la cabeza. 

Me mantengo en silencio antes de seguir relatando. 

—Eso me marcó mucho a decir verdad, tanto, que ya no puedo no ver una rosa y no pensar en él —Admito—. Mis padres tampoco eran muy sociables que digamos con los vecinos, ya que estos pasaban trabajando, por lo cual nunca más pude saber de estos. 

»Me sentí extraño al comienzo, aunque luego, con la aparición de Min en mi vida comencé a ver aquella luz nuevamente, aunque no con tanta intensidad. 

»Creo que nadie podrá lograr nunca lo que aquel niño logró en mí. 

Jung se mantiene en silencio antes de hablar.

—¿T-te puedo abrazar? —Inquiere, noto como una lágrima cae por su mejilla y alzo el ceño. 

No estamos con nadie alrededor nuestro, por lo cual no sé por qué actúa así ahora, es decir, cuando está Min y él hace bromas subidas de tono, me explicó que eran para que el subdicho no se diera cuenta de mis sentimientos verdaderos, por lo cual acepté. 

Pero... ahora no hay absolutamente nadie cerca nuestro. 

—¿P-por favor? —Inquiere, asiento algo aturdido y noto como se acerca. 

—No sabía que eras tan emocional —Admito, Jung ignora aquello y me rodea con sus brazos. 

Noto como su aroma me abraza también y sonrío levemente, sintiéndome extrañamente feliz.

Y... cerrando mis ojos al esconder mi rostro en el hombro de Jung, por un momento, pude ver aquella luz al final del camino, con la misma intensidad que la del niño de mi infancia.



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En el texto hay: humor, chicoxchico, boylove

Editado: 19.09.2020

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