Capítulo VIII: Desastre...

Mire la hoja en blanco tachada y manchada de tinta por aquí y por allá.

"Soy un desastre cuando se trata de ti, mi pequeña chispa " Pensé al notar que ni siquiera un verso completo podía armar.

Llevaba más de media hora intentando expresar el tornado de sentimientos que me embarcaron después de aquel almuerzo. La escuela había dado fin y yo no pude si no recordar a detalle la manera en la que ambos se tomaban de la mano.

Por otro lado, los demas presentes intentaron alejar el tema con comentarios de la escuela. Al parecer nadie había notado mi tan grande malestar.

"Y te mirabas tan bien. El corazón se me desembocó al sentirte casi a mi lado..." Mi vista recorrió algunas frases escritas sobre la hoja. Me sentía tan impotente por muchos lados, incluidos aquellos en los que describía lo bien que me hacía sentir tenerle cerca.

Bufé y recargando mi espalda en la silla giratoria de mi habitación, deje por un buen rato las letras.

Ella había sido la musa de muchos de mis escritos, la gran inspiración que llegaba a posarse cual mariposa en mi pluma y con el aleteo me guiaba por el papel en blanco. Sin embargo y justo en ese momento, carecía de aquella gran inspiración debido al desafortunado momento que tuve que presenciar.

Y es que tan solo cerrar los ojos me devolvía cada segundo atrás.

"¿Por qué me afecta demasiado?" Me pregunte mentalmente, aunque claro, tampoco me supe responder.

Desde advertencias atrás, hechas por conocidos, hasta las actuales, debí haberme preparado para aquel momento en el que le mirara de la mano de otro, pero me aferre tanto a la idea del romanticismo antiguo que creí por un mísero momento, que tal vez, yo abarcaría su periferia como ella a mi.

Suspiré por tercera vez en lo que llevaba sentado y decidí salir de aquel lugar. Encerrandome no lograría nada más que mas tortuoso pensar, por lo que dejando aún lado el escritorio, baje a la cocina de la casa.

Naturalmente mi madre llegaba a la hora de la comida, parloteando sus mil ideas sobre proyectos a futuro.

Llevaba de retraso 15 minutos y no dude en extrañarme cuando al entrar a la cocina, me tope con una mujer vestida con un floreado delantal rosa y un vestido azul pastel.

Parpadee sin creerme que aquella mujer se encontraba ahí. - Mina?

La mujer despego la mirada de la estufa y con sus redondos anteojos me hecho un vistazo. Se trataba de una mujer delgada y bastante mayor, con la cabeza llena de canas y la piel arrugada.

- brooky? - Su voz sonaba como lo recordaba y la sonrisa le iluminó el rostro al mirarme asentir- Mi pedacito de pastel...

Sus pasos llegaron a mi, hasta rodearme el pecho. Mina era una mujer tan pequeña que incluso mi madre la rebasaba. Ella solía decir que era de bolsillo...

-Que haces aquí? - Pregunte sin ocultar la alegría en mi voz, pues hacia tiempo ya no le miraba.

Mina Grey había sido mi segunda madre, solía cocinar y vivir con nosotros en nuestra antigua casa, sin embargo con el paso de los años Mina dejó de contar con la fuerza necesaria para dar servicios, que mi madre le dejó en en aquella casa para que descansará a sus anchas.

-Tu madre no podrá venir hasta mucho más tarde...- Me sonrió presionandome las mejillas - Me pidió hacerte compañía.

Le regrese la sonrisa, mirándole regresar a la estufa - Gracias, Mina.

-No digas tonterías, hijo. - Meneo la cuchara que tenía en manos - Sabes que haría lo que fuera por ustedes dos.

Asentí a sabiendas de que era verdad y le mire cocinar - Necesitas ayuda?

Mina negó, más no pude evitar no aportarle ayuda, por lo que inicie a colocar la mesa.

-Pero mira esa cara...- Me llamo la atención una vez había terminado - Tan mal te fue?

Frunci el ceño ante su pregunta - Yo no...

-Hijo, de verdad crees que puedes engañar a alguien que te conoce a la perfección? - Ella sonrió sirviendo la comida con la olla en manos - No se lo contaré a tu madre...

Y es que aquel era el punto clave, pues cada que decía aquello parecía dejarme la puerta abierta para contarle mis peores travesuras y ella sería un cofre con candando.

-No es mucho en realidad. - Me entrego la cacerola para que la colocarla de nuevo en su lugar - Solo, tuve un ligero... inconveniente?

-Cuéntale a Mina tu secreto. - Río sentándose cerca del lugar que me correspondía.

Deje en orden la cocina y regrese a acompañarla en la comida. - Ni siquiera se por donde comenzar, Mina. La situación me pareció correcta pero mis sentimientos se niegan a aceptarlo...

-Y de quien hablamos?

-De una chica...- No pude evitar sonreír ante su imagen en forma de recuerdo - La representación de una diosa en carne y hueso...

Mina parpadeo lentamente mientras daba el primer bocado - Y tu gustas de ella?

- Claro que me agrada. Eso debe quedar claro. - Le miré- Sin embargo no hemos podido si quiera cruzar palabra, pues muchas personas se encuentran esperando turno para poder conocerla...

Mina asintió, invitándome a proseguir - Y hoy, acaban de recordarme lo tan poco visible que puedo llegar a ser.

Proseguí a contarle mi percepción de lo que había sucedido y la idea que tenía antes de que Neron apareciera para llevarse a mi pequeña chispa demasiado lejos. Mina me escucho atentamente y justo cuando termine de desahogarme, ella no dudo en darme sus argumentos.

-Y cual es el problema? -Infló sus redondas mejillas - Que ese muchacho haya corrido con suerte no significa que tu seas menos que el...

-No, mina...- Deje mi plato a medio comer - El problema radica en la respuesta a esto. No me siento yo mismo...

-Deberías, hijo. Lo que me cuentas no tiene ni pies ni cabeza. -Me miró con determinación mientras me señalaba con su tenedor - Dime, acaso estás dudando de tu amor?

-No, claro que no. - Respondí al instante - Yo sigo amandole, sin embargo, no puedo evitar no pensar en todos los demás... La gente que he conocido es inigualable, con grandes historias por contar, grandes presentaciones y mucho más interesante que yo...