Mucho Por Contar

Capítulo 4: La Sacerdotisa, Electra.

Julián fue el primero en salir, seguido de cerca de su hermana, quien sostenía a un lloroso Emanuel que se removia inquieto.

 

-¡Alejo!- exclamó, furioso, hacia el hombre que reía con fuerza- ¿¡cuántas veces debo decirte que no incendies el pueblo!?-.

 

Pero el contrario no le prestó atención, su vista se fijo en la joven mujer que se encontraba atrás de él, una gran sonrisa surcó su rostro mientras corría hacia Rosalinda.

 

-¡pequeña Foga!- chilló Alejo, abrazando con fuerza a la nombrada, teniendo cuidado con el bebé en brazos.

 

-es bueno volver a verte también, Alejo- dijo ella entre risas.

 

-¿cuánto has crecido? ¡te ves mucho más alta desde la última vez que te vi!-.

 

-bueno, es normal tomando en cuenta que ha pasado diez años desde la última vez-.

 

Alejo sintió un suave roce, mirando al pequeño bebé sosteniendo uno de sus dedos, sorprendiéndose del gran parecido que tenía con los dos recién llegados.

Una expresión de asombro se instaló en su rostro mientras se ponía frente a Rosalinda, acercándose al niño.

 

-¿quién es este niño?- preguntó, curioso e incrédulo de lo que le iban a responder.

 

-se llama Emanuel- le dijo Rosa, sosteniendo al pequeño con una sonrisa maternal.

 

-¿Emanuel? Lindo nombre- murmuró- ¿es su...?-.

 

Alejo dejó la pregunta en el aire, sin terminar, mirando a los ojos a la contraria, con la esperanza de transmitir todo lo que quería con un simple vistazo.

 

-sí, lo es-.

 

Aquella simple afirmación hizo que el contrario riera a carcajadas, sintiendo completa felicidad y dando un pequeño y amoroso beso en la frente del niño.

 

-¡felicidades! ¡mucha felicidad y amor hacia el niño y ustedes!-.

 

Julián frunció el ceño en confusión mientras Ricardo y Rosalinda sonrieron avergonzados.

 

-gracias- dijeron al unísono.

 

-veo un gran futuro en este pequeño, ¡ya quiero ver la reacción de los demás! Iré a ver a los otros y avisarles de su regreso, ¡esto hay que festejarlo!-.

 

Con eso dicho, dio media vuelta y salio del jardín, corriendo como si no hubiera un mañana hacia el pueblo que aún estaba en llamas.

 

-¿qué fue eso?- preguntó el Foga mayor.

 

-¿quién sabe? Recuerda que Alejo es extraño por naturaleza, no es como si pudiera comprender todo lo que dice- Ricardo sonrió de forma burlona- aunque yo no me preocuparía de eso ahora, ¿no tienes un pueblo que salvar de las llamas?-.

 

Julián suspiró ante esas palabras, dándole la razón a regañadientes, miró hacia el pueblo y comenzó a caminar en su dirección, ya habría tiempo de preocuparse por la extraña forma de ser de aquel anti-héroe. 

 

Marqués abrazó a Rosalinda mientras veía al hermano mayor irse, no entendía mucho de todo eso, aunque tal vez se debía a que aún le faltaba mucho que aprender.

 

A la mañana siguiente, Rosalinda y Ricardo se prepararon para dar una vuelta por el pueblo, la primera porque debía ayudar a su hermano y los demás héroes a verificar las perdidas y reconstruir lo que podían, el segundo para volverse a ver con sus antiguos conocidos.

 

-¡yo quiero ir con Rosalinda!- chilló la niña.

 

-yo prefiero quedarme aquí y cuidar a Ema- comentó el niño.

 

Ambos adultos estuvieron de acuerdo con lo que decidieron los niños y una vez que estuvieron listos, partieron hacia el pueblo o lo que quedaba del mismo.

 

Ricardo caminó entre los quemados caminos, mirando con satisfacción a las personas llorando, quejándose y varias heridas, imágenes antiguas de su pasado se hicieron presentes mientras doblaba en una esquina, dirigiéndose de nuevo a las afueras del pueblo, esta vez del lado noroeste.

Siguió caminando hasta ver a lo lejos una gran capilla con una rosa azul arriba de la puerta principal.

 

Al estar lo suficientemente cerca, tocó la puerta con una pequeña sonrisa en su rostro.

 

-¡voy!- se escuchó gritar dentro de la edificación, seguido de algunos fuertes ruidos de objetos cayendo y alguna que otra maldición- ¿quién es?-.

 

Del interior de la capilla se presentó una joven mujer con ropajes de sacerdotisa, cabellos rubios y ojos marrones, un poco más alta que él y con una pequeña marca en su mejilla izquierda.

 

-Electra- saludó el recién llegado- ¿cuánto tiempo sin verte?-.

 

-¿te conozco?- preguntó la contraria- no te recuerdo, ¿acaso eres alguien de uno de mis pueblos? Porque si es así, tendré que darte una lección por escapar-.

 

-¡soy yo, tontita, Ricardo!-.

 

-¿Ricardo? No recuerdo a ningún Ricardo- comentó, tocando su cabeza mientras ponía una mueca pensativa- ¿acaso eres familiar de alguna de mis víctimas? ¿Alguien con quien me acoste antes de irme de Selán?-.

 

-no, yo, ¿te acostaste con alguien en Selán? ¿No que era una de las ciudades más religiosas y estrictas de la región de Lorca?-.

 

-me acosté con varias personas por allí, la mayoría sacerdotes o pastores, a todos les gustaban las niñas- se interrumpió a sí misma- ¡ese no es el punto! ¿quién eres?-.

 

-soy la persona que te golpeó el primer día en que te presentaste, ya sabés, el "extraño y opresivo chico de risa de caballo"-.

 

-no- dijo ella, unos segundos después de pensarlo- no recuerdo eso-.

 

-soy el que te ayudó a esclavizar tu primer pueblo-.

 

-tampoco recuerdo eso-.

 

-el que te golpeaba cada tanto cuando me molestabas-.

 

-tampoco-.

 

Ricardo se quedó pensativo, queriendo que la contraria al fin lo reconociera, entonces un recuerdo le vino a la mente y lo hizo sonreír.

 

-te ayudé a robarle la ropa interior de Gabriel-.

 

Como si un foco se hubiese prendido en la mente de Electra, su expresión cambió a una llena de sorpresa para después darle paso a una gran sonrisa.




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