Prólogo

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Londres.
Mes de Octubre.

—¿Y finalmente qué es lo que te atrae? —preguntó con signos de incomprensión— ¿Qué no tenga intenciones ni de dirigirte la mirada?

Cassie quería responder con pocas palabras que era lo que le llamaba la atención de aquel muchacho.
Pero no podía.

Lo veía como a una persona indescifrable. Esa a la cual no sabes si alejarte o abrazar.

Llevaba esa oscuridad... que le generaba tanta intriga. Ansiaba entender el porque.

Nunca lo había visto sonreír. El anhelo de generarle esa situación crecía cada día.

Era tan joven y tan apasionado.

De esos muchachos que con una sola mirada consiguen paralizarte. Te vuelve las piernas como gelatina.

Era notable que vestía un cabello muy sedoso. 
Lo llevaba siempre despeinado, mostrando un gran desinterés por su imagen. 
Aunque no hacía falta que se dedique ni un poco. Se veía bien igual.

También cargaba un par de bonitos ojos negros. Ocurría algo allí. Tan profundos que contaban una historia pero que no podías llegar a leer.
Transmitían tanto que a la vez temías por lo que querían ocultar.

Lo apreciaba tal como a un desafío. 
Pero para su buena fortuna, a Cassie le fascinaban los juegos.

Gruñó—. Oye —escupió enfadado al no recibir respuesta de parte de la chica.

—Déjame en paz, diablos —protestó la misma con frustración.

No tenía ninguna intención de expresar sus sentimientos con alguien que no sea su propia cabeza.

—Tú eres el demonio Cassandra.

Y luego de soltar algo de lo que más tarde probablemente se arrepentiría, se largó indignado de la habitación.

A ella no le herían sus palabras. Por parte también creía que no eran del todo sinceras y era un momento de discusión. 
Pero... si lo fueran, tampoco sería de su interés.

Pasó por tanto dolor. Se tuvo que acostumbrar a actuar de una manera terrible.

Ahora ya nada le importaba.

Nada.

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Hemos sobrevivido a tantos incendios
que ya no podemos saber si estamos
vivos o simplemente ardiendo.
-Ron Israel.